«Paraliza la capacidad de una persona para amar»

Matthew, que comenzó a los 8 años, enseña cómo sanar de la adicción a la pornografía

 

Matthew Fradd comenzó a buscar liberarse de su adicción a la pornografía después de enfrentar la contradicción. «Mientras mi mujer dirigía un estudio de la Biblia con mujeres, enseñándoles acerca de su dignidad, yo miraba pornografía». Una inesperada conversión en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Roma el año 2000 lo situó en el camino para liberarse de su adicción a la pornografía.

27/09/14 7:58 PM


(Portaluz/InfoCatólica) Pero ese fue apenas un punto de partida, el punto de quiebre ocurriría sólo después de su matrimonio. Con los años llegarían las entrevistas en las principales cadenas internacionales de televisión, el escribir libros, dictar conferencias en colegios y universidades, sostener sitios web desde donde difunde variedad de artículos de evangelización y esencialmente vivir su vida como un apóstol que promueve las bondades de la eucaristía (y adoración eucarística), la confesión y el rosario, como medios para sostenerse en pureza y castidad.

Es la vida de Matthew Fradd, australiano, casado, padre de tres niños, quien inició su adicción al porno cuando estando en el ático de la casa de un familiar, encontró una revista que lo dejó «completamente cautivado». Tenía ocho años y no pudo resistir el impulso de rebuscar por toda la casa de su pariente -a escondidas- por si encontraba más revistas. Luego entre los 11 y los 12 años, cuenta que él y un amigo robaban revistas pornográficas de las tiendas locales y estaciones de servicio. Fingían mirar revistas de coches o de heavy metal, y, cuando suponían que nadie estaba mirando, ponían un Playboy o Penthouse bajo sus ropas y salían corriendo. Matthew recuerda que terminó con una buena colección, toda escondida en el lugar más profundo de su cómoda.

Ha contado muchas veces su historia en televisión y radio, ante multitudes de personas en Canadá, Irlanda y Estados Unidos. Lo hace porque cree que la pornografía no es inofensiva, sino un mal, dice, que «paraliza la capacidad de una persona para amar. Castra a los hombres y degrada a las mujeres».

Dios padre y el don de la fe

Su vida comienza a ser transformada explica, al iniciar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del 2000 en Roma. Hasta entonces había sido un «auto-declarado agnóstico», pero la aventura de viajar a Europa -casi a cero costo para él- le resultaba irresistible… aunque para ello tuviere que acoplarse a esa actividad de la Iglesia. «La idea de crecer en la fe, descubrir a Jesús o escuchar lo que el Papa tenía que decir, para ser honesto no eran algo que me motivara», dice.

Sin embargo ya en el viaje le sorprendieron los otros jóvenes en el avión. «Nunca había conocido a jóvenes cristianos que realmente creían en su fe, que parecían vivir según las enseñanza de la Iglesia… sobre todo, incluyendo su sexualidad. Yo nunca había conocido a gente como esa que se vieran normales. Y no sólo normales, sino muy ‘cool’ (equilibrado en un estilo propio) y cercanos».

Impactado y arrastrado de alguna forma por la espiritualidad que latía en derredor, recuerda que en un momento, al inicio del primer día de la JMJ estando en la Plaza de San Pedro, decidió orar… en principio para ver si surgía alguna señal de que Dios existía. Y al parecer esta oración iba a ser escuchada. «Nunca me había sentido tan feliz en mi vida», dice. «Tuve la certeza abrumadora de que Dios es real, que Él me ama… Si esto era cierto ¿cuánto cambiaría todo en mí?»… «El lento proceso de la santificación -dice-, comenzó entonces».

Rosario: una cadena que libera

A medida que en el transcurso de los meses siguientes la fe se asentaba con la práctica religiosa y sacramental Matthew señala que pasaba períodos más largos sin recurrir a mirar pornografía e incluso cada vez significaba un menor esfuerzo prescindir de ella. Pero el año 2006, precisamente después de contraer matrimonio, sobrevino la recaída. «Mientras mi mujer dirigía un estudio de la Biblia con mujeres, enseñándoles acerca de su dignidad, yo miraba pornografía», recuerda.

Se sentía, dice, «absolutamente avergonzado», y en su confesión siguiente le comentó al sacerdote que estaba «harto» de repetir la misma cosa una y otra vez. Hastiado de este apego al porno. El sacerdote, comenta Matthew, le sugirió recurrir a la ayuda de la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de la Pureza. «No creía que esto realmente iba a funcionar, pero nada perdía con intentarlo», precisa.

«Desde ese día tomé el rosario y rezo por esta intención». «Y he continuado… al final de rezarlo me gusta sostener el rosario por encima de mi cabeza como una cadena con las dos manos y decir: «Madre Bendita, he tomado tu cadena, ahora libérame de las cadenas de mi lujuria».

La liberación se renueva en el apostolado

Pero aunque ya han pasado años desde aquél primero rosario, es cauteloso acerca de esta tentación. «Mi liberación no sucedió en el transcurso de una noche, y no estoy tratando de decir que nunca podría volver a ocurrir», dice. La pureza, explica, es una batalla diaria. «No es un destino al que llegas, donde despiertas y piensas: ‘¡Oh, mira, soy puro!’».

Luego de su liberación Matthew comenzó a preguntarse cómo podía ayudar a otros hombres y mujeres que luchan con el mismo problema. Grabó su testimonio, y puso en marcha «el sitio web más simple, directo y barato que hayas visto nunca». Y comenzó a ser contactado por gente adicta de todo el mundo. Luego, el año 2009 un sacerdote le dio $12.000 dólares para que pusiera en marcha lo que hoy es el sitio, ya profesional, www.theporneffect.com que recibe cerca de 7.000 visitantes al día.

Fradd dice que las personas deben ser honestas y admitir que incluso muchos católicos pueden ser adictos a la pornografía. «Los que se sientan al lado de nosotros en la iglesia tal vez ni siquiera imaginan el problema que involucra la pornografía, y tal vez la consumen y están hasta las cejas en ella».

Desde su propia experiencia de lucha contra la pornografía Matthew cree que sólo con medios humanos no es posible liberarse de tal adicción y por ello recomienda el «ayuno y la Adoración del Santísimo Sacramento, la confesión y el rezo del rosario». Porque sólo con medios humanos cree no es posible superar tal adicción...

Al finalizar dedica algunas palabras para profundizar en el fondo espiritual que anima su apostolado… «Queremos ser la clase de hombres que al morir Satanás haga una fiesta y diga: ¡Por fin se ha ido, hizo demasiado daño a mi reino! Ese es el tipo de hombre que quiero ser. Y creo que ese es el tipo de hombre que la mayoría de los hombres quieren ser».