9.07.14

Cuando los católicos tailandeses se convirtieron en enemigos de la patria

A las 12:33 PM, por Alberto Royo
Categorías : Mártires

A LOS 70 AÑOS DE LA MUERTE DEL BEATO NICOLAS BUNKERD KITBAMRUNG

 

Del continente asiático, que en el siglo XX presenció la muerte de innumerables mártires, se podrían destacar muchos ejemplos de perseverancia heroica en la fe. De especial interés es el caso de poco conocido de los católicos tailandeses, que se refleja en la aventura personal de Nicolas Bunkerd Kitbamrung, misionero y mártir, primer sacerdote tailandés que ascendió a la gloria de los altares.

Nacido el 31 de enero de 1895 en la región de Nakhon Chaisiri, provincia de Nakkon Pathon, a unos 30 km de la capital Bangkok, sus padres, Joseph Poxang y Agnes Thieng, católicos en aquel ambiente budista, lo llevaron a bautizar recién nacido. En el bautismo se le impuso el nombre de Benedict, como aparece en su certificado de bautismo, pero años después, en su ordenación sacerdotal, cambiaría su nombre a Nicolas para evitar confusión con otro sacerdote del mismo nombre en su Congregación. Además de ser educado religiosamente en su casa, Benedict frecuentó desde niño la misión católica, como sus otros cinco hermanos, donde aprendió el catecismo e hizo la primera comunión.

Monaguillo desde pequeño en su parroquia de St. Peter, tenía trece años cuando dijo con firmeza que quería ser sacerdote y fue admitido en el seminario menor “Sacred Heart of Jesus” en Bang Xang, donde hizo sus correspondientes estudios hasta que en el año 1920 fue admitido en el seminario mayor de Penang, en Malasia, diócesis que hacía poco se había independizado de la capital, Kuala Lumpur. Seis años fue alumno de este seminario mayor y cursó en él la filosofía y la Teología, en los que mostró una inteligencia aguda y un carácter un poco testarudo, que pedía a sus formadores le ayudasen a moderar. De regreso a Tailandia fue ordenado sacerdote el 24 de enero del año 1926 en la catedral de Bangkok junto a otros cuatro compañeros por aquel que había sido su párroco en St. Peter y le había bautizado, y ahora había sido nombrado Vicario Apostólico de Siam.

Como primer encargo pastoral fue enviado a ejercer su ministerio en el pueblo de Bang Nok-Khnuek en calidad de coadjutor de un sacerdote de los misioneros de las misiones extranjeras, el P. Durand. Cuando un año después, en octubre de 1927 un grupo de salesianos italianos se hicieron cargo de esta misión, el ahora P. Nicolas continuó con ellos un tiempo dedicado a la catequesis y a enseñarles a los nuevos misioneros la lengua tailandesa, a la vez que él estudiaba chino para poder misionar en otras zonas del país. De hecho, en 1930 le dieron un nuevo encargo que denotaba gran confianza en sus cualidades y en sus virtudes: fue enviado con otro sacerdote a la zona de misión norte del país, primero a Lampnag y después a Chiang Mai, cerca ya de Laos y Birmania, donde numerosos católicos, quizás por falta de asistencia pastoral, habían abandonado la fe formal o prácticamente.

La tarea era difícil porque los cristianos estaban dispersos por muchos poblados y en una zona montañosa, muchos de cuyos pueblos eran de difícil acceso. El P. Nicolas no se arredró ante las dificultades, y a lo largo de siete años visitó casa por casa a todos los cristianos de cuyo abandono religioso tenía constancia y pacientemente los invitó a regresar a la práctica religiosa y al seno de la Iglesia. Construyó también en Chiang Mai una capilla para que facilitar la práctica religiosa de aquellos cristianos y como punto de referencia comunitario. En este tiempo y en este cargo se demostró el extraordinario temple apostólico de este sacerdote, su espíritu de sacrificio y su entrega generosa al ministerio del buen pastor que busca las ovejas descarriadas.

En 1937, con 42 años, se le nombró párroco de Khorat, donde igualmente había cristianos que habían abandonado la fe o la práctica religiosa y su celo logró recuperar a no pocos, instituyendo, además, una catequesis sistematizada para los no cristianos. En este periodo se le encomendó también la parroquia de Non Kaeo. La vida del P. Nicolás era ejemplar a los ojos de la comunidad cristiana y aun de los no cristianos que veían su mansedumbre y buena voluntad en todas las cosas. La misa diaria, el breviario, el rosario, la oración asidua y su fervorosa devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María alimentaban su sincera piedad y su continua dedicación al bien de las almas. Cuidaba con mucho interés el catecismo de los niños y fomentaba en ellos la piedad así como las señales de vocación sacerdotal o religiosa.

Hombre práctico, se dio cuenta que la causa del abandono de la práctica religiosa de muchos cristianos de aquella época estaba en la pobreza, que hacía que los padres de familia tuviesen que ir a otras partes del país en busca de trabajo, para lo que dejaban a sus hijos al cuidado de los vecinos, que en muchas ocasiones no eran cristianos y así se interrumpía la transmisión de la fe de padres a hijos. Por ello, además del cuidado espiritual, trabajó para elevar el nivel de vida de los habitantes de aquella región.

Llegada la guerra entre Francia e Indochina, la situación de los católicos en Tailandia, país que se vio afectado por la guerra, se volvió difícil. Este conflicto se retrotraía al siglo XIX, en el que Francia había conquistado una colonia en Indochina -que hoy está formada por Camboya, Vietnam, Laos, Birmania y Tailandia- compuesta de diversos territorios: Vietnam (Tonkin, Annan, Conchinchina), Laos y Camboya. Ocupado el territorio por los japoneses en 1941, la guerrilla comunista del Viet-minh, dirigida por Ho Chi Minh, proclamó el nacimiento de la República Democrática de Vietnam el 2 de septiembre de 1945, paralelamente a la capitulación japonesa. De Gaulle respondió enviando tropas al mando del general Lecrec para restaurar la soberanía francesa sobre el territorio. Tras un frustrado acuerdo, los disturbios estallan en el otoño de 1946.

La guerra había comenzado. En un principio, la guerra tenía el carácter de una guerra colonial. Francia, ante la mirada distante u hostil de las dos grandes potencias, trató de restablecer el control sobre Indochina. Para ello concedió al antiguo emperador Bao Dai la independencia de un Vietnam que quedaría integrado en la Unión Francesa. La guerra, sin embargo, entraba de lleno en el marco de la guerra fría tras la victoria comunista en China en 1949 y la Guerra de Corea. Apoyados por los chinos, el Viet-minh se convirtió en un moderno ejército comandado por el legendario general Giap. Pese a la ayuda financiera norteamericana, las tropas francesas terminaron siendo derrotadas en el 7 de mayo de 1954 en Diem Bien Fu.

Francia se vio forzada a la negociación y finalmente se llegó a los Acuerdos de Ginebra en 1954. Laos y Camboya accedieron a la independencia y Vietnam quedaba dividido en una línea de armisticio en el paralelo 17º. El Norte quedaba bajo control del Viet-minh y el Sur bajo el dominio de nacionalistas anticomunistas. Los Acuerdos recogían la previsión de que en dos años se celebrarían elecciones libres para reunificar el país. Esas elecciones nunca tuvieron lugar y fue la guerra la que continuó dominando durante muchos años la península de Indochina.

Ya antes de la guerra, con la ocupación japonesa del 1941, se empezó no solamente a sospechar de los misioneros franceses, sino también a mirar con malos ojos a los tailandeses conversos al cristianismo, a quienes se veía como traidores a su cultura y a su patria, pues ya desde el siglo XVII la evangelización de Siam había sido llevada a cabo por la Sociedad de Misiones Extranjeras francesa. Durante siglos los Vicarios Apostólicos de Siam habían sido franceses y popularmente se tenía a los cristianos como filo-franceses, por lo que se dieron medidas persecutorias que buscaban que los fieles abandonaran la religión y volvieran al budismo, la religión propia del país. Para ello, surgieron los grupos llamados “Thai Blood”, que hacían como de policía étnica bajo el lema: “Una nación, una religión”, referida al budismo. Amenazaban a los católicos, empleando una serie de tácticas, como era el negarse a venderles comida o a comprarles cualquier tipo de productos, impedirles usar los transportes públicos, etc.

Poco a poco el ambiente se fue enrareciendo cada vez más, llegándose a auténtica persecución, se cerraron las escuelas católicas y a sus alumnos se les obligó a recitar oraciones budistas en las escuelas públicas, expulsándoles si se negaban a hacerlo. Se cerraron los seminarios, hubo destrucción de iglesias, ornamentos, estatuas sagradas y libros litúrgicos, y cuando se acudía a la policía a denunciar estos hechos delictivos, ésta no hacía caso, y las autoridades afirmaban que la persecución no existía. Pronto empezó también la detención y asesinatos de católicos, comenzando por religiosos franceses, y después también del lugar.

