14.06.14

Cuatro reflexiones sobre el castigo divino

A las 2:03 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Teología dogmática

Recientemente, varios compañeros de InfoCatólica (José Miguel Arraiz, Néstor Martínez, Fray Nelson Medina OP) escribieron brillantes artículos contra el grave error doctrinal que se comete al afirmar que Dios no castiga. Dada la importancia de la cuestión, quiero realizar un aporte a esta controversia, aunque sea muy modesto.

En primer lugar, recuerdo un breve artículo sobre este tema que publiqué en InfoCatólica hace tres años: Dios castiga. Lo principal que quise transmitir allí es que la existencia del castigo divino es una obviedad en la Biblia, algo que está presente en ella de punta a punta, del Génesis al Apocalipsis.

En segundo lugar, quisiera ilustrar hasta qué punto la tesis de que Dios no castiga es novedosa y contraria a la doctrina católica tradicional. Lo haré citando un viejo catecismo español que, nada menos que al presentar a Dios, enseña lo siguiente:

“¿Quién es Dios? - Dios es nuestro Padre, que está en los cielos, Creador y Señor de todas las cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos.” (Catecismo de la Doctrina Cristiana, Primer Grado, sexta edición, Madrid 1964, n. 7).

Lo que pretendo hacer comprender con esta cita es que la doctrina de que Dios castiga a los malos es una parte tan obvia de la fe cristiana que, hasta hace 50 años, todos los niños católicos la aprendían al principio de su catequesis, generalmente a los 6 o 7 años de edad.

En tercer lugar, subrayo que la doctrina sobre el juicio divino (el juicio particular inmediatamente después de la muerte y el juicio final en la Parusía) es una parte irrenunciable del dogma católico. El juicio final figura incluso en el Credo de los Apóstoles: “desde allí (Jesucristo) ha de venir a juzgar a vivos y muertos”.

Es sabido que en algunos sistemas judiciales existe la figura del jurado, cuya función es determinar la inocencia o culpabilidad de la persona juzgada. Cuando hay un jurado, el juez se limita a dirigir el proceso judicial y, si el jurado encontró culpable al acusado, a establecer la pena que se le debe aplicar. Pues bien, según la Divina Revelación, en el juicio divino Jesucristo actúa como Juez sin jurado. Él mismo absuelve o condena a cada uno y además, cuando corresponde, establece las penas.

En cuarto y último lugar, subrayo que la tesis (a mi juicio herética) de que Dios no castiga puede conducir fácilmente a una noción típica de las religiones hinduista y budista, pero ajena y contraria a la fe cristiana. Me refiero al Karma, una ley impersonal y suprema que determina “mecánicamente” las consecuencias necesarias de los actos humanos buenos o malos, tanto en esta vida terrena, como en las sucesivas vidas de la larga cadena de las reencarnaciones del alma.

En efecto, si las penas (=castigos), temporales o eternas, no son impuestas por Dios, si Él mismo querría evitarlas pero no puede hacerlo, entonces no estamos hablando ya del Dios todopoderoso de la fe cristiana, sino de un ser que, por muy excelso que sea, está él mismo sometido a una ley superior a su voluntad.

Daniel Iglesias Grèzes