27.09.14

 

Los medios de comunicación, y entre ellos este que dirijo, buscamos el titular en entrevistas, artículos, ruedas de prensa, etc. En el caso de los obispos, son protagonistas en los medios seculares ha sido casi siempre por haber dicho o escrito con claridad aquellas verdades que molestan a los poderosos de este mundo -y no me refiero solo a los gobernantes sino sobre todo a los “creadores” de opinión-, a los que viven de espaldas a Dios.

Pero pocas veces acuden los medios a buscar material para sus portadas en homilías dominicales de obispos y sacerdotes. Si, alguna vez se da la circunstancia de que una Misa emitida en una televisión provoca una catarata de reacciones indignadas porque al predicador de turno le da por señalar que la paga del pecado es muerte y eso incluye también los pecados nefandos que hoy nos quieren vender como algo natural, respetable e incluso digno de ser protegido por la ley. Pero no es lo habitual. La mayor parte de las predicaciones apenas llegan más allá de los oídos de los asistentes al culto divino donde el Cordero de Dios se hace carne y sangre para ser ofrecido, en sacrificio incruento, a Dios Padre.

Y sin embargo, de vez en cuando uno se encuentra, o le regalan, perlas como esta:

Eucaristía desde la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. XXV semana del Tiempo Ordinario

Escuchen ustedes la homilía (a partir del minuto 18). Verán a un obispo hablando de cosas que son más dañosas que el ateísmo de estado que sufrió un país como Albania:

… el secularismo ambiental, plantear las cosas sin Dios, como si Dios fuera un estorbo. Leyes… la defensa de la vida… es de palpitante actualidad: ¡No queremos saber nada de Dios! ¡Lo único que nos importa son los votos!… ¿Y los que mueren de ese asesinato colectivo que es el aborto? ¿no nos importan? Pasará tiempo, y no mucho, queridos hermanos, en que volviendo la vista atrás como la volvemos hoy en relación con Albania, digamos y pensemos: ¡Pero qué barbaridad! Al menos que podamos decir eso. Qué barbaridad, la cantidad de niños inocentes eliminados en el seno, en el claustro caliente y cálido de sus propias madres”

Ojalá hubiera muchas homilías así, que iluminen la conciencia de aquellos fieles que las escuchan, para que no permanezcamos adormecidos ante el gran holocausto de nuestro tiempo.

No se queden ustedes solo en esa parte de la homilía. Merece la pena ser escuchada entera. La predicó Mons. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba.

Luis Fernando Pérez Bustamante