Javier Barbero es psicólogo clínico en el Hospital Universitario La Paz, especialista en cuidados paliativos y máster en bioética. Participó en Málaga en la presentación de un libro sobre atención religiosa al final de la vida

-Dar conferencias hoy sobre la enfermedad y la muerte puede parecer poco atractivo, pero lo cierto es que el salón de actos está abarrotado…

-Hemos expulsado de la comunidad la enfermedad y la muerte. Antes estaban muchísimo más integradas. Igual que es el nacer, es el morir. Vivimos en una sociedad tanatofóbica donde todo lo que tenga que ver con el deterioro, con el sufrimiento y con la muerte es alejado. Pero el deterioro, el sufrimiento y la muerte también forman parte de la condición humana y por lo tanto, hay que abordarlos.

-Los equipos médicos, a veces, tienen poco en cuenta o desprecian la dimensión espiritual de sus pacientes.

-La disciplina de los médicos se centra en combatir las enfermedades. A veces están más centrados en lo biológico que en los aspectos más biográficos del sujeto. Esto es una pena porque necesitamos desarrollos mucho más integrales. Muchos enfermos tienen la sensación, a veces, de haber sido castigados por Dios o por la vida, o por algo injusto y todo eso es muy importante que se aborde. Pero que se aborde de una manera no multiprofesional, sino interprofesional, porque da la sensación que de la biología se encarga el médico: de las emociones, el psicólogo; de la familia, el trabajador social y de la fe, el cura. Y no. Necesitamos modelos mucho más integradores en ese sentido.

-Algunas estadísticas hablan de mejores tasas de superación de la enfermedad en personas creyentes…

-Hay que colocar las cosas en su sitio. La experiencia de fe, obviamente alivia todo el proceso, redimensiona la serenidad espiritual bien trabajada, pero ponerla en un lugar de recuperación biológica… Como psicólogo, entiendo que ese sentido y esa esperanza lo que hacen es mover determinadas emociones que consiguen que haya menos estrés. Y al haber menos estrés, el sistema inmune está mas ubicado. Cada cosa hay que situarla en su propio contexto. Darle a la fe el poder de curar las enfermedades es entrar en lo milagrero, con lo cual perdemos credibilidad.

-¿Pero se puede encontrar sentido al sufrimiento?

-El sufrimiento no tiene sentido. Es más, ensalzar el sufrimiento porque dicen que eso conduce a la fe… Mira, lo que conduce a la fe es el amor básicamente y no el sufrir. Lo que nos salva no es la experiencia del Cristo sufriente sino del Cristo que trasciende ese sufrimiento. A ninguno de mis pacientes le recomiendo sufrimiento para su salvación.

(Antonio Moreno Ruiz – Diócesis de Málaga. Fotografía S. Fenosa)