16.09.14

Juan Álvarez de Castro y Muñoz, un obispo asesinado por los franceses


Cuatro personas han sido beatificadas entre las asesinadas el miércoles 16 de septiembre de 1936: tres terciarios capuchinos en un pueblo de Valencia y un sacerdote escolapio -Ignacio Casanovas- en otro de Barcelona. Puesto que su biografía es breve o ya la conté, añado algo sobre el que puede ser primer obispo mártir del siglo XIX en España.

Salvador Ferrer Cardet (padre Laureano María de Burriana), de 52 años; su hermano mayor (hijo del primer matrimonio de su padre) José Manuel Ferrer Jordá (Benito María de Burriana, ya biografiado); y Pablo Martínez Robles (Bernardino María de Andújar), de 57, vivían en la la Casa-Noviciado de San José, de Godella (Valencia), de los religiosos terciarios capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, de la que les echaron los milicianos el 25 de julio, previo simulacro de fusilamiento.

El padre Laureano —que vistió el hábito en 1899, era sacerdote desde 1907 y estaba en Godella desde 1934 como vicedirector— se refugió con fray Bernardino —que ingresó en los terciario en Yuste en 1906, emitiendo sus votos en 1909— en Torrent, en casa de la señora Trinidad Navarro, avisando a las autoridades del sitio de su hospedaje, lo que facilitaría su localización. Su hermanastro fray Benito marchó a su pueblo natal (Burriana, en Castellón), desde donde le sugirieron que fuera a ocultarse con su hermano. El 13 de septiembre los tres religiosos fueron apresados y conducidos a la cárcel del pueblo. Al anochecer del 15 fueron llevados a la Masía de Calabarra, en el término de Turís (Valencia), donde los mataron en la madrugada del 16.

Juan Álvarez de Castro y Muñoz, obispo mártir en 1809
Retrocediendo al siglo XIX, es necesario decir que la Iglesia no ha beatificado ni canonizado (que yo sepa) a ningún mártir en España (aunque sí a mártires españoles en Asia, como el patrón de Vizcaya y de la diócesis de Bilbao, san Valentín de Berriochoa.

Pensaba, pues, tomando pie del centenario -que se cumplió en pasado 17 de julio- de las matanzas de frailes de 1834, hablar de los mártires no beatificados de esas persecuciones anticlericales desatadas por el liberalismo decimonónico. Y pensaba, digo, no entrar en el tema de si hubo mártires en la guerra de Independencia. Pero cuando caí sobre una página de los mercedarios mártires de 1834 en Madrid, y vi que en ella se referían al obispo de Coria, asesinado el 28 de agosto de 1809 por los franceses en Hoyos (Cáceres), no pude menos que echar un vistazo. Y, al hacerlo, caí sobre la página 37 de este libro sobre don Juan Álvarez de Castro y Muñoz. Dos cosas me llamaron la atención: que frente a la tríada esgrimida -que no cumplida- por Napoleón de la libertad, igualdad y fraternidad, esgrimiera el obispo en su primera carta posterior a la invasión, la de Dios, Patria y Rey. No sé hasta qué punto hay originalidad en la invocación de este que será lema del tradicionalismo y carlismo, pero el dato me pareció importante. También por esa difícil separación de la legítima -y hoy inexistente- exigencia del cumpliento de los deberes cívico-políticos a los católicos, que tan incómoda hace la figura de estos mártires (y los del siglo XX… y todos) a tantos… Pero además, hallé enseguida una descripción sobre cómo destruían los franceses las iglesias y todo cuanto de arte Y DE CIVILIZACIÓN -registros parroquiales- había en ellas, y me pareció importante no dejar de lado este precedente para comprender las raíces del anticlericalismo hispánico.

El obispo Juan Álvarez de Castro tiene también página en Wikipedia y una biografía en 14 páginas escrita por Fernando Jiménez de Gregorio.