17.08.14

Biblia

“21 Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. 22 En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: ‘’¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.’ 23 Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: ‘Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.’ 24 Respondió él: ‘No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.’ 25 Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: ‘¡Señor, socórreme!’ 26 El respondió: ‘No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.’ 27 ‘Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.’ 28 Entonces Jesús le respondió: ‘Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.’ Y desde aquel momento quedó curada su hija.

COMENTARIO

Lo poco de Dios es inmensidad para sus hijos

A Jesús le seguía mucha gente.

Hoy día podríamos decir que era un líder y que, por eso mismo, de entre las personas que iban, literalmente, tras Él, muchas lo harían, precisamente, por ser alguien con fama ganada por lo que hacía pero que, en verdad, tenían poca fe. Los llamaba, más bien, la aureola del extraordinario hacer de Cristo.

Todas las personas, sin embargo, no eran así. Gracias a Dios, que infundió en ellas la creencia y la confianza en Él mismo como Creador y supieron escuchar, en su corazón, la llamada, bastantes de sus contemporáneos estaban, en efecto, con el Hijo de Dios porque sí creían en el mismo.

Creer, como sabemos, no es cosa baladí o de poca importancia. No lo es porque supone, en primer lugar, poner la confianza y el corazón en Alguien; en segundo lugar, porque hacer tal cosa tiene, ha de tener, consecuencias, en la vida del creyente o de quien confía. No se tiene fe, por lo tanto, si sólo hay un acatamiento a la voluntad de Dios de palabras para afuera pero, en realidad, no se es consciente de llevar el Espíritu del Creador en el corazón.

La mujer cananea no se quedó en su casa esperando el paso de Jesús sino que salió a su encuentro porque dice el texto “una mujer cananea, que había salido de aquel territorio” (se refiere a Tiro y de Sidón). Por tanto, necesitaba encontrar a Jesús porque sabía que su hija quedaría curada. Tenía confianza en aquel hombre del que se decía que tanto bueno hacía por donde pasaba.

Los discípulos quieren, por decirlo así, acabar pronto con aquel problema que llevaba gritando desde hacía un rato. Actuaban mundanamente porque no comprendía la forma de pensar del Maestro.

Cristo espera. Aquella mujer no era israelita. Sin embargo, confía en la bondad de Jesucristo. Insiste en su petición al Hijo de Dios que, a pesar de que, como él mismo dice, había sido enviado para salvar a las ovejas descarriadas de la casa de Israel y la mujer que le rogaba no era de tal nación, bien sabía Cristo que no iba a hacer de menos la Misericordia y el Amor de Dios. Pero espera a que la mujer manifieste si, en verdad, tiene o no tiene fe.

Creer, tener fe, lo demuestra la mujer cuando le dice a Jesús que basta con un poco de su voluntad para curar a su hija. Al igual que le pasara a la mujer que sufría hemorragias de sangre y que estaba segura que tan sólo con tocar un poco el manto que llevaba Cristo iba a quedar curada, la madre sufriente confía en que por muy poco que pueda decir el Maestro, su hija quedaría curada.

Y, como la levadura que es poca cosa pero ayuda a la masa a crecer y hacerse grande, de lo poco de Cristo salió lo hermoso y gozoso. Quedó curada la hija endemoniada y así lo fue porque su madre tuvo fe haciendo, además, que el Amor de Dios no se limitara a aquellas ovejas extraviadas del pueblo elegido sino que se extendiera a todo ser humano sufriente y dolido por su vida o circunstancias.

En realidad, aquella mujer pedía poco (sólo las migajas del poder de Dios) porque sabía que era más que suficiente. Su confianza pudo más que nada.

PRECES

Por todos aquellos que no confían en el poder de Dios

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no esperan nada de la bondad y misericordia de Cristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a perseverar en nuestra fe.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán