29.06.14

En la muerte de mi madre, Alicia

A las 8:28 AM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

Este pasado viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, de quien era especialmente devota, falleció mi madre, Alicia, a punto de cumplir los cien años de edad.

Como en el caso de mi padre, Dios me ha concedido el extraordinario favor de administrarle los últimos sacramentos y recoger su último aliento mientras le impartía la absolución sacramental y la bendición de Dios. Finalmente he tenido la dicha de presidir la misa de corpore insepulto y el entierro de sus restos junto a los de mi padre.

Me decía un amigo ayer que los sacerdotes tenemos el privilegio de responder al regalo de la vida que nos hicieron nuestros padres con otro mayor: el de administrarles los auxilios de la Iglesia que les permitan entrar en la vida eterna. Qué grande, me decía este amigo. Ella te dio la vida terrenal, tú la has preparado para su llegada a la vida eterna.

¿Quién entrará en la mente de Dios? ¿Quién comprenderá sus designios? Nosotros, como simples mortales, confiamos y esperamos. Pero han sido días de gracia y de esperanza.

Hace días lo venía pensando: qué gran día para morir el del Sagrado Corazón a quien mi madre tenía tanta devoción que nos inculcó a nosotros. En casa no se entraba ni se salía sin saludar al Sagrado Corazón. Tanta devoción que, permitidme el secreto, yo nací durante su novena y por eso el nombre que me impusieron en el bautismo fue el de Jorge del Sagrado Corazón. Ayer, en la misa exequial, aunque era el Sagrado Corazón de María, me permitií volver a repetir la liturgia de la solemnidad del Corazón de Jesús. Seguro que lo comprendieron Madre e Hijo.

Para un sacerdote la mayor satisfacción es acompañar a un católico en su tránsito de este mundo al Padre. Imaginad la paz que te deja hacerlo con la propia madre. Hoy puedo decir que mi madre ha fallecido confortada con los auxilios de la gracia que la Iglesia nos regala. ¿Puede haber una alegría mayor?

Os agradezco a todos el recuerdo y la oración en estos días. Pido a Dios que el día de mi tránsito desde este mundo tenga la suerte de ella: un sacerdote a mi lado que recoja mi último suspiro y me ayude a salir de este mundo confortado por los auxilios de nuestra fe. Que así sea.