12.08.14

Un amigo de Lolo - Mártires de Cristo y por Dios

A las 1:07 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Mártires de Cristo y por Dios

“ Benditos los que sois flagelados por el nombre de Dios. Porque a Él no se le pasa ni una brizna de vuestro martirio”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (695)

¡Qué cierto es aquello que dijera Jesús acerca de que sus discípulos iban a ser perseguidos! ¡Y perseguidos, muchas veces, incluso, por miembros de sus propias familias!

El caso es que Jesús era perfectamente consciente de lo que le iba a pasar; además, sabía que era lo que le tenía que pasar. Pero es que lo aceptó con gallardía y sentido fiel a la voluntad de su Padre.

Fue, pues, consecuente con la misión que le había asignado el Todopoderoso o, por decirlo pronto, Él mismo siendo Dios.

Como toda criatura humana es hijo de Dios forma parte, pues, de la familia que el Creador creó. Así, todos somos hermanos del Hijo del hombre, llamado también Emmanuel en palabras del Ángel Gabriel.

Jesús era, pues, consciente de lo que a Él le concernía. Pero no lo era menos de lo que iba a concernir a quien osara seguirle. Y es que era una osadía ir tras quien no tenía ni donde recostar la cabeza y, además, para no ser traidor, lo decía y avisaba. Y sabía, por tanto, que al igual que iba a ser perseguido, otro tanto pasaría con sus discípulos. Así fue y así es hoy día, más de veinte siglos después de que Quien había amado hasta el extremo fuera perseguido hasta la misma muerte de Cruz.

Bien. Él lo sabía. Y pasó. Fue perseguido y somos perseguidos.

Decir que es un timbre de honor ser perseguidos en nombre de Cristo y en el nombre de Dios quizá pueda parecer locura para el mundo pues el mundo tiene un concepto muy diferente del vivir y del hacer. Sin embargo, para nosotros, hermanos de Cristo y discípulos del Mesías, es algo que nos honra y por eso nos produce gozo ser perseguidos por tales causas.

Puede esto parecer actitud masoquista o algo por el estilo. Y es que bien sabemos, porque está escrito, que el mundo nos ha de odiar. Pero también sabemos que no ha de prevalecer el mundo sobre la Iglesia fundada por Cristo que luego se llamó católica y, al fin al cabo, sobre Cristo.

Por otra parte, hoy día hay muchas formas de ser flagelados. Así, la clásica muerte física (como extremo de la flagelación o resultado de la misma o acción similar) por causa de la fe cristiana está al orden del día y se constata muchas veces (seguramente mientras se lee esto algún hermano en la fe habrá dado su vida por Cristo). Pero existen otros dolores causados por la sutiliza que tiene el poder establecido en zaherir nuestra fe de muchas e imaginativas formas. La hace, así, de menos. Y así lo hace porque tiene intención de provocar el arrinconamiento de unas creencias que, basándose en el amor, han procurado lo mejor para el devenir de la humanidad que ¡así se lo paga!

Sufrimos, es verdad, por tanto como se hace contra la fidelidad a Dios y contra las creencias que germinaron en nuestro corazón cuando allí se plantó la semilla de la fe; sufrimos, es verdad, y procuramos poner la otra mejilla porque es enseñanza del Mesías hacerlo así.

Sin embrago, nos sustenta saber que tenemos un Protector que siempre nos auxilia y nunca olvida nuestros pesares por tal causa originados.

¡Y es que, además, por eso somos bendecidos por Cristo!

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán