Los responsables de lo del Reina Sofía son Wert y Rajoy

José Ignacio Wert, ministro de cultura y educación del gobierno abortista de Mariano Rajoy, a la sazón presidente de una formación política que cuenta con corruptos hasta en la sopa, es el segundo responsable máximo de lo que está ocurriendo en el Museo Reina Sofía. El primer responsable es el propio presidente del gobierno, que le mantiene como ministro o no le da orden de que cese al director de ese museo.

En un país donde las iglesias se quemaban como deporte nacional de la izquierda, donde se llenó el cielo con mártires asesinados a manos de los padres ideológicos de los señores Pedro Sánchez, Cayo Lara y Pablo Iglesias -ojo a éste, que puede ganar las próximas elecciones- el gobierno de la “derecha” se permite el lujo de permitir que en un museo público que lleva el nombre de la madre del actual Rey, se haga una exposición que contiene un padrenuestro blasfemo y abortista -esto último le mola mucho a la gente del PP, como bien sabemos- y una caja de cerillas en la que aparece el lema “la única Iglesia que ilumina es la que arde“.

No cabía esperar otra cosa de un colectivo de individuas argentinas que se presentan a sí mismas como “mujeres públicas". No sé si en el país sudamericano se llama así a las prostitutas, pero en España sí. Es decir, tenemos un museo nacional que se dedica a promocionar los ideales de prostitutas sudamericanas que odian a la Iglesia y se complacen en pedir su destrucción.

El argumento de los que dirigen el museo para no retirar semejante aberración es que atentaría contra la libertad de expresión y el arte. Y uno se pregunta qué tipo de arte puede consistir en hacer una fotografía a una caja de cerillas y poner semejante frase.

¿Sería arte poner una foto de Hitler con una sonrisa de oreja a oreja pisoteando la cabeza de judíos famélicos y un lema que dijera “limpiemos el mundo de escoria”? ¿Sería arte poner la foto de unos tíos vestidos de túnicas blancas, con sus correspondientes cucuruchos en la cabeza, a punto de colgar de un árbol a un hombre de raza negra, con una frase que dijera “por una nación blanca libre de productos subhumanos”? ¿Sería arte poner la foto de unos señores encapuchados al lado de una bandera con una serpiente y un hacha que llevara la inscripción “Eta, mátalos”?

En cualquiera de esos tres ejemplos, los que permitieran dicha exposición no solo serían cesados, sino seguramene encarcelados. Sin embargo, en esta España nuestra, si tu objetivo es la Iglesia Católica, no solo no te pasa nada sino que recibes el parabién del ministro del ramo y del presidente.

Eso sí, si se te ocurre protestar, si se te ocurre pedir dimisiones, si se te ocurre decir que ya está bien de tanta infamia y si se te ocurre acudir a los tribunales, el portal digital religioso favorito de determinados sectores eclesiales -algún pastor incluido- te tacha de ultracatólico.

Luego habrá quien diga que en la Iglesia caben todos. Y yo pregunto: ¿también caben los que se complacen con quienes piden la quema de nuestros templos? Pues miren ustedes, donde cabe esa gente, yo no quepo. Y como yo, muchos millones de católicos. Así que hagan sitio. O ellos o nosotros. No podemos estar en el mismo barco. 

Eso si, hay otro tipo de “católicos” aun peores. Los que callan, los que miran para otro lado. Los tibios. Los que seguirán votando al PP, haga lo que haga. Los que se esconden debajo de una mesa para que no les llamen ultras. De ellos ya dijo Cristo que les vomitará de su boca. Triste cosa es acabar siendo un vómito por tu cobardía y falta de coraje. Pero eso, y no otra cosa, es su destino.

 

Luis Fernando Pérez Bustamante