El P. Nicolas, que a pesar de la persecución seguía ejerciendo su ministerio para confortar espiritualmente a los pocos católicos que no se habían dispersado, fue detenido junto con ocho feligreses que habían acudido a su Misa el 12 de enero de 1941 por la mañana temprano, con la excusa de no haber respetado el toque de queda que las autoridades habían establecido.
Nuestro misionero fue recluido en la cárcel de Khorat, para después ser trasladado a la cárcel militar de Bang Kwang, cerca de Bangkok, donde empezó a pasar numerosas penalidades. Llevado ante un tribunal militar y, falsamente acusado de conspirar contra la nación, fue condenado a quince años de confinamiento vigilado, sin posibilidad de apelación. Encerrado en una celda inmunda, muy pronto pudo verse que se le había declarado la tuberculosis, por lo que fue destinado a la zona de tuberculosos. El mal trato, incluso físico, las burlas, el desprecio que sufrió muchas veces lo llevó con ánimo paciente. Apoyado espiritualmente por la oración y por el rezo diario del breviario y el rosario, aprovechó para anunciarles a Jesucristo a sus compañeros de prisión y logró algunas conversiones.

No perdió la serenidad ni la confianza en Dios y no dejó de manifestar que perdonaba a sus agresores y que estaba disponible para lo que Dios quisiera de él: “Rezo siempre al Señor para que perdone la culpa de los testigos falsos que me han acusado falsamente, siguiendo el ejemplo de nuestro divino Maestro, Jesús”, escribió en una carta desde la cárcel”. Su obispo, el mismo que años atrás había sido su párroco y al que las autoridades no se habían atrevido a tocar por el escándalo internacional que se hubiese provocado, intentó por todos los medios sacarlo de la cárcel, pero no hubo manera; solo consiguió mandarle libros y revistas para aliviar su encarcelamiento, después de mucho pelear con los directores de la cárcel.

Para su tuberculosis no recibió cuidado ni medicina alguna, de modo que poco a poco la enfermedad se fue apoderando de su organismo. Ni siquiera se permitió al obispo el visitarle para administrarle los últimos sacramentos, a pesar de pedirlo a todas las instancias oficiales posibles. Esta medida de total aislamiento, que era inusualmente cruel, parece se debió a su actividad apostólica entre otros prisioneros, que fue vista con mal ojo por las autoridades. Además de su tuberculosis, testigos presenciales afirman que como castigo aprovechaban al P. Nicolas para trasfusiones de sangre a soldados enfermos, en cantidades mayores de las que sacaban de otros presos, lo cual contribuyó a debilitarle todavía más.

Justamente a los tres años de su detención, el día 12 de enero de 1944 moría en la cárcel a causa de su enfermedad, expirando con la muerte de los justos y bendiciendo al Señor. Tras morir, otros compañeros sacerdotes de la cárcel lo revistieron con vestiduras sagradas que pudieron conseguir; pero los guardias de la cárcel se las quitaron y dejaron el cadáver solamente en ropa interior. Su muerte no fue comunicada al obispo hasta cuatro días después de la muerte y entierro por parte de las autoridades de la prisión en los terrenos de un templo budista. La Iglesia de Tailandia, curtida en la persecución, conservó la memoria de este pastor insigne y de su muerte martirial. Su obispo tuvo que pedir varias veces permiso hasta que le concedieron el exhumarle y enterrarle en terreno cristiano, concretamente en la catedral de Bangkok, en la que había recibido la ordenación sacerdotal.

Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el día 5 de marzo del año 2000, en una gran ceremonia dedicada a varios mártires en el contexto del Gran Jubileo de la Redención. En la homilía, refiriéndose a este grupo de mártires, dijo el Papa: “Sí, el Todopoderoso fue su valioso apoyo en el tiempo de la prueba, y ahora experimentan la alegría de la recompensa eterna. Estos dóciles servidores del Evangelio, cuyos nombres están escritos para siempre en el cielo, aunque vivieron en períodos históricos distantes entre sí y en ambientes culturales muy diversos, tienen en común una experiencia idéntica de fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Los une la misma confianza incondicional en el Señor y la misma pasión profunda por el Evangelio.”