De "mujeres públicas" y la simpática exposición en el reina Sofía

 

Si es que el resultado no podía ser otro. Hace no mucho, en cualquier diccionario, cuando buscabas la palabra “prostituta” o su equivalente más grosero en cuatro letras, la definición era “mujer pública". De niños, cuando uno podía hacerse con el diccionario en casa y nos juntábamos tres  o cuatro chavalotes, siempre se buscaban las mismas palabras, entre las cuales era fundamental esa de las cuatro letras que empieza por p. El problema era que eso de “mujer pública” tampoco nos aclaraba nada, pero a ver quién era el guapo que preguntaba tal cosa a su padre.

En el museo Reina Sofía de Madrid puede visitarse -creo que con la entrada regalan una bolsa por la cosa de los vómitos- una “simpática” exposición denominada “Un saber realmente útil", realizada por el colectivo “Mujeres públicas” y cuya obra central es una cajita de cerillas con una iglesia católica en llamas y el lema “la única iglesia que ilumina es la que arde".

Pues parece ser que ante esta inocente exposición, llena de caridad y comprensión, aleluya, y verdad en el amor, aleluya, algunos sectores de católicos, en realidad no católicos corrientitos, sino ultracatólicos, han protestado. No, no crean que con pancartas, gritos o lanzamiento de adoquín urbano, sino con algo tan por lo visto fuera de lugar e incivilizado como una queja o una recogida de firmas.

Ultracatólicos. Parece que solo ultracatólicos, o eso recoge algún medio, lo que nos lleva a pensar que los demás católicos, desde el papa, que quizá fuera tolerante habida cuanta de que el colectivo que expone es argentino, a la señora Rafaela, ya saben, ultra y violenta donde las haya, pasando por el arzobispo de Madrid, deben estar todos tan felices porque nadie dice nada. Apenas unos cuantos ultracatólicos entre los que por cierto me considero y a mucha honra.

Si para ser considerado católico abierto, tolerante, guay del Paraguay y del Uruguay, primaveral, franciscano, misericordioso y renovado hay que sonreir cuando alguien afirma que mejor ardiendo, y poner una mueca de sonrisa bobalicona por la cosa de la mutua tolerancia, pues va a ser que no me sale. Me hubiera reído a mandíbula batiente si en lugar de poner eso de la iglesia lo hubieran cambiado por una mezquita, pero para eso no hay ovarios en las públicas ni testosterona en el señor director.

De todos modos, seamos claritos, ¿qué se puede esperar de un colectivo de féminas que se autodenomina “mujeres públicas"? Pues lo correspondiente y consecuente con su autodenominación. ¿Qué puede hacer un ganso? Gansadas. ¿Y unas cuantas mujeres públicas? Pues p…. Si no hay otra. Tampoco vamos a pedir castidad a la Tacones.

El problema no son solo las “públicas". El problema es facilitar que a la Iglesia se la sacuda sin más, al menos así lo ve un servidor, aunque reconozco mi ceguera. Porque si los pastores de la Iglesia no ven persecución no seré yo quien me empecine en lo contrario.