Afecta a las parejas homosexuales

Ecuador: el arzobispo de Cuenca asegura que la Iglesia respeta la ley de uniones civiles

 

Además de soltero, casado, divorciado y viudo, desde el próximo lunes Ecuador contará como estado civil la unión de hecho, que conlleva los mismos deberes y obligaciones que el matrimonio civil. La unión de hecho puede ser entre personas de diferente sexo o del mismo sexo. Para el arzobispo de Cuenca, Mons. Luis Cabrera, el tema de las uniones de hecho pasa por una aplicación legal de lo establecido en la Constitución del 2008, que reconoce esta condición, y instó al respeto y diálogo como requisitos para tratar estos temas fundamentales.

13/09/14 9:21 AM


(El Tiempo) El prelado aseguró que de parte de la Iglesia Católica hay un respeto total hacia la sociedad y esto implica reconocer los derechos fundamentales de las personas y particularmente a los colectivos GLBTI y sus derechos.

Dejó claro que la Iglesia rechaza toda forma de violencia y discriminación en salud, educación, trabajo. «Pero nosotros también exigimos respeto para difundir nuestra fe y creencias y por esto no debemos ser calificados con epítetos fuertes», indicó.

El otro punto solicitado por Mons. Luis Cabrera, fue el diálogo, que encierra tres temas principales, el primero es la ideología de género, que no es sólo una construcción social o cultural, tiene fundamentos antropológicos, psicológicos, genéticos; «hay que conversar sobre esto», dijo.

El segundo punto es la familia según el artículo 67 de la Constitución, que reconoce a la familia en sus diversos tipos, y el tercer punto, en el mismo artículo, que hace referencia al matrimonio civil y unión de hecho. «Es de suma importancia estudiar las consecuencias personales, familiares y sociales de esta aplicación legal, especialmente para los niños», dijo.

Magisterio Católico

En el documento «Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales», promulgado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en junio del 2003, la Iglesia rechaza no solo el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino cualquier tipo de reconocimiento legal de las uniones homosexuales. En dicho texto, el magisterio católico enseña que:

Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva.

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Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.

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En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.

El texto, firmado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, concluye con un párrafo en el que ratifica la oposición de la Iglesia a cualquier tipo de reconocimiento legal de las uniones homosexuales:

La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.