HOMILÍA DEL OBISPO

75 ANIVERSARIO DEL HOSPITAL SANTA CLOTILDE

Hermanos de San Juan de Dios

 

Descargar versión *.pdf
Descargar audio

SANTANDER | 22.10.2014


S. I. Catedral de Santander, 22.10.2014
 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander

 

Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.

            Es para mí un motivo de alegría presidir esta Eucaristía de Acción de Gracias, con motivo del 75 º Aniversario del Hospital de Santa Clotilde de los Hermanos de San Juan de Dios de nuestra ciudad de Santander.

            En los orígenes últimos de esta andadura del Hospital de Santa Clotilde está Dios, que es Amor, que inspiró a San Juan de Dios, heraldo de su misericordia. Como verdadero discípulo de Jesucristo, lleno de misericordia y fortalecido por la gracia de Dios, alimentó al hambriento, refrigeró al sediento, vistió al desnudo, hospedó al forastero y cuidó a los enfermos, no abandonó en la prisión al encarcelado y fue la ayuda y el padre de todos los pobres (cfr. Prefacio de la fiesta).

            En el origen remoto de hace 75 años, está una persona, mujer de profunda fe y de proyección social, Dª Clotilde Gallo Diez Bustamante, duquesa de Santa Elena, que legó la finca de Bella Vista a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Para ella nuestra gratitud más sincera, que es el perfume de nuestro corazón, y el deseo de que desde el cielo contemple su obra y se asocie a nuestra fiesta.

            El Hospital de hoy,  que conocemos,  ha pasado por varias vicisitudes, que no es el  momento de reseñar ahora. Sí que es ocasión para afirmar que el Hospital Santa Clotilde está firmemente asentado en su propia tradición del espíritu religioso de San Juan de Dios y se abre al futuro, adelantándose a las demandas de la sociedad a la que siempre ha sabido dar la mejor respuesta desde que, en el ya lejano 1939, un grupo de religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios llegara a Santander para hacerse cargo del legado de la Duquesa de Santa Elena, Dª Clotilde Gallo Diez Bustamante.

Mensaje de las lecturas

            El carisma de la Orden Hospitalaria está iluminado por la Palabra de Dios, que hemos proclamado. El apóstol San Pablo en la carta a los Romanos enumera el principio general que debe regir la vida cristiana: la caridad es el vínculo de unión de los miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Los diversos “carismas” cooperan al bien del cuerpo. El mismo San Juan de Dios, en la carta que hemos leído dirigida a Gutiérrez Laso reafirma esta idea: “Y puesto que todos tendemos al mismo fin, aunque cada uno va por su camino, según el beneplácito de Dios y la vocación recibida, bueno será que nos ayudemos los unos  a los otros”.

            En el Evangelio según san Lucas, hemos escuchado la parábola del buen samaritano.  Cristo es el Buen Samaritano, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los heridos. San Juan de Dios imitó perfectamente a Cristo, siendo también buen samaritano, que ponía en los enfermos el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

El mensaje que se desprende de estas lecturas es la caridad. “El amor –caridad- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo […] El amor no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, una ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material. La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive “sólo de pan” (Mt 4,4; cfr. Dt 8, 3), una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano” (DCE 28).

El amor es una luz,  que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar.

En el fondo esa ha sido la trayectoria de los Hermanos de San Juan de Dios, médicos y misioneros,  Miguel Pajares y Manuel García Viejo, víctimas del contagio del virus de ébola, repatriados de Liberia y de Sierra Leona respectivamente. Ambos no pudieron superar el ébola y murieron ¡Qué gran lección de amor a sus semejantes han dado a todo el mundo y qué reconocimiento tan general han tenido por las gentes de buena voluntad! ¡Qué página tan hermosa habéis escrito los hermanos de San Juan de Dios! Yo como obispo, en nombre propio y en el de toda la Diócesis, os agradezco de corazón este gesto de amor hasta la muerte de vuestros hermanos médicos y misioneros. Que desde el cielo os ayuden y nos ayuden a seguir sirviendo a Cristo en el prójimo enfermo y necesitado.

En este día de fiesta por esta gloriosa efemérides de la conmemoración de los 75 años del Hospital santa Clotilde, damos gracias a Dios por la presencia entre nosotros en la ciudad de Santander de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, y, al mismo tiempo, le suplicamos que la familia hospitalaria sea fiel a los carismas de San Juan de Dios, que son: la hospitalidad, la responsabilidad, el respeto, la calidad y la espiritualidad. Pedimos también que Dios, que es el mejor remunerador, recompense a Dª Clotilde, Duquesa de Santas Elena y a todos los bienhechores de la obra benéfica de los Hermanos de San Juan de Dios.

Finalmente, confiamos a San Juan de Dios  las necesidades y proyectos de este Hospital de Santa Clotilde; las intenciones de todo el personal que trabaja en esta Casa; de los enfermos y de sus familias; también, le confiamos el descanso eterno de todos los difuntos de este Hospital.

La Eucaristía, que estamos celebrando, es sacramento de la caridad, en la cual Cristo se hace comida y bebida para la vida del mundo. Que de la Eucaristía, como San Juan de Dios, saquemos fuerzas para vivir la caridad con Dios y con nuestros hermanos los enfermos y necesitados. Amén.