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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 14 de septiembre de 2014

LA FRASE DEL DOMINGO 14 DE SEPTIEMBRE

El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (1 Corintios 13, 4-7)

 


El papa Francisco

El Papa advierte que la guerra es una locura, '¿cuándo aprenderemos la lección?'
Al finalizar la oración el ángelus, Francisco ha recordado su visita de este sábado a Redipuglia y explica que el odio y el mal son derrotados con el perdón y el bien

El Papa en el ángelus: por la Cruz de Cristo se ha restituido la esperanza
Palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana

El amor de Jesús es capaz de mantener el de los esposos cuando humanamente se pierde
Texto completo de la homilí­a del Santo Padre en la celebración del sacramento del matrimonio de 20 parejas

Francisco: el matrimonio es la reciprocidad de la diferencia
20 parejas se dan el Sí quiero en la Basí­lica de San Pedro acompañados por el Santo Padre

Rome Reports

Inaugurarán el nuevo santuario de San Gabriel, tras 44 años de obras de construcción (Vídeo)
Más de 2 millones de peregrinos lo visitan cada año

De México al Vaticano, "canta y no llores" (Vídeo)
Esta banda terminó su gira europea en la audiencia general con el Papa Francisco

Comienza reunión decisiva del Consejo de Cardenales (Vídeo)
Durante tres días, sólo hablarán de la reforma de la Curia

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Exaltación de la Santa Cruz
«La señal del cristiano, único camino para conquistar la unión con la Santísima Trinidad, condición puesta por Cristo para seguirle. Motivo de gozo y esperanza, signo de nuestra salvación»


El papa Francisco


El Papa advierte que la guerra es una locura, '¿cuándo aprenderemos la lección?'
Al finalizar la oración el ángelus, Francisco ha recordado su visita de este sábado a Redipuglia y explica que el odio y el mal son derrotados con el perdón y el bien

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Palabras del Santo Padre al finalizar la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas,

mañana, en la República Centroafricana, comenzará oficialmente la Misión querida por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para favorecer la pacificación del país y proteger la población civil, que está gravemente sufriendo las consecuencias del conflicto en curso. Mientras aseguro el compromiso y la oración de la Iglesia católica, animo el esfuerzo de la Comunidad internacional, que va en ayuda de los centroafricanos de buena voluntad. Que cuanto antes la violencia ceda el paso al diálogo, las facciones opuestas dejen de lado los intereses particulares y se esfuercen por asegurarse que todo ciudadano, de cualquier etnia y religión a la que pertenezca, puede colaborar a la edificación del bien común. Que el Señor acompañe este trabajo por la paz.

Ayer fui a Redipuglia, al cementerio austrohúngaro y al militar. Allí he rezado por los muertos a causa de la Gran Guerra. Los numerosos asustan: se habla de unos 8 millones de jóvenes soldados caídos y de unos 7 millones de personas civiles. Esto nos hace entender que la guerra es una locura. Una locura de la que la humanidad no ha aprendido todavía la lección, porque después de esa ha habido una Segunda Guerra Mundial y muchas otras que hoy están en curso. ¿Pero cuándo aprenderemos la lección? Invito a todos a mirar a Jesús crucificado, entender que el odio y el mal son derrotados con el perdón y el bien, para entender que la respuesta de la guerra solo comsigue aumentar el mal y la muerte.

Y ahora os saludo cordialmente a todos vosotros, fieles romanos y peregrinos procedentes de Italia y de distintos países. Saludo en particular a "Los Amigos de Santa Teresita y de Madre Elisabeth" de Colombia, los fieles de Sotto il Monte Juan XXIII, Messina, Génova, Collegno y Spoleto, y el coro juvenil de Trebaseleghe (Padua). Saludo a los representantes de los trabajadores del Grupo IDI y los miembros del Movimiento Arcobaleno Santa Maria Addolorata. Os pido por favor que recéis por mí.

A todos os deseo feliz domingo y buen almuerzo ¡Hasta pronto!

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El Papa en el ángelus: por la Cruz de Cristo se ha restituido la esperanza
Palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Al finalizar la santa misa con el rito del matrimonio celebrada en el Basílica Vaticana, el santo padre Francisco se ha asomado, como cada domingo, a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

el 14 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Una persona no cristiana podría preguntarse, ¿por qué "exaltar" la cruz? Podemos responder que nosotros no exaltamos una cruz cualquiera, o todas las cruces: exaltamos la Cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la humanidad. Es esto lo que nos recuerda el Evangelio de Juan en la liturgia de hoy: "Dios ha amado tanto al mundo que ha dado a su Hijo primogénito". El Padre ha "dado" al Hijo para salvarnos, y esto ha llevado a Jesús a la muerte, y una muerte de cruz. ¿Por qué? ¿Por qué ha sido necesaria la Cruz? Por la gravedad del mal que nos tenía esclavos. La Cruz de Jesús expresa las dos cosas: toda la fuerza negativa del mal, y toda la mansa omnipotencia de la misericordia de Dios. La Cruz parece decretar el fracaso de Jesús, pero en realidad marca su victoria. En el Calvario, los que se burlaban de él decían: "Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz". Pero la verdad era lo contrario: precisamente porque era el Hijo de Dios, Jesús estaba allí, en la cruz, fiel hasta el final en el diseño de amor del Padre. Y precisamente por esto Dios ha "exaltado" a Jesús, concediéndole un reinado universal. Por tanto, ¿qué vemos cuando dirigimos la mirada a la Cruz donde Jesús ha sido clavado? Contemplamos el signo del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros y la raíz de nuestra salvación. De esa Cruz viene la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Por medio de la Cruz de Cristo fue vencido el maligno, fue vencida la muerte, nos ha donado la vida, restituido la esperanza. Esto es importante, por medio de la Cruz de Cristo se ha restituido la esperanza ¡La Cruz de Jesús es nuestra única y verdadera esperanza! Por esto la Iglesia "exalta" la santa Cruz, y por eso los cristianos bendecimos con el signo de la cruz. Es decir, nosotros no exaltamos la cruz, sino la Cruz gloriosa de Jesús, signo del amor inmenso de Dios, signo de nuestra salvación y camino hacia la Resurrección. Y esta es nuestra esperanza.

Mientras contemplamos y celebramos la santa Cruz, pensamos con conmoción en muchos de nuestros hermanos y hermanas que son perseguidos y asesinados por su fidelidad a Cristo. Esto sucede especialmente allí donde la libertad religiosa todavía no es garantizada o plenamente realizada. Sucede también en países y ambientes que en principio se tutela la libertad y los derechos humanos, pero donde concretamente los creyentes, y especialmente los cristianos, encuentran limitaciones y discriminaciones. Por eso hoy les recordamos y rezamos por ellos.

En el Calvario, a los pies de la cruz, estaba la Virgen María. Es la Virgen Dolorosa, que mañana celebramos en la liturgia. A Ella confío el presente y el futuro de la Iglesia, para que todos sepamos siempre descubrir y acoger el mensaje de amor y de salvación de la Cruz de Jesús. Le confío en particular a las parejas de esposos que he tenido la alegría de unir en matrimonio esta mañana, en la Basílica de San Pedro.

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El amor de Jesús es capaz de mantener el de los esposos cuando humanamente se pierde
Texto completo de la homilí­a del Santo Padre en la celebración del sacramento del matrimonio de 20 parejas

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - La prima Lectura nos habla del camino del pueblo en el desierto. Pensemos en aquella gente en marcha, siguiendo a Moisés; eran sobre todo familias: padres, madres, hijos, abuelos; hombres y mujeres de todas las edades, muchos niños, con los ancianos que avanzaban con dificultad... Este pueblo nos lleva a pensar en la Iglesia en camino por el desierto del mundo actual, nos lleva a pensar en el Pueblo de Dios, compuesto en su mayor parte por familias.

Y nos hace pensar también en las familias, nuestras familias, en camino por los derroteros de la vida, por las vicisitudes de cada día... Es incalculable la fuerza, la carga de humanidad que hay en una familia: la ayuda mutua, la educación de los hijos, las relaciones que maduran a medida que crecen las personas, las alegrías y las dificultades compartidas... En efecto, las familias son el primer lugar en que nos formamos como personas y, al mismo tiempo, son los “adobes” para la construcción de la sociedad.

Volvamos al texto bíblico. En un momento dado, «el pueblo estaba extenuado del camino». Estaban cansados, no tenían agua y comían sólo “maná”, un alimento milagroso, dado por Dios, pero que, en aquel momento de crisis, les parecía demasiado poco. Y entonces se quejaron y protestaron contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos habéis sacado...?”. Es la tentación de volver atrás, de abandonar el camino.

Esto me lleva a pensar en las parejas de esposos que “se sienten extenuadas del camino”, del camino de la vida conyugal y familiar. El cansancio del camino se convierte en agotamiento interior; pierden el gusto del Matrimonio, no encuentran ya en el Sacramento la fuente de agua. La vida cotidiana se hace pesada, y muchas veces “da náusea”.

En ese momento de desorientación –dice la Biblia–, llegaron serpientes venenosas que mordían a la gente, y muchos murieron. Esto provocó el arrepentimiento del pueblo, que pidió perdón a Moisés y le suplicó que rogase al Señor que apartase las serpientes. Moisés rezó al Señor y Él dio el remedio: una serpiente de bronce sobre un estandarte; quien la mire, quedará sano del veneno mortal de las serpientes.

¿Qué significa este símbolo? Dios no acaba con las serpientes, sino que da un “antídoto”: mediante esa serpiente de bronce, hecha por Moisés, Dios comunica su fuerza de curación, fuerza de curación que es su misericordia, más fuerte que el veneno del tentador.

Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, se identificó con este símbolo: el Padre, por amor, lo ha “entregado” a Él, el Hijo Unigénito, a los hombres para que tengan vida; y este amor inmenso del Padre lleva al Hijo, a Jesús, a hacerse hombre, a hacerse siervo, a morir por nosotros y a morir en una cruz; por eso el Padre lo ha resucitado y le ha dado poder sobre todo el universo. Así se expresa el himno de la Carta de San Pablo a los Filipenses. Quien confía en Jesús crucificado recibe la misericordia de Dios que cura del veneno mortal del pecado.

El remedio que Dios da al pueblo vale también, especialmente, para los esposos que, “extenuados del camino”, sienten la tentación del desánimo, de la infidelidad, de mirar atrás, del abandono... También a ellos Dios Padre les entrega a su Hijo Jesús, no para condenarlos, sino para salvarlos: si confían en Él, los cura con el amor misericordioso que brota de su Cruz, con la fuerza de una gracia que regenera y encauza de nuevo la vida conyugal y familiar.

El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre. Ésta es vuestra misión entre vosotros. “Te amo, y por eso te hago mejor mujer”; “te amo, y por eso te hago mejor hombre”. Es la reciprocidad de la diferencia. No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida. Y en el marco de esta teología que nos ofrece la Palabra de Dios sobre el pueblo que camina, también sobre las familias en camino, sobre los esposos en camino, un pequeño consejo. Es normal que los esposos discutan. Es normal. Siempre se ha hecho. Pero os doy un consejo: que vuestras jornadas jamás terminen sin hacer las paces. Jamás. Basta un pequeño gesto. Y de este modo se sigue caminando. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una “novela”. Es sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía. Os deseo, a todos vosotros, un hermoso camino: un camino fecundo; que el amor crezca. Deseo que seáis felices. No faltarán las cruces, no faltarán. Pero el Señor estará allí para ayudaros a avanzar. Que el Señor os bendiga.

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Francisco: el matrimonio es la reciprocidad de la diferencia
20 parejas se dan el Sí quiero en la Basí­lica de San Pedro acompañados por el Santo Padre

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El amor de Jesús ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos; porque eso es el matrimonio: un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre. Esto es "la reciprocidad del amor".

Con estas palabras se ha dirigido el santo Padre Francisco a los 20 recién casados en la Basílica de San Pedro esta mañana. En una celebración muy especial y novedosa, los novios se han dado el 'Sí quiero' frente al Obispo de Roma. Y así, cada una de las parejas ha celebrado el sacramento del matrimonio acompañados también por sus familias.  

Hoy, fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, el Papa ha presidido la santa misa con el rito del sacramento a estas veinte parejas de la diócesis de Roma. Presentes también estaban cuarenta sacerdotes amigos de los esposos.

Sandro y Ada, Giorgio y Daniela, Francesco y Alessandra, Michele y Vanessa... Dados de la mano, uno a uno fueron dando el consentimiento, sonriendo y emocionados. Mientras una suave música de arpa sonaba, los nuevos esposos se entregaban uno al otro las alianzas, preparadas en un pequeño cojín que llevaba grabado el nombre y escudo del Papa. A todos ellos, durante la homilía, Francisco les ha pedido: "no terminéis un día sin hacer las paces".

Hoy estas parejas han comenzando "un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida", tal y como ha señalado el Papa. Y ha advertido que el matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una "novela".

La celebración de los matrimonios llega tres semanas antes del inicio del Sínodo Extraordinario de los obispos, convocado por Francisco, donde se afrontará como tema la pastoral familiar. La cita es del 5 al 19 de octubre de 2014, y lleva el título "Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización".

El pasado mes de junio se presentó en el Vaticano el Instrumentum Laboris para el Sínodo, que es el resultado de la investigación promovida por el Documento Preparatorio, que incluía un cuestionario de 39 preguntas el cual "ha recibido una acogida positiva y una amplia respuesta, tanto del pueblo de Dios como de la opinión pública general", indicó el cardenal Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos.

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Rome Reports


Inaugurarán el nuevo santuario de San Gabriel, tras 44 años de obras de construcción (Vídeo)
Más de 2 millones de peregrinos lo visitan cada año

Por Redacción

ROMA, 14 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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De México al Vaticano, "canta y no llores" (Vídeo)
Esta banda terminó su gira europea en la audiencia general con el Papa Francisco

Por Redacción

ROMA, 14 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí

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Comienza reunión decisiva del Consejo de Cardenales (Vídeo)
Durante tres días, sólo hablarán de la reforma de la Curia

Por Redacción

ROMA, 14 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Exaltación de la Santa Cruz
«La señal del cristiano, único camino para conquistar la unión con la Santísima Trinidad, condición puesta por Cristo para seguirle. Motivo de gozo y esperanza, signo de nuestra salvación»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 14 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Los cristianos sabemos que la señal que nos identifica es la Santa Cruz. Lo aprendimos en el catecismo y el Evangelio nos enseña que cualquiera que se disponga a seguir a Cristo tiene en ella su única brújula, la que va a guiarle por el camino que lleva a la unión con la Santísima Trinidad. Es la condición puesta por Él: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lc 9, 23). San Juan de la Cruz lo recordaba con estas palabras: «Quien busca la gloria de Cristo y no busca la cruz de Cristo, no busca a Cristo». La cruz exige renunciar por amor a Él y al prójimo a lo que más cuesta. Quien no la acepta no sabe amar. Requiere coherencia, disponibilidad, valentía, etc. Dios rechaza la tibieza. Cuando la cruz se acepta con alegría resulta liviana; fortalece y dispone para superar las dificultades que se presentan.

No hay integrante de la vida santa que no haya contemplado este «árbol de la vida»; todos se han abrazado a él. El beato Charles de Foucauld advertía: «Sin cruz, no hay unión a Jesús crucificado, ni a Jesús Salvador. Abracemos su cruz, y si queremos trabajar por la salvación de las almas con Jesús, que nuestra vida sea una vida crucificada». No hay otra vía para alcanzar la santidad, como también reconocía santa Maravillas de Jesús: «El camino de la propia santificación es el santo misterio de la cruz». La cruz confiere sentido al sufrimiento humano, ilumina y consuela en las fatigas del camino, inunda de esperanza el corazón, suaviza las circunstancias más adversas, lima toda aspereza. «Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco...», manifestaba santa Teresa de Jesús.

El «árbol de la cruz» es el símbolo de la Salvación. Contiene todos los matices semánticos que se atribuyen a la expresión exaltar. Se reconocen en el santo madero los excelsos méritos que Cristo le otorgó con su propia vida, ya que en él estuvo «colgado» salvando al mundo libremente, mostrando su insondable amor. Se deja correr el caudal de pasión que inspira cuando se contempla, induciéndonos a ir a él y adorarlo. La cruz es signo de unidad, de paz y de reconciliación, es el distintivo de los «ciudadanos del cielo» (Flp 3, 20), llave que nos abre sus puertas. «O morir o padecer; no os pido otra cosa para mí. En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es camino para el cielo», expresaba Teresa de Jesús. Solo es «necedad», como decía san Pablo, para los que se pierden; para el resto, es «fuerza de Dios»: «Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan –para nosotros– es fuerza de Dios […]. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (I Corintios 1, 18ss).

Esta festividad rememora el acontecimiento que se produjo el 14 de septiembre del año 320, cuando la emperatriz de Constantinopla, santa Elena, madre de Constantino el Grande, encontró el madero (Vera Cruz) en el que murió el Redentor. Hechos extraordinarios marcaron este momento: la resurrección de una persona y la aparición de la cruz en el cielo. Para albergar esta excelsa reliquia signo de la victoria de Cristo, manifestación del perdón y de la misericordia de Dios, esperanza para los creyentes, centro de nuestra fe, santa Elena y Constantino hicieron construir la basílica del Santo Sepulcro. Unos siglos más tarde, en el 614, el rey de Persia, Cosroes II, conquistó Jerusalén y tomó como trofeo la Vera Cruz, el venerado emblema cristiano que se custodiaba en el templo. Mofándose de los cristianos, lo utilizó como escabel de sus pies. Pero catorce años más tarde el emperador Heraclio, una vez que derrotó a los persas, pudo devolver el santo madero a Constantinopla. Después, fue trasladado a Jerusalén el 14 de septiembre del año 628.

Al parecer, cuando Heraclio se propuso introducir la cruz solemnemente no pudo cargarla sobre sus hombros; se quedó paralizado. El patriarca Zacarías, que formaba parte de la comitiva caminando a su lado, señaló que el esplendor de la procesión nada tenía que ver con la faz de Cristo humilde y doliente en su camino hacia el Calvario. El emperador se desprendió de sus ricas vestiduras y de la corona que ceñía su cabeza, y cubierto con una humilde túnica pudo transportar la cruz caminando descalzo por las calles de Jerusalén para depositarla en el lugar de donde había sido arrebatada siglos atrás. Desde entonces se celebra litúrgicamente esta festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. Con objeto de evitar otro expolio, fue dividida en cuatro fragmentos. Uno de ellos quedó custodiado en Jerusalén en un cofre de plata; otro se llevó a Roma, un tercero a Constantinopla y el resto fue convertido en minúsculas astillas que se repartieron en templos dispersos por el mundo.

Esta fecha litúrgica es crucial para los creyentes. La cruz no es un ninguna tragedia, como no lo es amarla, algo que resultará extraño fuera de la fe. Es una bendita «locura» que inunda el corazón de gozo. Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) lo advertía: «ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura». No la rehuyamos. Cristo nos ayuda a portarla con su gracia; sigue compartiéndola con nosotros. Que un día no nos tenga que decir lo que en celeste coloquio le confió al Padre Pío: «Casi todos vienen a Mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla».

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