7.08.14

El sábado de Cristo y para Cristo

A las 12:34 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

Jesús y el sábado

Gracias a los amables lectores de este blog de InfoCatólica de tanto en tanto sugieren que escriba sobre algún tema. En concreto, a la pregunta de uno de ellos sobre el si el que esto escribe lo había hecho alguna vez sobre el sábado, sobre el tema del sábado, en Jesucristo y a la respuesta de que eso nunca lo había hecho surgió, de inmediato, la necesidad de cubrir tan notable falta.

Bien podemos decir, con el título de este artículo, que el sábado, desde que el Hijo de Dios vino al mundo, no es lo mismo; tampoco que lo fuera para el mismo Emmanuel.

El sábado, tal día de la semana de siete dias, tenía un significado más que importante para el pueblo judío. Era el día de descanso porque Dios lo había hecho un tal día como un sábado y así había mandado que se descansase. Por eso quien había sido elegido como comunidad religiosa transmisora de la Ley de Dios no podía hacer otra cosa, a su entender, que respetar totalmente el tal día. Y a fe que lo hacían.

Traemos aquí tres momentos particularmente relacionados con el sábado judío. Todos ellos se encuentran en el libro del Éxodo y, aunque no sigan un orden, digamos, de situación en tal libro, bien muestran lo que queremos decir.

 

Primer momento

Cuando Dios entregó a Moisés su divina Ley a la que llamamos “Los Diez Mandamientos” quedó dicho, en un momento determinado (Éx 20, 11)

“Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado.”

Segundo momento

Éxodo 16, 23

“Él les respondió: ‘Esto es lo que manda Yahveh: Mañana es sábado, día de descanso consagrado a Yahveh. Coced lo que se deba cocer, hervid lo que se tenga que hervir; y lo sobrante, guardadlo como reserva para mañana.’”

Éxodo 16, 25-26

“Dijo entonces Moisés: ‘Hoy comeréis esto, porque es sábado de Yahveh; y en tal día no hallaréis nada en el campo. 26 Seis días podéis recogerlo, pero el día séptimo, que es sábado, no habrá nada.’”

Éxodo 16, 29-30

“’Mirad que Yahveh os ha puesto el sábado; por eso el día sexto os da ración para dos días. Quédese cada uno en su sitio, y que nadie se mueva de su lugar el día séptimo.’ Y el día séptimo descansó el pueblo”.

Tercer momento

Éxodo 31, 13-18

“Habla tú a los israelitas y diles: No dejéis de guardar mis sábados; porque el sábado es una señal entre yo y vosotros, de generación en generación, para que sepáis que yo, Yahveh, soy el que os santifico. Guardad el sábado, porque es sagrado para vosotros. El que lo profane morirá. Todo el que haga algún trabajo en él será exterminado de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará; pero el día séptimo será día de descanso completo, consagrado a Yahveh. Todo aquel que trabaje en sábado, morirá. Los israelitas guardarán el sábado celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua. Será entre yo y los israelitas una señal perpetua; pues en seis días hizo Yahveh los cielos y la tierra, y el día séptimo descansó y tomó respiro.

 

Podemos ver, por tanto, qué significaba tal día para el pueblo judío pues, en tal sentido, actuaba.

Así, por ejemplo, para el pueblo judío, en el sábado…

Éxodo 20, 10-11

“El día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado”.

O bien

Éxodo 35, 3

“En ninguna de vuestras moradas encenderéis fuego en día de sábado.”

Sabemos, además, que se fueron añadiendo otros muchos preceptos relacionados con la interpretación, digamos, extensiva, del concepto de “sabath” y eso encorsetó el verdadero significado del descanso en tal día de la semana que, si bien, había sido establecido por Dios como un tal momento temporal no es menos cierto que la Ley del Creador tenía un sentido completo que Alguien tenía que poner sobre la mesa.

Por eso, cuando Cristo vino al mundo a predicar la Ley de Dios y para que se cumpliese hasta la última tilde de la misma, las cosas tenían que cambiar. Y a fe que cambiaron para Él y para sus discípulos.

Así, por ejemplo, un caso como el que recoge el Evangelio de San Marcos (2, 23-28) es el que se provocaba que muchos tuvieran cierta inquina contra Jesús:

“Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: ‘Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?’ El les dice: ‘¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?’ Y les dijo: ‘El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado.’”

Es seguro que aquellos que censuraban la conducta de los discípulos de Jesús no ignoraban lo que decían las Sagradas Escrituras acerca de los panes de la presencia. Sin embargo, parece que ignoraban que Aquel era mucho más que el mismísimo rey David y, por serlo, era, además, “señor del sábado”. Pero es que era de pensar, de lógica caridad y misericordia, que no se pudiera permitir que una persona, por ejemplo, muriera de hambre por no recoger (como este caso) espigas del campo. Es bien cierto que aquellos que caminaban con Jesús no se iban a morir de hambre en aquel momento pero podía darse el caso de que sí sucediera eso. Y ante tamaña situación ¿debía prevalecer la norma que decía que no se podían arrancar espigas en sábado?

En realidad, bien cierto era que Jesús había venido a procurar que se cumpliera la Ley de Dios. Y, siendo la primera norma de la Ley divina la de la caridad, no es poco cierto que la misma prevalecía sobre la del sábado pues siendo Dios Amor lo era con todas las consecuencias de lo que eso significa pero, como primera de ella, por el significado elemental del Amor y la Caridad.

El sábado, pues, debía ser respetado pues era norma de Dios. Pero eso no podía impedir que se hiciera lo bueno si eso suponía inflingir el sentido estricto del descanso sabatino.

Pero es que Jesús, que era consecuente con lo que decía acerca de la Ley de Dios, “caía” muchas veces en aquella infracción de la severa norma “humana” que no comprende el sentido profundo de la Ley divina.

Así, por ejemplo, el Evangelio de San Lucas recoge otra “osadía” de Jesús que decide curar a una mujer enferma (13, 10-17)

“Estaba un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: ‘Mujer, quedas libre de tu enfermedad.’ Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: ‘Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado.’ Replicóle el Señor: ‘¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?’”.

Pero hay más ejemplos de lo que significaba, para Jesús, aquel sábado que, a fuerza de haber establecido normas sobre la norma de Dios había acabado siendo esclerotizado. Es ahora el Evangelio de San Juan (5, 2-10). Otro desdichado enfermo se encuentra con Jesús que tiene a bien echarle una mano en su enfermedad. Y lo cura.

Dice esto el texto:

“Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el Ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier mal que tuviera. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: ‘¿Quieres curarte?’ Le respondió el enfermo: ‘Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo.’ 8 Jesús le dice: ‘Levántate, toma tu camilla y anda.’ 9 Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día. 10 Por eso los judíos decían al que había sido curado: ‘Es sábado y no te está permitido llevar la camilla.’”

A este respecto, cualquiera podría decir que aquí no se trata de acusar a Jesús de curar en sábado sino de hacerlo con aquel pobre hombre que comete el delito de cargar con su camilla. Sin embargo, es fácil imaginar lo que pasaría luego. Y es que pasó (Jn 5, 12):

“Ellos le preguntaron: ‘¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?”,

pues ellos buscaban al verdadero “culpable” de que un enfermo cargara con su camilla de paralítico ya que era el origen primero de la infracción.

Por eso (Jn 5, 16):

“Los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado”.

Vemos, por tanto, que para Jesús había algo mucho más importante que el tener en cuenta el respeto del sábado. Él lo respetaba pues era Ley de Dios pero comprendiendo lo profundo de la norma del Creador sabía que aun estaba por encima de tal norma el fomento y ejercicio de la Caridad. Digamos que el Amor debe sobrenadar sobre cualquier otra situación perjudicial para quien así lo estuviera sintiendo o sufriendo.

A este respecto seguro que es posible poner más ejemplos pues es más que probable que, además de los que están reflejados en las Sagradas Escrituras habrá otros muchos que no acabaron entre las líneas de los Evangelios pero que apuntaban a que Jesús tenía un concepto muy distinto de lo que era el sábado.

Tal es así que, una vez resucitado en domingo y en domingo haberse aparecido a sus discípulos, aquellos y ahora nosotros mismo celebramos el Día del Señor, precisamente, en domingo. Y a nadie se ha ocurrido decir que no se pueda hacer el bien en tal día de la semana. Es más, es más que recomendable hacerlo pues recordamos, de forma muy especial, a quien dio su vida por cada uno de sus hermanos, la humanidad entera y mostró tener un sentido del deber filial y del Amor a tener en cuenta. Y eso está más que en contra de no hacer esto o lo otro por respeto a una esclerótica norma, al fin y al cabo, humana.

Sobre esto, el Catecismo de la Iglesia católica nos dice lo siguiente:

“El domingo, plenitud del sábado

2175 El domingo se distingue expresamente del sábado, al que sucede cronológicamente cada semana, y cuya prescripción litúrgica reemplaza para los cristianos. Realiza plenamente, en la Pascua de Cristo, la verdad espiritual del sábado judío y anuncia el descanso eterno del hombre en Dios. Porque el culto de la ley preparaba el misterio de Cristo, y lo que se practicaba en ella prefiguraba algún rasgo relativo a Cristo (cf 1Co 10, 11):

‘Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte’ (San Ignacio de Antioquia, Epístola ad Magnesios, 9, 1).

2176 La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de ‘dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres’ (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 122, a. 4). El culto dominical realiza el precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y espíritu recoge celebrando cada semana al Creador y Redentor de su pueblo.”

Por tanto, frente a lo que había acabado siendo una fiesta frustrante y perversa por la prohibición de hacer cosas absolutamente ordinarias (como, por ejemplo, encender fuego) en el que sobre el recuerdo de la Creación y del descanso de Dios se le habían añadido un exceso de cargas humanas, Jesús propugna el poder, el suyo, sobre tal día de la semana. Pero, en realidad, lo que hacía era liberar, tratando de que se comprendiera lo que decía y hacía, a todo judío que tuviese a Dios, de verdad, por encima de todas las cosas. Y si en el Creador prevalecía el Amor, lo mismo debía acaecer en el corazón de sus hijos.

Jesús transforma, así, el sentido errado que se le había dado al sábado por parte de los poderosos que, a lo largo de los siglos desde que los libros sagrados recogiesen aquellos mensajes de Dios, había terminado por tergiversar el verdadero sentido del mismo. Y, además, había hecho efectivo, y real el significado de lo que el Todopoderoso había querido mostrar descanso aquel día.

Eleuterio Fernández Guzmán