Opinión

¿Alegría cristiana sin esfuerzo moral?

Santiago González

 

Se trata de la corriente ideológica que, sin líder definido y sin estructura establecida, se extiende cada vez más dentro del catolicismo: una «nueva fe» vivida desde la sola alegría inmediata que lleva implícita la expulsión de la Cruz en el camino personal y/o colectivo.

26/08/14 7:26 AM | Santiago González


Es el nuevo «santo y seña» de los católicos que creen haber descubierto América (eso si, sin esforzarse en navegar). Traigo a colación una locución Divina recibida por Santa Rosa de Lima:

«Conozcan todos que la Gracia sigue a la Tribulación. Sepan todos que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la Gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: ésta es la única verdadera escala al Paraíso, y fuera de la Cruz no hay otro camino por donde se pueda subir al Cielo»

Hoy día, desde los sectores que pretenden NO la conversión de los corazones a Dios sino la adaptación de la Iglesia a las «nuevas situaciones» (o sea a los pecados), se lanza un mensaje sutil de afirmación de la Alegría en detrimento del esfuerzo moral. Si: esfuerzo moral, que no voluntarismo ni pelagianismo, que nace de aceptar la Cruz con lo que lleva implícito, es decir, lucha contra el pecado personal y el egoísmo que lo sostiene. Y desde esos sectores (teológicos, pastorales, corporativos) se lanzan afirmaciones que se convierten ya en Tópicos del progresismo:

  • «Todos estamos salvados, hagamos lo que hagamos, por la misericordia de Dios»
  • «No es necesario el esfuerzo moral, ya que el Espíritu Santo lo hace todo»
  • «Cada cual actúe según su conciencia» (sin cuidar la formación de la misma)

Entonces desde esas premisas, se va «configurando» una nueva forma de vivir la fe, de ser «Iglesia», y de presentarla a los demás con una marca «renovada» de ALEGRÍA que, en lugar de evangelizar a los «de fuera» consigue que se secularice a los «de dentro» en aras no a una Conversión de los corazones a Cristo sino más bien procurando una «Des-Conversión» de la Iglesia que se mimetiza con la mundanidad. Y aquí están los frutos de este árbol:

  • En la LITURGIA: Desaparición del Sacrificio para presentarlo todo desde la pachanga fácil de la emotividad alimentada a través de recursos de laboratorio sólo humano y horizontal. Exaltación de lo descuidado y cutre como sinónimo de «pobreza cristiana». Ridiculización del Misterio y de toda referencia trascendente que no sea exclusivamente la Resurrección.
  • En la ECLESIOLOGÍA: Redundancia del concepto veterotestamentario de «Pueblo de Dios» frente al «Cuerpo de Cristo» (ya neotestamentario y cristológico). Presentación de una Iglesia con débil y acomplejada identidad.
  • En la CATEQUESIS: Eliminación de toda enseñanza referida al Pecado, la Escatología (infierno, purgatorio, juicio), la Doctrina Moral Católica, y sustitución (o absorción) de la misma por una formación humanista de corte sentimental que encuentre excusas éticas a toda responsabilidad personal. En definitiva: asumir como propios los análisis de la realidad hechos por el liberalismo y el marxismo.
  • En la ESPIRITUALIDAD: Progresivo psicologismo que convierte la fe en ideología, la esperanza en proyecto de vida, y la caridad en solidaridad que no comprometa toda la vida.

Ante esta corriente, afirmemos la ALEGRÍA CRISTIANA, por supuesto, pero siempre desde la CRUZ como Cristo nos enseñó. Porque si despreciamos el esfuerzo moral (o sea la Cruz), como nos enseña el Santo Cura de Ars, entonces la Cruz nos perseguirá y no será ya puente a la Gloria sino losa que hunde toda la vida eterna.