18.09.14

 

Título: ”Escritos espirituales”
Autor: Ismael González Santa
Editorial: Lulu
Páginas: 93
Precio aprox.: 4 € papel – 1 € Libro electrónico
ISBN : 5800105526550
Año edición: 2014
Lo puedes adquirir en Lulu
 

Escritos espirituales , de Ismael González Santa

A Ti, madre nuestra, reina de pureza,
figura excelsa, llena de gracia.
A ti acudimos con el corazón contrito.
Tú Virgen piadosa,
Tú, Virgen de luz viva que se renueva de continuo.
Apiádate de nosotros e intercede benevolente
ante Dios Nuestro Señor,
para que veamos claro el camino de salvación,
lo emprendamos y lo sigamos
todos los días de nuestra vida.
En nuestro lecho de dolor, alívianos.
En nuestra soledad, acompáñanos.
Ahuyenta nuestra angustia, consuela nuestro pesar
y haz que contigo y Nuestro Señor,
sintamos paz.
Amén.

Esta oración expresa de forma acertada el pensamiento de quien ha escrito este libro. Ismael González Santa es un creyente de Cádiz (España) y ha querido compartir con sus hermanos en la fe (y con todo aquel que sea de buena voluntad) lo que del corazón de quien cree en Dios Todopoderoso puede salir al mundo.

El autor de este libro, en las palabras que nos ofrece, nos nuestra que es posible, hoy día, tener fe y hacer de ella un escabel desde donde mirar a la realidad que le rodea. Y lo hace de dos formas: a través de la meditación de temas de la vida ordinaria desde el punto de vista espiritual y, también, a través de la oración, con la que se dirige a Quien sabe que va a escucharlo.

Ismael González conoce a la perfección que Dios quiere, para nosotros, lo mejor. Y, para eso, necesitamos poner en práctica una serie de valores que tienen todo que ver con la voluntad de Dios. Por eso, por ejemplo, al respecto del perdón, de perdonar lo que nos encontremos en nuestro caminar hacia el definitivo Reino del Padre, necesita del ejercicio de tal valor, nos dice (“El amor”)

“Rechacemos el mal, pero perdonemos al injusto. Hagámosle ver su error, pero amándole. Todo ello requiere un trabajo continuo por nuestra parte, pero pensemos que cuanto más amor haya en el mundo, mejor será éste, más felicidad habrá. Hay mucho materialismo, violencia y egoísmo en el mundo. Hagamos lo posible por mejorarlo. Aunque nuestra aportación sea pequeña siempre será valiosa porque ese poco contribuye a un mucho”.

Y sabe que Dios nos recoge (“Él nos recoge”)

“Venimos del espacio infinito, y Él, generosamente, nos recoge.
Venimos del frío de la noche eterna, y Él, amorosamente, nos de calor.
Venimos de la soledad espantosa, y Él nos acompaña.
Venimos deshechos, sin forma, y Él nos hace a su imagen y semejanza.
Venimos sin alma, y Él nos la forma.
Él nos la forma.
Además nos hace acompañar de otros seres, otros hermanos, y tener raciocinio, ilusiones y esperanzas.
Por todo ello, Dios mío, gracias.”

Y nos acoge:

“Él nos acoge, nos tiende su brazo de Padre, y nosotros, sus hijos, quedamos por Él amparados. Nos da de su Gracia, que esparce entre todos, y hace que ella nos penetre, haciéndonos partícipes de su Don. Sí, somos por Él donados, y así vivimos con su Gracia. Somos agraciados. Así, pues, no estamos en soledad. Le tenemos a él, y no contentos con ello, nos pone entre hermanos para que, entre todos, participemos de y con Él. Agradezcámosle tanto bien siempre”.

Pero si hay algo que late en estas páginas es el espíritu de superación ante la adversidad. Y éste apoyado en Dios, Padre nuestro, a Quien el autor del libro se dirige con confianza porque cree en el Todopoderoso por tener, en efecto, todo-el-poder.

Así, por ejemplo, en “¡Ayuda!“ nos dice

“Tú confía. Siempre adelante sigue pidiendo ayuda para poder ayudar. ¡Ayuda! Él te dará la clave. Él, tu Padre, cuenta contigo. No desesperes, sé optimista. Confía en Él siempre. Confía en ti. Él está en ti. Él está contigo. Ten la seguridad de que, si tú quieres, ayudarás, de que eres útil. Tú vales mucho. Sí, ¡Ayuda!”

Es de notar, por cierto, a lo largo de estas páginas, un ansia por buscar a Dios. Un hijo que se dirige al Padre porque quiere encontrarlo a cada paso, porque se sabe deudor ante Quien lo ha creado y porque, sobre todo, sabe que Él escucha. Por eso le reza, por ejemplo, así (“Oración a Dios -2-”):

“Tú que amas,
¡Oh Dios!, ven a mí”.

Es difícil decir tanto con tan pocas palabras: Dios que nos ama, Dios que nos conoce y, aún pecadores, nos perdona y nos acoge; Dios, en fin, Padre, le pedimos, le pide Ismael González Santa, que venga a Él. Lo necesita y, como cada uno de nosotros, lo buscamos. Y aquí, en estas páginas, breves pero sustanciosas, podemos darnos cuenta de que un hijo sabe Quien es su Padre.

Terminamos diciendo que Ismael, hermano nuestro en la fe católica, no duda en absoluto acerca del bienamado Padre Dios. Por eso escribe desde el corazón de un creyente que no desconoce sus propias faltas pero que espera el perdón del Creador. Es, por decirlo pronto, una buena manera de poner de su parte para alcanzar la vida eterna. Y eso, según están las cosas hoy día, espiritualmente hablando, es más que suficiente o, al menos, es suficiente.

Eleuterio Fernández Guzmán