Heliodoro Picazo es misionero de la Diócesis de Albacete, en una zona marginal de la ciudad de Guatemala. A vuelto a la misión tras pasar unos días en Albacete para ver a la familia, nos cuenta cuál es su labor en Guatemala. Nos dice que se encuentra contento y feliz allá, a la vez que nos pide “una oración por todos los misioneros y para que todos seamos fieles a nuestra vocación cristiana: que lo que hagamos, estemos dónde estemos, lo hagamos bien, como Dios espera de nosotros y como necesitan también las personas”.

-Heliodoro, cuéntanos, ¿Qué haces allí?

-La ciudad de Guatemala tiene unos cuatro millones y medio de habitantes; somos unos cuatrocientos sacerdotes y hay mucha zona marginal –donde viven unos dos millones de personas, quizá más-. Vivimos en los barrancos. Yo estoy de vicario en una parroquia, entre chabolas, mucha pobreza, mucha fe, mucha esperanza y mucha alegría, sobre todo en la vivencia de la fe y de la religión.

-¿Cómo te encuentras en Guatemala?

-Me encuentro contento y feliz, la verdad. Ahí no hay tiempo para aburrirse ni para decir qué solo estoy. Desde la fe, las personas te cuentan sus problemas, muy grandes y difíciles ante los que uno siente la impotencia, pero dando una palabra de ánimo, de fe y de esperanza. La gente tiene necesidad de ir a la adoración al Santísimo Sacramento, todos los jueves, de estar un rato con el Señor, de confesar, de sentirse comunidad y sentirse pueblo. Estoy a gusto y contento, sobre todo por el acompañamiento de los grupos, de las catequistas, de todas las personas que viven su fe y que nos enseñan a nosotros, misioneros y sacerdotes, a vivir la fe, porque nosotros la conocemos, pero pasarla por el corazón, la pasa el pueblo y la pasa el pobre.

-Veis que el mensaje de Jesús sigue siendo motivo de esperanza. Y el Papa es de Latinoamérica.

-A los sacerdotes y a los laicos que se extrañan por cosas que hace el Papa Francisco, les digo que esas cosas son las que él estaba haciendo allá: él iba en camioneta, en autobús como voy yo; con su clériman y sus zapatos gastados, con su maletín… eso lo ha hecho siempre, no lo hace ahora porque sea el Papa y porque quiera darnos ejemplo de humildad. De siempre, él, humilde y sencillo, como suelen ser los pastores y como solemos ser y tenemos que ser, cada día más, los sacerdotes, con la cercanía al pueblo y un lenguaje que se entienda y palabras sencillas, y sobre todo, con una experiencia, un testimonio de vida, que es lo que necesita nuestro mundo y lo que necesita también nuestra Iglesia.

-Heliodoro, ¿Cuánto tiempo llevas de misionero?

-Me fui con 32 años, en el año 88, a Guatemala y estuve en Petén, trece años. He estado también en otra zona de Guatemala, fría, distinta, solamente con indígenas, sólo un año, porque murió mi madre y vine a cuidar a mi padre durante los seis años que él vivió, y ahorita llevo dos años en esa zona marginal de la capital, que para mí es mucho más duro que la selva, aunque pueda parecer lo contrario.

-En Albacete has visitado muchos lugares y recibido ayuda para la misión, que hará mucho bien.

-Sí. En Peñas de San Pedro tuvimos el certamen solidario, y aunque estaba lloviendo, la gente vino y ayudó. Cualquier gesto de generosidad, en estos momentos también difíciles aquí en España, se valora más y vemos que la gente es más solidaria. Y siempre, el Ayuntamiento de Lezuza me ayuda un poquito para compartir allá en la educación. También personas de forma particular y amigos. Y como la casa de la Iglesia abarca Guatemala, África… a todo el mundo, pues aunque no trabajemos aquí, la Iglesia de Albacete se siente solidaria y con el dinero que recibimos de la Diócesis, ayudamos también para la educación, la sanidad y a las personas que necesitan de nuestra ayuda para salir adelante.

-Vuelves a la misión, ¿Qué mensaje nos dejas?

-Que desde nuestra oración, desde nuestra fe, nos sintamos, todos, lo que somos: misioneros, porque la esencia de la Iglesia y de cada uno de los cristianos es ser misioneros, es decir, que con nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra honradez y responsabilidad, con lo que hacemos, tenemos que manifestar esa fe que nos llama a todos, desde el Bautismo, a la Santidad. La vocación es para todos: ser buenas personas, ser buen padre de familia, ser buen estudiante, ser buen joven, ser buen sacerdote, ser buena religiosa… en lo que creemos que el Señor nos ha llamado y que estamos haciendo, que lo hagamos bien, como Dios espera de nosotros y como necesitan también las personas.

(Diócesis de Albacete)