22.08.14

Si nos matáis, os protegeré de manera especial desde el Cielo


Entre los que sufrieron muerte violenta el 22 de agosto de 1936, han sido beatificados siete: el obispo de Ciudad Real —Narciso de Estenaga y Echevarría, octavo asesinado durante la guerra— y su secretario Julio Melgar, en Tarragona tres sacerdotes seculares de Montblanc y dos terciarias capuchinas en la provincia de Valencia.

Los sacerdotes de Montblanc, asesinados por la espalda

Josep Roselló Sans, de 52 años, desempeñó el cargo de beneficiado en su pueblo natal, Montblanc (Tarragona), desde que se ordenó sacerdote en 1908. El 22 de julio, estando los otros dos sacerdotes del pueblo ya detenidos, fue a decir misa en el Colegio de las Carmelitas de la Caridad, y cuando su hermano le advirtió de que ponía en peligro su vida, contestó: «No sé qué me hará la gente, sin embargo, pase lo que pase, lo único que pueden hacerme es hacer mi cuerpo pedazos, pero el alma no. Además, mi misión sacerdotal me obliga». Por la tarde, cuando un grupo de gente intentaba ocupar la iglesia de Santa María, bajó a calmar los ánimos y allí mismo fue detenido. Cuando encarcelaron al obispo Borràs, al ver que el prelado llevaba un traje que no le sentaba bien, le obligó a cambiarlo por el suyo, que era nuevo. El 22 de agosto lo llevaron a Tarragona con los otros dos sacerdotes de Montblanc.

Dalmacio Llebaria Torné, de 58 años y tarraconense de Falset, tras volver de la Guerra de Cuba se ordenó sacerdote en 1902. Promotor de los ejercicios espirituales y del movimiento fejocista, llevaba solo nueve meses de párroco en Montblanc cuando estalló la guerra. El 21 de julio prendieron fuego a la iglesia de Santa María, y él lo apagó con ayuda del vicario Josep Colom (asesinado el 4 de agosto tras entregarse a cambio de un laico). A la hora de cenar, fue llevado a declarar en el ayuntamiento, puesto en libertad y a medianoche conducido por fin a la cárcel, de donde salió para morir.

Joan Farriol Sabaté, de 67 años y también montblanquino, ordenado en 1894 y beneficiado de Montblanc, fue detenido el 9 de agosto. Encargó a Sebastià Trèmol que dijera a su amigo señor París que esperaba la muerte con mucha resignación. El 22 de agosto, con Llebaria y Roselló, fue llevado a Tarragona, con la excusa de que estarían más seguros en un barco prisión. El párroco Llebaria se despidió del resto de presos con un: «¡Ánimo y hasta el Cielo!», y al chofer, muy amigo suyo, le dijo: «Si no nos matáis, os lo agradeceré toda la vida, y si nos matáis, os protegeré de manera especial desde el Cielo». Dos kilómetros antes de llegar a Tarragona, en el lugar conocido como Creu de la Guinea, fueron fusilados por la espalda, según se indicó en la autopsia en el cementerio de Tarragona.

36 años consejera general

Manuela Justa Fernández Ibero (Serafina María de Ochovi), natural de esa localidad navarra y de 64 años, ingresó con quince en la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas recién fundada por el padre Luis Amigó. Tuvo dos hermanos capuchinos y dos hermanas terciarias capuchinas. Hizo su profesión temporal en 1891. Trabajó en la educación de las niñas huérfanas, en la recolección de limosnas y en trabajos domésticos, fue superiora local y por 36 años consejera general. Cuando estalló la Guerra Civil vivía en Masamagrell (Valencia). Organizó la búsqueda de refugio seguro para las postulantes y novicias. Su compañera de martirio en la carretera de Puçol fue Petra María Victoria Quintana Argos (Rosario de Soano), que entregó su anillo a sus ejecutores, quienes exclamaron: “¡matamos a una santa!".

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