Pablo VI: la ley de Cristo no debe adaptarse al mundo

Pablo VI

Ya no soy mayor, soy antiguo. Esta mañana en el desayuno familiar comentábamos la beatificación de Pablo VI. Tuve la imprudencia de decir que «es el primer Papa que conocí» y que siempre me lo imagino en «blanco y negro». Los hijos son implacables: ¡hala, qué antiguo!

Quizá he tenido la suerte de querer a Pablo VI porque no lo viví, y el cariño en este caso tiene más de racionalidad que de emotividad. El Papa viajero y reformador, ha pasado a la historia por una encíclica escrita para defender al hombre incluso de los obispos, cardenales y padres conciliares que lo aconsejaban. El «mundo» que tanto le reía las gracias empezó a odiarle en julio del 68 (¡ojo, eso yo ya no lo recuerdo, todavía no existía!) Muchas buenas y santas personas no dudan en considerar que la «Humanae Vitae» fue una manifestación clara de la protección prometida por el Señor a su Iglesia. Y Pablo VI dejó hacer al Espíritu Santo, fue dócil a la gracia.

Antes de esa fecha Pablo VI empezó a alertar de la deriva de muchos eclesiásticos, profesores y teólogos. Desgraciadamente sus advertencias no fueron escuchadas, todavía hoy sufrimos las consecuencias, como acabamos tristemente de comprobar en el Sínodo Extraordinario que se clausura precisamente con la ceremonia de beatificación del Papa.

No he encontrado traducción completa de un discurso trascendental, de septiembre del 1967 a la Congregación de Redentoristas, pero que tiene la misma vigencia de entonces (Allocutio ad Sodales Congregationis SS. Redemptoris, sept.1967, pp.960-963). Unas palabras de advertencia en las que expresa:

«su gran dolor por difundirse en el ámbito de la moral católica opiniones que, en contraste con el Magisterio y sobre la base de una falsa interpretación del Concilio, han aceptado adaptar imprudentemente la doctrina moral cristiana a las tendencias y a las perversas opiniones de este mundo, como si la ley de Cristo debiese adaptarse al mundo y no más bien el mundo a la ley de Cristo».

Y que precisa para que no quepa la menor duda:

«En esto se cuide de inducir a los fieles a una opinión diferente, como si sobre la base de la enseñanza del Concilio, hoy sean lícitas cosas que la Iglesia en el pasado había declarado intrínsecamente malas. ¿Quien no ve que de esto derivaría un nefasto relativismo moral, que llevaría sin más a la ruina todo el patrimonio doctrinal de la Iglesia?»

Un discurso que como señala L. Melina, Presidente del Pontificio Instituto par estudios sobre el Matrimonio y la Familia, reafirmaba y alertaba que:

La enseñanza moral de la Iglesia conserva las verdades necesarias para la salvación y el Señor no ha podido permitir el error sobre cuestiones tan decisivas en los siglos precedentes. El contenido de la verdad moral es permanente e inmutable, al menos en los elementos decisivos de interpretación de los preceptos de Dios

Hoy es un buen día para encomendarle al nuevo beato los frutos del Sínodo de la Familia, que el Señor ilumine a nuestros Pastores para que sigamos siendo «Sal del mundo». Pablo VI, ruega por nosotros.