24.07.14

El matrimonio cristiano es cosa de tres

A las 6:13 PM, por Luis Fernando
Categorías : Espiritualidad cristiana

 

El Vicario de Cristo ha querido que la Iglesia celebre un Sínodo extraordinario sobre la familia. Quiera Dios que sea provechoso para el bien de su pueblo y para ser luz en medio de un mundo que vive en tinieblas. Son muchos los temas a tratar en el Sínodo, pero creo que conviene reafirmar la verdad sobre el verdadero amor conyugal y la importancia de la gracia como fuente inagotable de vida.

Seamos claros. El enamoramiento y la pasión son algo muy bonito, pero el verdadero amor solo lo puede poner Dios. Y es Él quien lo sostiene cuando aquellos desaparecen. Por eso hay tantas separaciones. Si no dejamos que el Señor tome control del matrimonio, este se desmorona.

No hay crisis matrimonial que dure si ambos cónyuges se ponen en manos de Dios y dejan que Él sane las heridas y restaure lo que el pecado ha destruido. Una verdadera pastoral familiar debe centrarse en recuperar para el matrimonio la primacía de la gracia que se nos da en el sacramento.

Sin gracia, somos un barco a la deriva que naufragará irremediablemente. Con gracia, somos como el barco en medio de una tormenta que tiene como pasajero a Cristo. En cuanto clamamos a Él, se levanta, da una voz y los vientos se calman y las olas desaparecen.

Ahora que tantos novios llegan al matrimonio tras haber vivido en pecado, es imprescindible indicarles que solo la santidad salvará su relación cuando lleguen malos tiempos. Y que si no dejan que Dios sea el que tome las riendas, su voluntad humana se mostrará absolutamente incapaz de mantenerles unidos.

Una relación que parte de una situación de pecado, el de la fornicación, tiene que purificarse mediante el sacramento de la confesión antes de pasar por el altar. Y para que el sacramento de la confesión sea eficaz, debe de darse verdadero arrepentimiento, propósito de enmienda y penitencia. De lo contrario, corremos el peligro de convertir a Dios en una especie de testigo cualificado de una relación pecaminosa en vez de ser Aquél que realmente obra la unión de los cónyuges.

No se trata de cerrar las puertas de la gracia sacramental matrimonial a quienes pecan durante el noviazgo. No se trata de señalarles con el dedo acusador para condenarles. Se trata de que entren en la vida conyugal siendo conscientes de que Dios y su gracia son el cemento de dicha unión.

Como dice el Eclesiastés: “Si uno es agredido, serán dos a defenderse, y la cuerda de tres hilos no es fácil de romper” (Ecl 4,12). En el matrimonio Dios es el tercer hilo que hace que la cuerda sea irrompible. No intentes crear una familia cristiana sin Él. Es imposible.

Luis Fernando