29.06.14

Biblia

“13 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: ’¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?’ 14 Ellos dijeron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.’ 15 Díceles él: ‘Y vosotros ¿quién decís que soy yo?’ 16 Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.’ 17 Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos’”.
 

COMENTARIO

¿Quién es Cristo para nosotros?

¡Qué pregunta tan fácil y tan difícil de contestar!

No es, esto, una paradoja ni una afirmación carente de sentido.
El caso es que en tiempos de Jesús cuando lo pregunta el Maestro hay dudas. Es decir, para unos es difícil de contestar porque no saben qué decir. Por eso a unos les parece que Jesús es Elías, otros que el Bautista… en fin, que lo que no abundaba era la claridad sobre la persona del Maestro.

Sin embargo, no todos pensaban así. Al menos uno de ellos, Pedro, parece que sí sabía, que se había dado cuenta de algo más.

Es bien cierto que es posible preguntarse cuáles pueden ser las razones que llevaban a Cristo a preguntar acerca de Él mismo, que quién creía la gente que era.

Lo bien cierto es que Jesús sí sabía quien era y qué había ido a hacer a la Tierra. Sin embargo, no tenía muy claro si los demás también lo sabían y, en verdad, estaba sembrando en campo árido y sin sustancia espiritual. Y, entre los que respondían acerca de que era otra persona ya muerta no podía encontrar a muchos que comprendiesen que era el Mesías. Ellos esperaban otro tipo de persona y otro tipo de Enviado de Dios.

Pero, al menos, no se equivoca en Simón.

Aquel hombre, que luego traicionaría a su Señor aún a sabiendas de que le había profetizado que lo haría, tenía una idea bien formada de la persona de Jesús. No dijo que era un gran Maestro, un hombre sabio y ya está. No. Dijo que era, nada más y nada menos, que el “Hijo de Dios vivo”.

Jesús sabía que aquello que decía a quien pasaría a llamar Pedro, “Piedra” pues iba a construir su Iglesia sobre aquella roca que se mantenía firme ante las opiniones ajenas y sabía que Jesús era quien sabía que era.

Aquel momento de la historia de la aun no nacida Iglesia que luego se llamaría católica, fue importante. Jesús, gracias a aquella respuesta (soplada en el corazón de Simón por el Espíritu Santo y, por tanto, por el mismo Dios, como bien dice el Emmanuel) sabe que Pedro ha de ser el Primus inter pares, el primero entre iguales, entre aquellos que había escogido por Apóstoles. Y, lógicamente, le otorga una serie de derechos sobre los demás: todos son iguales ante Dios pero el encargo de ser el primer Papa lo concede a Pedro y no a otro; atará y quedará atado; desatará y quedará desatado… en el cielo, en la Casa de Dios.

Vemos, pues, que para Pedro era Jesús quien todos habían estado esperando desde que Abrahán siguió la voz de Dios y se adentró en el desierto. Tantos siglos habían pasado desde entonces que, incluso, se había llegado a tergiversar cómo sería el Mesías. Se esperaba uno que fuera un guerrero y que echara al invasor romano de la tierra sagrada que estaba mancillando con su fe pagana. Pero Jesús no era tal tipo de Mesías sino un muy distinto. Es más, cuyo reino no era de este mundo.

Supo, pues, Pedro, quien era Jesús y, por tanto, así le siguió hasta dar su vida por una fe que, a veces, le había hecho dudar o, mejor, que él había escondido por miedo.

Es, pues, este Pedro y no el de las posteriores negaciones, en que vale la pena tener en cuenta. El mismo que luego escribiría que debíamos estar preparados para dar razón de nuestra esperanza. Y él ya lo estaba.

PRECES

Por todos aquellos que no conocen a Cristo.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que, conociendo a Cristo, no lo tienen en cuenta en su vida.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a saber que Cristo, Hijo tuyo, es, en efecto, el Mesías esperado.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán