CARTA DEL OBISPO

LA FIESTA DE LA VIRGEN BIEN APARECIDA

Abogada ante nuestras necesidades

 

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SANTANDER | 05.09.2014


Queridos hermanos:

La  Virgen Bien Aparecida, Reina y Madre de la Montaña nos convoca un año para celebrar el día grande de su fiesta.

La Virgen Bien Aparecida ha querido establecer su morada entre nosotros en la hermosa colina de Somahoz, donde el año 1605 unos pastorcillos encontraron su imagen pequeñita en una ventana de la Ermita de San Marcos. Desde entonces está asentada en el alma y corazón de los cántabros en ese mirador donde la belleza de la naturaleza nos invita a la paz del corazón y a la alabanza del Creador. Los frailes trinitarios son sus blancos guardianes desde hace más de cien años. Para ellos, el testimonio de nuestra gratitud.

En su santuario siempre la Virgen Bien Aparecida nos aguarda, porque “una madre no se cansa de esperar”; allí podemos confiarle nuestros gozos y esperanzas, nuestras angustias y tristezas.; allí podemos comunicarle lo que alegra o apena nuestro corazón. Allí es abogada ante nuestras necesidades.

Abogada ante nuestras necesidades

Ante el trono de nuestra Madre Bien Aparecida,  traemos un año más las necesidades de nuestra Diócesis. Están recogidas en el Plan Diocesano de Pastoral 2014-2017. Nuestra Diócesis de Santander, que peregrina en Cantabria y Valle de Mena, quiere ser una Iglesia en conversión pastoral y en salida, a la luz de la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii Gaudium.

  1. Familia. Queremos que sea “Iglesia doméstica”, santuario de la vida y esperanza de la sociedad. Transmisora de la fe. La Virgen, como Madre de misericordia, nos ayudará a acoger a tantas familias que atraviesan dificultades materiales, morales y espirituales.
  2. Jóvenes. Ellos están necesitados de acoger a Jesucristo como buena noticia para sus vidas, y,  a su vez, están llamados a ser “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesús a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de nuestra sociedad. (cfr. EG, 106).
  3. Dimensión social de la caridad.  Desde “los ojos de Dios” y “desde el lado de los pobres” hay que ver la realidad social de nuestra Diócesis: problema del paro, familias sin recursos, situación de los emigrantes, pobreza infantil, soledad y carencias de los ancianos…

Ante esta situación no podemos quedar inactivos ni sumidos en la indiferencia y el desaliento. Tenemos que crear entre todos espacios que sean gérmenes de un futuro distinto y generen esperanza.

  1. Vocaciones. Ante la “sequía”  e “invierno” de las vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio, creemos entre todos una “cultura vocacional”. Presentemos las vocaciones como un servicio a Cristo, a la Iglesia y a la sociedad, y recemos por las vocaciones al Dueño de la mies (cfr. Lc 10, 2).

            Con mi afecto de siempre, gratitud y bendición,

 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander