12.06.14

 

Empecemos resumiendo la situación. Extremadura está gobernada por el Partido Popular gracias a que Izquierda Unida no quiere que gobierne el PSOE. Situación ciertamente peculiar que seguramente se explica por el hecho de que los de IU extremeños estaban hasta el gorro de los socialistas de su comunidad autónoma y pensaban que convenía que se pasaran unos añitos en la oposición.

El caso es que el presidente José Antonio Monago se lo está poniendo bastante fácil a la izquierda radical de esa región española. Su política en temas que tienen que ver con la moral la podría firmar el mismísimo Pablo Iglesias, de Podemos. Se opone a la reforma de la ley del aborto. Financia un festival homosexual y ahora está negociando con el lobby gay sobre la manera de meter en la escuela los principios que defienden desde dicho lobby. Por si fuera poco, el señor Monago también la tomó contra las cajas de ahorro de la Iglesia.

Visto lo cual, uno se pregunta: ¿qué puede llevar a un católico, en cuanto que católico, a votar al PP de Extremadura? Ya sé que se puede decir lo mismo del PP en otras comunidades autónomas, pero quizás la extremeña sea la más paradigmática. Desde luego la política económica del PP no es esencialmente diferente de la del PSOE -puede que gestionen mejor, pero nada más- y en algunos puntos está incluso más lejos de la doctrina social de la Iglesia.

En este caso, ni siquiera se puede apelar al mal menor. El PP es incluso un mal mayor que la izquierda en Extremadura, porque se trata de lo más nefasto de la derecha pagana y apóstata. Es peor siempre la copia que el original. El problema es que el voto católico en este país brilla por su ausencia. Y seguirá oculto por muchos años, a menos que de repente a la Iglesia le dé por hacer lo que ha dejado de hacer en los últimos 30 años: orientar de verdad, y no con documentos ocasionales para salir del paso, el voto de sus fieles. Que ya se encargarán luego ellos de seguir o no esas orientaciones.

De momento, y si me equivoco retiraré este párrafo, no recuerdo haber leído una sola palabra a los obispos de la diócesis extremeñas comentando las querencias legislativas del señor Monago. Una de dos. O no les importa -cosa que dudo- o prefieren la comodidad del silencio.

Luis Fernando Pérez Bustamante