Ojo con los que hablan mal del cura anterior (o del papa, o del obispo)

 

Cuando un párroco llega a su nuevo destino, lo hace para suceder a un compañero que antes que él, con sus luces y sombras, pero aceptando siempre su buena voluntad y su deseo sincero de servir al evangelio y a los fieles. El compañero anterior es merecedor de todo el respeto, el aprecio y el agradecimiento por la labor realizada.

El anterior párroco es alguien que dejó a su paso mucha gente buena que vivió su vida cristiana en la parroquia, un buen equipo de colaboradores, y siempre alguna familia o algún feligrés despechado por la cosa de que no a todos se puede caer bien. Cosas de la condición humana.

¿Qué hace el cura nuevo? El cura nuevo yo creo que ha de moverse con la gente en líneas diversas:

-          Seguir atendiendo y ayudando a esa gran mayoría de fieles que acogen a cada sacerdote con todo afecto, sea Juan, Luis o Manolo. Me refiero a la gente de misa dominical, los niños de catequesis, los feligreses digamos “habituales”, los necesitados de pan y de cariño.

-          Apoyarse para empezar en los colaboradores ya existentes, que si el párroco anterior trabajó bien estarán felices de seguir ayudando al que llega, y al menos hasta que uno vaya poco a poco conociendo y haciendo su propio equipo.

-          Y alejarse como de la peste de todos aquellos que están deseando conocer al cura nuevo para echar pestes del que se marchó, y soltar eso tan bonito de que “ya era hora de que nos le quitaran y viniera un cura como Dios manda”.

Recuerdo en una parroquia en la que, a las pocas semanas de tomar posesión, el nuevo párroco me contaba feliz como una perdiz que un pequeño coro, que se las tuvo tiesas con el anterior párroco, había vuelto a colaborar en las misas. Mala noticia, le dije. Dejas mal al compañero y estos, que le cantaron las cuarenta, le pusieron verde y hasta recogieron firmas en su contra no son de fiar. Te harán lo mismo. Evidentemente se lo hicieron.

La gente retorcida es retorcida y mala con D. Fulano y D. Mengano. No son gente de iglesia, de parroquia, de comunión, de acogida aunque se presenten como tales. Ya saben lo del lobo y la piel de oveja. Para nada. Son gente que lo que buscan no es hacer iglesia ni parroquia, sino manejar las cosas a su gusto empezando por el cura, y si el cura no se deja es que es autoritario, malo, anticonciliar y por supuesto no quiere nada con los pobres.

No cuela. En cuanto he llegado a una parroquia y alguien, nada más conocerme, lo primero que ha hecho ha sido poner verde al antecesor, lo he tenido claro: una persona para mantener a distancia. No falla.

Y si el cura, por pretender congraciarse con la feligresía, se dedica a dar palmaditas en la espalda a los que peor le han hablado del compañero que acaba de dejar la parroquia, y hasta con un poco de suerte para congraciarse con ellos pone en sus manos alguna, aunque pequeña, responsabilidad, simplemente se equivoca.

Se equivoca porque el resto de los fieles, entre los cuales lo normal es que haya mucha gente que apreciara de corazón al que se fue, no va a comprender que ría las gracias a los que le hicieron la vida imposible. Más aún, si a uno le hicieron la vida imposible, eso significa que al que llega le observarán desde el chantaje: o haces lo que creemos, o prepárate. Y tampoco conviene.

Hay curas que se piensan que empezando por abrazar a los enemigos del anterior compañero, aciertan. Error, qué gran error.