CARTA DEL OBISPO

VACACIONES, TIEMPO DE SILENCIO

 

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SANTANDER | 26.07.2014


Queridos hermanos:

            Durante el verano, tiempo de vacaciones, muchas personas visitan monasterios  situados en lugares particularmente bellos, en el campo, en los valles de las montañas, a orillas del mar. Estos espacios, donde hombres y mujeres consagran su vida a Dios, unen dos elementos muy importantes: la oración y el silencio. España está llena de estos “oasis del espíritu”, que son los monasterios, algunos muy antiguos; en nuestra Diócesis de Santander tenemos también hermosos monasterios y conventos de monjes y monjas.

            En esta carta pastoral ofrezco unas reflexiones sobre el valor del silencio. El Papa Pablo VI, en su alocución en Nazaret, el 5 de enero de 1964, reflexionaba sobre las enseñanzas de Nazaret: el silencio, la vida familiar y el trabajo.

            Por lo que se refiere a la lección del silencio, escribía el Papa: “Cómo desearíamos que se renovara en nosotros y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve”.

            El gran profeta Elías, en la teofanía del monte Horeb, presenció un huracán, un terremoto y un fuego, pero en esos fenómenos no reconoció la voz de Dios. La reconoció, en cambio, en el susurro de una brisa suave (Cf. 1 Re 19, 11-13). Dios habla en el silencio, pero es necesario escucharlo.

            Los monasterios son oasis, en los que Dios habla a la humanidad. En los monasterios se encuentra el claustro, lugar simbólico, porque es un espacio cerrado, pero abierto hacia el cielo.

            Que Nuestra Señora la Virgen María, mujer del silencio y de la escucha; virgen orante y oferente nos enseñe este verano a amar el silencio y la vida interior.

            Con mi afecto de siempre, gratitud y bendición,

 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander