25.09.14

 

Los profetas de verdad, tipo Jeremías, San Juan el Bautista o el obispo Oscar Romero, llaman a las cosas por su nombre. No se andan con rodeos. No buscan palabras que diluyan la contundencia de su mensaje. No son políticamente correctos. No son oficialistas. No temen a los hombres, porque han recibido el don del temor de Dios, que como dice el proverbio, es el principio de toda sabiduría (Prov 1,7).

Pero ya que le he mencionada, les ruego me permitan que le cite. Hablo de Mons. Romero:

La Palabra de Dios, pues, según San Pablo en la lectura de hoy, tiene que ser una palabra que arranque de la eterna antigua palabra de Dios pero que toque la llaga presente, las injusticias de hoy, los atropellos de hoy y esto es lo que crea problemas. Esto es ya decir: “la Iglesia se está metiendo en política, la Iglesia se está metiendo a comunista". Ya aburren con esa acusación. Ténganlo en cuenta de una vez, no se mete en política, sino que es la palabra como el rayo de sol que viene desde las alturas e ilumina, ¿qué culpa tiene el sol de encontrar su luz purísima charcos, estiércol, basura en esta tierra?. Tiene que iluminarlo, si no, no sería sol, no sería luz, no descubriría lo feo, lo horrible que existe en la tierra; así como también ilumina la belleza de las flores y le da el encanto a la naturaleza. La palabra de Dios, también, hermanos, por una parte ilumina lo horrible, lo feo, lo injusto de la tierra y alienta el corazón bueno, los corazones que gracias a Dios abundan que se iluminan con esta luz eterna de su palabra divina.

Esto es predicar hoy la palabra, predicación que, como en los tiempos de los profetas, tiene que crear problemas y tiene que despertar odios y tiene que sacudir resentimientos, hasta la forma más vulgar que hemos llegado a ser el objeto. Pero, hermanos, que la basura sienta odio de la luz es gloria de la luz. Ser calumniado por quienes se sienten tocados en su injusticia es un honor. Por eso les digo, hermanos, a mí no me aflige la calumnia. Yo les agradezco las innumerables manifestaciones de solidaridad que me llegan en estos días, pero les digo, tengan alegría y confianza, que no me afligen, al contrario, me honran.
Homilía de Mons. Romero, comentando el pasaje de Romanos 15,4-9

En España hay al menos un obispo -confío en que habrá más- que ha tomado el testigo de los profetas para hacer una descripción exacta del mal que nos rodea y nos gobierna. Efectivamente, Mons. Reig Pla ha escrito una carta en la que dice:

1- Los partidos políticos mayoritarios se han constituido en verdaderas “estructuras de pecado”.

2- El Partido Popular, en particular, “es liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e «infectado» como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ; siervos todos, a su vez, de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada «gobernanza global» al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista.

3- “No es justificable moralmente la postura de los católicos que han colaborado con el Partido Popular en la promoción de la reforma de la ley del aborto a la que ahora se renuncia". Por si alguno no lo entiende, eso quiere decir que los católicos que colaboraron en la redacción de esa reforma estaban cometiendo un acto inmoral. El obispo no da nombres. Pero sabemos quiénes son.

4- “Instancias de la Iglesia Católica que camina en España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la posibilidad de que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin fisuras el derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y una sola mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y la atención a los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la Doctrina Social de la Iglesia".

Una vez dicho eso, ha lanzado la siguiente exhortación:

Este es tiempo de conversión. Así pues, todos (mujeres y varones, profesionales de la sanidad y de los medios de comunicación, gobernantes, legisladores, jueces, fuerzas y cuerpos de seguridad, pastores y fieles, etc.) estamos obligados en conciencia a trabajar y defender con todos los medios legítimos «toda la vida» de «toda vida humana», desde la concepción y hasta la muerte natural, empezando por los no-nacidos y sus madres; si no lo hacemos, la historia nos lo recriminará, las generaciones venideras nos lo reprocharán y, lo que es definitivo, Dios, el día del Juicio, nos lo reclamará: era pequeño, estaba desnudo e indefenso y no me acogisteis (Cf. Mt 25, 41-46).

Puede que haya quien todavía un católico que piense que puede seguir colaborando activamente con una estructura de pecado. Dios le pedirá cuentas por ello. Puede que haya un católico que piense que el Partido Popular sigue siendo una opción recomendable e incluso votable. Dios le pedirá cuentas por ello. Puede que haya un católico que piense que la Iglesia en España debe seguir obstaculizando en vez de propiciando -por ejemplo, a través de sus medios de comunicación- la aparición de partidos y plataformas provida, profamilia, pro principios no negociables. Dios también le pedirá cuentas por ello, tanto más si ese católico tiene algún tipo de responsabilidad política, social o eclesial.

Algunos sostenemos que la retirada de la reforma de la ley del aborto ha sido providencial. Ha servido, entre otras cosas, para que todos se retraten. En este gobierno hay al menos dos católicos practicantes. Ambos se mantienen como ministros, convirtiéndose ya en cómplices activos, no meramente pasivos, del mayor holocausto que España ha conocido jamás. El único que ha dimitido, el señor Gallardón, no parece que sea de misa dominical. Sin embargo, en el PP hay una serie de diputados y senadores que igualmente acuden a Misa todos los domingos, e incluso alguno todos los días en que su trabajo se lo permite. ¿Qué tipo de conciencia cristiana tienen que les lleva a permanecer un día más en un partido radicalmente abortista? Yo conozco a uno de ellos, senador por Huesca. Ángel, por el amor de Dios, ¿qué haces ahí dentro? Escucha lo que dice el Señor: “Sal de ella, pueblo mío, para que no os contaminéis con sus pecados y para que no os alcance parte de sus plagas” (Ap 18,4). Las estructuras de pecado no se reforman. Se abandonan para, por gracia de Dios, construir estructuras de verdad y caridad.

Paro aquí. Respecto a lo que pienso de los que nos vendían la idea de que la reforma de Gallardón era aceptable y de los que colaboraron activamente en su redacción, me remito a las palabras obispo de Alcalá de Henares. Él ha explicado perfectamente cuál es su situación. Pero no pasa nada. No es tiempo de reproches -no permitiré uno más en este blog en los próximos días- sino de esperanza ante la oportunidad que se nos presenta. El cristianismo consiste en recibir de Dios el don de la libertad para alejarnos del mal y andar el bien. Ruego a Dios que nos conceda a todos aquello que el obispo pide: conversión. Solo recordemos que conversión no consiste en repetir los mismos errores, no consiste en volver a recorrer del camino de la tibieza y del “malminorisimo”.

Es todo o nada. O con España, Tierra de María, o contra ella. O con Cristo o contra Él. Y no habrá otra oportunidad. Unidad, claridad y servicio a la verdad en la caridad. Ahora o nunca.

Luis Fernando Pérez Bustamante