22.09.14

Rafaela: huelga de escobas caídas

A las 1:14 PM, por Jorge
Categorías : Señora Rafaela

 

No había visto D. Jesús en los días de su vida de cura una iglesita más limpia y organizada que la de su pequeño pueblo. Rafaela, Joaquina, María y las demás serían a veces un tanto incordiantes, pero la verdad es que el templo parroquial era una envidia de aseo y ornato. Ya saben cómo son estas mujeres cuando se lo proponen: manteles impecables, ni una mota de polvo, las flores justas y perfectas…

Por eso le extrañó a D. Jesús encontrarse un día con unas flores medio chuchurrías en un florero. Bah, pensó, algún despiste. Más le hizo empezar a cavilar cuando vio que se amontonaban los purificadores sin lavar y planchar, los manteles no se cambiaban a pesar de alguna marcha de cera y las vinajeras se quedaban pegadas en el platillo.

Pero lo que ya le hizo saltar todas las alarmas fue observar enormes bolas de pelusa que campaban a sus anchas por debajo de los bancos y que ya no respetaban ni siquiera el presbiterio. En pocas semanas su pequeña iglesia, ejemplo de orden y cuidado, se había convertido en la capitana de la desidia.

Rafaela, dijo despacito el señor cura, a lo mejor había que dar una barridita a la iglesia… Lo estaban esperando las mujeres: ¿y usted cree que a Dios le importa mucho si se dice la misa con un purificador limpio o usado, las flores están mejor o peor o las pelusas andan dando vueltas?

El otro día nos lo explicaba usted en la reunión cuando le preguntamos que por qué celebraba misa sin ponerse la casulla. Nos dijo que a ver si nos pensábamos que a Dios le importaba mucho o poco, y también que para la última cena Jesús no utilizó una casulla, que dónde está el problema.

Pues aunque en principio nos resultó un tanto extraño, el caso es que luego pensándolo en mi casa vimos que no le faltaba razón, y que aplicándolo a lo nuestro tampoco creemos que a Dios le importe mucho si barremos la iglesia cada semana o menos, que por otra parte no creo que en el monte de las bienaventuranzas pasaran la escoba a diario. Así que hemos decidido que si a Dios no le importa, y barrer lo hacían poco, pues no vamos nosotras a ser más tiquismiquis que los apóstoles. Se acabó pasar la escoba.

Pero Rafaela, mujer, no os pongáis así, que aunque a Dios no le importe mucho, la gente que viene a misa agradece una iglesia limpia y unos purificadores recién planchados. Claro, repuso la señora, también la gente agradece que se celebre la misa como manda la Iglesia y no como a usted se le ocurra, pero por lo visto no es lo mismo.