23.08.14

 

Alguien dijo de este país que es un país de porteras. Efectivamente una sociedad que se vuelve loca con los programas del corazón, la bilis, el páncreas y la bilirrubina, y que conoce mucho mejor la lista de novios y medio novios de los Pantoja que la lista de los reyes godos y los tiempos verbales, es una sociedad tocada del ala.

En una España de porteras, la iglesia en España no podría ser otra cosa que una iglesia de porteras.

Acabamos de enterarnos, parece que con toda certeza, de que D. Carlos Osoro, actual arzobispo de Valencia, será el próximo pastor de la archidiócesis madrileña. Pues bendito sea Dios, así lo ha dispuesto quien puede hacerlo y no hay más que hablar.

Pero es interesante el “porterismo” (perdón por el palabro) que hemos ido viviendo desde que hace tres años el cardenal Rouco Varela presentó su renuncia al papa por haber cumplido los preceptivos setenta y cinco años, y ya de paso con la también cercana renuncia en el tiempo del cardenal de Barcelona. Me voy a permitir hablar de esto en varios momentos:

- La aceptación de la renuncia

Desde casi el primer momento, y sobre todo desde la llegada al pontificado de Francisco I, cuántos la dieron por inminente. Tanto, tanto, que no comería el turrón en San Justo. Y de hacerlo, desde luego las uvas de nochevieja para nada. Prácticamente cada semana una fecha. Ya se sabe: “fuentes dignas de todo crédito” y que por lo visto tenían menos crédito que Ruiz Mateos en el Banco de España.

- Los globos sonda

Si se molestan en repasar hemerotecas, especialmente de temas religiosos, podrán contar no menos de veinte – veinticinco nombres que se han ido lanzando simplemente porque sí. Es curioso además con qué autoridad se hace: desde esas “fuentes dignas de todo crédito”, “fuentes vaticanas”, “se dice en el arzobispado”, “según se oye desde nunciatura”. Vamos, como si yo me invento tres nombres y doy como autoridad “fuentes próximas al arzobispado”, que son mi amigo Manolo mientras nos tomábamos un café en el bar de enfrente de la curia. Más próximo al arzobispado que el bar de enfrente…

Obispos, arzobispos, de aquí, de allá, de acullá. Misioneros, curas rasos, curiales vaticanos todos tuvieron su minuto de gloria y más teniendo en cuenta la primavera franciscana. Seguridad de que Francisco haría un nombramiento rompedor.

La cosa estaba clara desde el principio. Tan clara como si el papa siguiera siendo Benedicto XVI. O algún arzobispo español, como Osoro o Asenjo o quizá un cardenal de curia como Cañizares. Nadie esperaba una gran sorpresa. Pero qué bonito es el rumor.

- La quema del candidato

Esto se ha dado especialmente en Barcelona, que en prueba de obediencia, confianza en el espíritu y apertura a la gracia, cada vez que alguien sacaba a relucir un nombre que no convencía, directamente sacudían con un panfleto infumable pidiendo algo tan viejo y de tan mal resultado como aquello de “volem bisbes catalans”, y donde se pedía no un obispo católico, evangélico, buen pastor y caritativo, sino catalanista y a ser posible directamente independentista. En Madrid no hemos tenido nada de esto aparte alguna cosilla del foro de curas con una escasísima difusión.

- Los juicios sobre el elegido

Cada cual tiene derecho a que un obispo le caiga mejor que otro. El que nombra el papa es el legítimo, es el pastor, y ya está, pero uno está en su derecho de preferir a Pepe o a Manolo. A un servidor lo que le interesa del obispo es que sea buen pastor, se preocupe por la diócesis, sepa santificar, evangelizar y regir, y nos ayude a todos a convertirnos completamente al evangelio.

Lo curioso del asunto es que en estos días sobre D. Carlos Osoro se está empezando a vomitar lo de siempre: que si los ricos, que si un trepa, que si usa un teléfono X o Y, que si le gusta comer en buenos sitios o si huele mucho o poco a oveja. Como ven, todo cosas fundamentales para ser un buen pastor.

La valoración de D. Carlos habría que hacerla con otra profundidad: la situación de fe y religiosidad de las diócesis por donde ha pasado, la fidelidad a la doctrina, la marcha del seminario, la santidad del clero, la cercanía eficaz a los pobres. Me da que en eso la nota es alta. A partir de ese dato si quiere comer fabada asturiana, paella valenciana o cocidito madrileño me da igual, como si un día se atiza unos langostinos de Sanlúcar. Y en cuanto al teléfono, que sea bueno y que le permita estar todo el día al tanto de lo que pudiera pasar.

- El cachondeo del secreto pontificio
Secreto siempre a voces. Tanto que cuando salen las noticias en el “Bollettino” ya las sabe todo el mundo y con pelos y señales. Pues ya saben lo que hay que hacer, porque las filtraciones no es complicado saber de dónde salen. Controlar y aplicar las penas canónicas correspondientes. Es que ahora cuando leo lo del secreto pontificio me da la risa floja.