4.08.14

 

El 19 de enero del 2010, Benedicto XVI aseguró que la Iglesia Católica está comprometida de forma irreversible con el ecumenismo. Anteriormente, el 18 de julio del 2008, había afirmado que “el camino del Ecumenismo apunta, definitivamente, a una celebración común de la Eucaristía”. Con ello no hacía sino seguir los pasos de sus inmediatos antecesores en la Silla de Pedro. Por su parte, el papa Francisco ha hecho gestos ecuménicos significativos. Entre sus declaraciones, quisiera resaltar las que hizo durante la visita a Roma del patriarca de los armenios, Karekin II. Dijo el Santo Padre:

El ecumenismo del sufrimiento, el ecumenismo del martirio, el ecumenismo de la sangre son un poderoso recordatorio para caminar por el camino de la reconciliación entre las Iglesias, con determinación y abandono confiado al Espíritu.

Dando por hecho que no hace falta explicar ni justificar el ecumenismo con los orientales, ya sean los ortodoxos, ya sean los no calcedonianos e incluso los nestorianos, sí me parece oportuno que en relación a los protestantes tengamos muy presente que hay unas diferencias abismales, dependiendo de quién tengamos delante.

Me explico. No es lo mismo pretender el ecumenismo con estos tipos:

Suecia: eligen obispa luterana a una lesbiana con pareja

EEUU: Iglesia Luterana Evangélica elige a su primer obispo abiertamente gay

Polémica por nombramiento de lesbiana como obispo de la iglesia Anglicana

La Iglesia Episcopaliana ya tiene su obispa lesbiana

Que pretenderlo, y desear su éxito, con hermanos separados como este:

O este:

La diferencia es la misma que va de intentar entablar comunión con Satanás, entendiendo obviamente que Dios puede conceder la gracia del arrepentimiento a los primeros, a intentar entablar plena comunión con aquellos a los que Dios ya nos ha dado como hermanos y en quienes quiere obrar para conceder el supremo tesoro de la plenitud de la fe en su Iglesia, que es la nuestra.

Con los primeros hay que empezar por reconocer que no son ni siquiera cristianos. Con los segundos, sabemos que ya tenemos algo en común fundamental. La condición de hijos de Dios.

Y bien estará que recordemos la advertencia de San Pablo:

No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?
(2 Cor 2,6-14-15)

O la de Judas:

A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.
(Jud 22-23

 

Paz y bien.

Luis Fernando Pérez Bustamante