11.09.14

Ser idóneo

A las 12:16 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

Religión católica

Son muchas veces las que pasa esto que ha pasado ahora. Y, como el ser humano es como es, seguramente volverá a pasar.

Las cosas, sin embargo, han de estar más que claras y ha de ser diáfano el entendimiento sobre el asunto.

Dicen, muchos, que con la Iglesia hemos topado. El caso es que es cierto porque, además, así tiene que ser pues esto no es más que la aplicación de un lógico principio que, por cierto, se pediría en cualquier otra circunstancia.

Ahora ha sido el caso de un profesor de religión que ha contraído imposible matrimonio con un hombre; en otra ocasión se ha tratado de una profesora de religión se ha separado civilmente; en otra ocasión se ha tratado de situaciones similares.

Bien. El caso es que en todos, en todos decimos, estos casos es palpable, demostrable y escandalosamente cierto, que quien ha fallado no ha sido, precisamente, la Iglesia católica y sus normas, sino la otra parte. Es decir, la persona que cumplía funciones de docente de la asignatura de Religión católica ha incurrido en imposibilidad para seguir ejerciendo tan importante labor.

Lo que aquí pasa es que, al parecer, no se quiere entender la realidad de las cosas siendo, las mismas, bien fáciles de entender y bien sencillas de ver.

Empecemos por el principio.

Esto dice el artículo III del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa sede de 1979 en su apartado referido a la Enseñanza y Asuntos culturales. Como diría aquel: ¡ojo al dato!:

“En los niveles educativos a los que se refiere el artículo anterior, la enseñanza religiosa será impartida por las personas que, para cada año escolar, sean designadas por la autoridad académica entre aquellas que el Ordinario diocesano proponga para ejercer esta enseñanza. Con antelación suficiente el Ordinario diocesano comunicará los nombres de los profesores y personas que sean consideradas competentes para dicha enseñanza.”

Se trata, pues, de que las personas que tengan que impartir Religión católica sean “competentes” o, lo que es lo mismo, “idóneas” para impartir tal enseñanza y para transmitir una determinada doctrina que es, como decimos, la católica.

Esto no parece difícil de entender. Es sencillo darse cuenta de que una persona que no tiene en cuenta aquello que ha de transmitir no puede transmitirlo de forma correcta. Es más, está engañando a los educandos diciendo una cosa y haciendo otra o, lo que es peor, haciendo una cosa mal hecha (desde el punto de vista católico) y diciendo lo mismo donde no debe decirlo. Y eso aun es peor.

Decimos que todo esto se sale de madre porque “idóneo” es alguien que es “adecuado y apropiado para algo” y “adecuado” aquello que es “apropiado a las condiciones, circunstancias u objeto de algo”.

Vemos, por tanto, que quien es docente de Religión católica no le basta con serlo (como puede tratarse de otra asignatura) sino que la de haber correspondencia entre lo que es la moral católica y lo que tal persona imparte allí donde le toque impartir. Es decir, que ha de ser coherente en aspectos religiosos católicos.

Por eso, por ejemplo, no puede impartir Religión católica un protestante o un musulmán o un budista. Eso no entraría en cabeza humana. Y no lo podría ser porque, evidentemente, no serían “idóneos” tales creyentes y nadie podría fiarse lo más mínimo de lo que pudieran tratar de enseñar.

Pues eso pasa, exactamente, entre quien dice que es católico y, luego, en su vida particular, demuestra que lo es bien poco. Y es que en materia de fe, en materia de religión las cosas no son como en otro tipo de realidades sociales. En este campo lo que se es tiene mucho que ver con lo que se dice que se es. Y si bien otra persona que se diga católica pero no lo sea poco va a influenciar en otros creyentes, si una persona que se dice católica e imparte una asignatura tan particular como es Religión católica y, en realidad, lleva una vida que no es católica… ya me dirán ustedes si es de recibo que siga cumpliendo con la labor para la que no está preparada y pueda descarriar a los alumnos a los que pueda dirigirse.

En realidad, el asunto es bien sencillo: los padres tienen derecho a que sus hijos reciban una educación religiosa de acuerdo a sus convicciones católicas y la Iglesia católica tiene el derecho (arriba expresado) de que los docentes de Religión católica cumplan, ¡qué menos, con el requisito de llevar una vida católica. Otra cosa no se entendería y sería una grave dejación de cumplimiento de sus funciones de parte de quien escoge a los docentes de tal asignatura. Ni se entendería ni sería de recibo.

Aquí podría traer sentencias que determinan y establecen que la Iglesia católica tiene pleno derecho a no renovar el contrato de quien se haya desmandado en materia de fe católica y, hasta entonces, hubiera cumplido las funciones de docente de Religión católica. Sin embargo, no vale la pena ante una cosa tan sencilla de entender como es ésta aunque se puede entender que los sectores afectados, las personas afectadas por esto, se sientan mal y puedan acudir a los tribunales de justicia para que se les “devuelva” algo que no es suyo sino de aquellos que tienen el derecho a recibir que donde es sí, ha de ser sí y donde es no, ha de ser no.

Por eso se hace lo que se hace. Y por eso es de agradecer que se haga lo que se hace y que quien haya dejado de ser idóneo para enseñar doctrina católica no puede seguir haciéndolo. Aunque sea por coherencia.

¡Al menos que sean coherentes nuestros pastores para con sus funciones! Eso sí que está la mar de bien pues aquí no valen medias tintas: ¡quien no es idóneo que se dedique a otra cosa y no a pervertir los corazones de quienes deben recibir buena y recta doctrina católica!

Eleuterio Fernández Guzmán