21.06.14

¿El regreso de la esclavitud? –2

A las 1:51 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Libros

Reseña del libro: Hilaire Belloc, El Estado Servil, La Espiga de Oro, Buenos Aires, 1945; traducción de la tercera edición del original inglés: The Servile State.

En las Secciones V-IX, el autor se esfuerza para demostrar la tesis del libro: la sociedad industrial, tal como la conocemos, tiende al restablecimiento de la esclavitud.

En la Sección V, Belloc sostiene que el capitalismo es intrínsecamente inestable, una mera fase de transición entre un estado estable anterior y un estado estable posterior. Para explicar esto, Belloc comienza por recordar su definición del Estado capitalista: “Llamamos capitalista a una sociedad en la cual la posesión de los medios de producción está limitada a cierto número de ciudadanos libres, no lo suficientemente grande como para hacer de la propiedad el carácter general de la misma, mientras que los restantes carecen de tales medios de producción y son, por consiguiente, proletarios.” (p. 93).

El autor sostiene que las dos tensiones internas principales que vuelven inestable al capitalismo son: a) el conflicto entre su realidad social y su base moral y legal; b) la inseguridad y penuria a que condena a los ciudadanos libres.

Acerca de la primera tensión interna, Belloc dice que las leyes se aplican generalmente a los pequeños hurtos, pero muchos grandes fraudes causados por la avaricia desenfrenada de unos pocos poderosos no se castigan o no se pueden castigar. Quizás convendría mencionar aquí también la importancia que en muchos países capitalistas tiene el sector informal de la economía, una fuerte realidad social que opera (casi necesariamente) al margen de la ley.

Acerca de la segunda tensión interna, Belloc subraya que la inseguridad propia del capitalismo es sufrida también por los capitalistas (porque la competencia desenfrenada puede hacerles perder su capital), pero afecta sobre todo a los proletarios, sobre los cuales se cierne constantemente la grave amenaza del desempleo, que casi equivale a una condena a la miseria.

Según el autor, la inestabilidad del capitalismo es tal que le impide proseguir hasta su conclusión lógica (que sería, supongo, la competencia perfecta de la teoría económica liberal) y produce un fuerte impulso reformista que tiende a limitar la inseguridad de los poseedores y de los desposeídos del capital.

En la Sección VI, Belloc sostiene que hay sólo tres ordenaciones sociales estables que pueden sustituir al inestable capitalismo: la solución distributiva, la solución colectivista y la solución servil. Empero, dado que ningún reformador preconizará abiertamente la solución de la servidumbre, sólo quedan dos vías abiertas para los reformadores: la solución distributiva y la solución colectivista.

En la Sección VII, Belloc sostiene que el capitalismo tiende mucho más fácilmente al colectivismo que al distributismo. Los conservadores, que preconizan el Estado distributivo, quieren poner la propiedad de los medios de producción (hoy en manos de una pequeña minoría de capitalistas) en manos de la mayoría de los ciudadanos. En cambio los socialistas, que preconizan el Estado colectivista, quieren poner esa propiedad en manos de los gobernantes, para que la administren en beneficio de todos.

Belloc enfatiza que, de las dos escuelas de reformadores, los conservadores son los más prácticos, porque manejan en mayor medida cosas que tienen o han tenido existencia real; mientras que los socialistas son los menos prácticos, porque su ideal no puede ser localizado en ninguna fase anterior conocida y estudiada de nuestra sociedad. Sin embargo, reformar el capitalismo en un sentido colectivista es mucho más fácil que hacerlo en sentido distributivo. Por ejemplo, es mucho más fácil estatizar una gran compañía privada poseída por pocos capitalistas que distribuir la propiedad de esa empresa entre un gran número de accionistas. El autor resume la situación diciendo que, en la sociedad capitalista, los reformadores distributistas (entre los cuales se cuenta él mismo) trabajan “a contrapelo”, mientras que los reformadores socialistas trabajan “a favor del pelo”. El colectivismo parece ser una consecuencia natural del capitalismo, pero en la sección siguiente Belloc sostendrá que la tentativa colectivista está condenada al fracaso y a engendrar en la práctica algo muy diferente de lo que se proponía: el Estado servil. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes