21.09.14

Dice el necio en su corazón: no hay Dios

A las 7:44 AM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Apologética católica

 

Hoy el diario El Mundo nos obsequia con una entrevista a esa eminencia de la ciencia llamado Stephen Hawking, de quien entre otras cosas cabe alabar la forma en que afronta una enfermedad terrible.

El titular del diario de papel reza así:
“EL milagro no es compatible con la ciencia”

Pero en la edición en internet, tienen este otro:
Hawking: “No hay ningún dios. Soy ateo".

Bien, ciertamente los milagros no son explicables por la ciencia. Pero existen. Señal de que la ciencia no lo puede explicar todo. Negar que existen es como negar que la tierra es redonda y la luna da vueltas alrededor de la misma. Aquellos que se burlan de la Iglesia por el proceso a Galileo, que no hay que olvidar que fue objeto de críticas tremendas por los científicos de su época, miran con tono burlón, de desprecio e incluso de odio -de todo hay- a quienes no solo afirmamos la existencia de los milagros sino hemos sido testigos de algunos.

Desgraciadamente, encuentran apoyo en algunos pseudocristianos que dicen creer en Dios pero se niegan a aceptar la historicidad de los milagros de las Escrituras. No hay cosa más patética que un cristiano así, si es que en verdad se le puede llamar cristiano.

La necedad, en palabras del salmista, de los que niegan la existencia de Dios, y no digamos nada si encima se dedican a estudiar una de las más grandes pruebas de su existencia tal y como explica san Pablo en Romanos 1, es fruto de la falta de fe. La necedad de los que niegan la posibilidad de que Dios intervenga directamente en la vida de los hombres obrando milagros y prodigios, es casi siempre fruto de la traición a una fe ya recibida. En ese sentido, Stephen Hawking tiene menos responsabilidad moral que “teólogos” como Torres Queiruga.

Lo que diferencia a los ateos de los agnósticos, es que aquellos niegan lo que no conocen y los segundos solo dudan. El agnóstico no niega categóricamente la existencia de Dios, sino la capacidad del hombre de entenderle. Lo cual, dicho sea de paso, tiene un punto de razón. A Dios no le comprenderíamos bien si Él no se nos hubiera revelado en Jesucristo.

Aunque como se encargó de explicar Santo Tomás, hay elementos de sobra para que el hombre natural crea en la existencia de Dios, lo cierto es que solo por la gracia se puede no solo creer en su existencia sino creerle a Él y vivir en Él. El apóstol san Pablo explica perfectamente la imposibilidad de que el hombre natural entienda las cosas que son del espíritu:

Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.
1ª Cor 2,14)

Hawkings encaja como mano en guante en esa descripción. Por mucho conocimiento científico que tenga, cualquier niño con una fe sencilla es infinitamente más sabio que él en aquello para lo que la sabiduría es verdaderamente útil de cara al fin del hombre, que no es otra cosa que dar gloria al Dios que le ha creado y redimido.

Aun así, el mismo Dios que es negado por ese científico ateo, puede obrar el milagro de su conversión. Mientras viva entre nosotros, tal cosa es posible y por ello debemos rogar al Señor. Si se convierte y da testimonio de su conversión, la gloria de Dios sería visible a los ojos del mundo. Si lo hace poco antes de morir y nos enteramos, la fiesta en el cielo será igualmente grandiosa.

Mientras tanto, solo nos cabe recordar que aquellos que niegan a Dios, no son otra cosa que pobres necios necesitados de misericordia.

Luis Fernando Pérez Bustamante