Un amigo de Lolo – Decálogo del sufrimiento: corazón que sufre y cree.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

 

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, vamos a traer aquí, durante 10 semanas, con la ayuda de Dios, el llamado “Decálogo del enfermo” que Lolo escribió para conformación y consuelo de quien sufra.

Octavo precepto del decálogo del enfermo:

“No defiende una muralla lo que aguanta un corazón que cree”.<hr/>

Lolo

Ciertamente, en muchas ocasiones no somos conscientes de lo que supone creer (en el sentido sobrenatural del término). Tener fe es algo más que poner la confianza en Quien la merece (aunque eso sea) y lo es porque viene a ser como construir sobre lo que es fuerte y es quicio, sobre aquello que nos sostiene en nuestro caminar y sobre lo que el mundo no entiende ni quiere entender.

El caso es que nosotros, los sufridores por amor a Dios y por amor a nuestro prójimo, estamos en disposición de sostener, ante quien sea, que tenemos un instrumento tan importante contra lo que pueda acaecernos en el mal sentido y la mala vivencia que no hay quien pueda con él. Y es que la fe es, por tener su objetivo en Dios, una luz, del mundo y nuestra.

Creer, por tanto, supone tener un sustento seguro, una forma de dar consistencia a un existir, muchas veces, corroído por las más diversas polillas y robado por las tentaciones del mundo.

Sin duda alguna, el ser humano, la perfecta creación de Dios hecha a su imagen y semejanza, tiene una capacidad grande de soportar las diversas asechanzas que le puedan surgir en la vida. Y la tiene porque creyendo, confiando en el Todopoderoso, sabe que el corazón del Padre, que es inmenso y es inmejorable, se pone de su lado.

Para eso, claro está, hay que creer, hay que tener fe.

Pudiera parecer que la cosa es fácil: basta decir que se tiene fe para sentirse salvado y, ahora mismo, auxiliado en la tribulación. Y eso es así y no es así.

En cuanto al sí, a que eso es cierto, nos basta con poner como ejemplo nuestra propia vida: si ante lo malo aducimos que el Creador lo es y que, por eso mismo, nada debemos temer, con toda seguridad saldremos airosos de tal situación.

En cuanto al no, a que eso no es cierto, tampoco debemos ir muy lejos: si la confianza que mostramos no es cierta y tiene los pies hechos de demasiado barro, será fácil que no seamos capaces de obviar tales asechanzas.

Todo es cuestión, pues, de no olvidar nunca que Dios todo lo conoce. Y aunque esto lo decimos con alegría porque lo creemos, no es poco cierto que en demasiadas ocasiones actuamos de forma farisaica y una cosa es lo que decimos y otra, muy distinta, lo que pasa por nuestro corazón.

De todas formas nunca deberíamos olvidar, porque no nos conviene, que Quien todo lo puede ha dejado bien demostrado a lo largo de la historia de la humanidad las razones de su poder y de su misericordia. Por eso sabemos que no debemos tener miedo alguno a nada ni a nadie pues si Dios es mi Señor ¿a quién temeré?

Seguramente no se pueden decir mejor las cosas y de forma más sencilla como lo dice la Santa Escritura.

 

Eleuterio Fernández Guzmán