¿Son, éstos, tiempos turbulentos para la fe?

 

 

Voy a escribir con total franqueza. Es lo mínimo que se le puede pedir a un católico: nada de medias tintas ni contemplaciones con la tibieza. Y, mucho menos, con miedo a malas consecuencias. Los mártires, los nuestros, nunca miraron eso y actuaron como debían.

Pues eso.

El que esto escribe sabe perfectamente que es un creyente sencillo, del común, bastante simple y que no tiene muchas luces teológicas. Pero tal sencillez y tal simpleza la impelen, claro está, a preguntarse. Otra forma no hay de aprender.

Desde que el que fuera Arzobispo de Buenos Aires fuera elegido para ocupar la silla de Pedro no se ha dejado, por parte de muchos, de sembrar cizaña al respecto del papel que iba a desempeñar el Santo Padre en la Iglesia católica. Y apareció, por entonces, el término “primavera eclesial” que no quería decir que el Papa fuera un “primavera” (por alelado o algo así) sino que una estación espiritual nueva había llegado a la Esposa de Cristo. El caso es que hemos ido pudiendo ver que la cosa no ha llegado a tanto (al menos por ahora) y que los “primaveras” han sido muchos que, dándose cuenta de lo que ha pasado, andan diciendo que este Papa, en realidad, no era como parecía que era.

Pero hay señales que siembran dudas.

Así, por ejemplo, el reciente Sínodo sobre la Familia celebrado en Roma entre el 5 y el 19 de octubre de este año 2014 ha servido para mucho.

A este respecto, a mí me pareció (así lo pensé aunque no lo escribí nunca) que cuando el Papa Francisco dejó vía libre a la discusión era para que cada cual se retratara en la misma y ver, en pocas palabras lo digo, de qué pie cojeaba cada uno de los padres sinodales. Y a fe que eso se ha conseguido: ya sabemos, en general, las líneas maestras (aunque algunas son analfabetas, doctrinalmente hablando) de las cuestiones planteadas, el quid de la cuestión de cada una de ellas y lo que probablemente se plantee cuando, por decirlo así, se termine el trabajo ahora realizado en la reunión que el año que viene deberá celebrarse en Roma al respecto del mismo tema. Pero eso, claro está, ya se verá.

No podemos negar, de todas formas, que estas discusiones siembran dudas y quebrantos en el corazón de los fieles sencillos como el que esto escribe. Y es que como la formación doctrinal, teológica, moral, etc., no es demasiado abundante y las lagunas son demasiado grandes como para que estas cosas entren en el corazón de cada creyente de forma correcta. Y, claro, luego pasa lo que pasa con lo que se dice que se ha dicho y lo que debemos entender de lo que se ha dicho, que si ya está todo claro al respecto de la Familia y que vete tú a saber qué debemos creer de todo esto…

En fin… cosas así producen no pocos quebraderos de cabeza y, lo que es peor, de corazón. Y dejar las cosas así, como colgadas de un hilo y de una Relatio, al parecer, mejorable, no es lo más recomendable. Aunque siempre contamos con que el creyente ordinario ande a lo suyo y se vaya preocupando de la catequesis de la Parroquia, del ropero de Cáritas y de las cosas, digamos, reales y ordinarias. Y en eso debemos fijar nuestra esperanza de hijos de Dios.

Pero aquellos que, de una u otra manera, miramos lo que pasa en nuestra Iglesia católica un poco más de cerca que el común de los creyentes, no podemos dejar de pensar que las cosas están yendo por caminos un tanto raros y extraños. A lo mejor es por nuestra (la mía por supuesto) ignorancia de los “tiempos espirituales” y de las cosas que han de pasar en cada uno de tales tiempos pero… la verdad… esto nos causa zozobra y no poca mala conciencia de no saber qué pasa aquí y si debemos pensar mal de alguien o de alguienes.

Y luego, eso por supuesto, vemos que hay muchos casos de creyentes católicos que se manifiestan claramente contra la doctrina católica y apoyan posiciones claramente contrarias a la misma, que miran para otro lado cuando se trata de hablar de conceptos básicos y elementales para cualquier creyente de a pie (“Se publican, difunden y apoyan libros que ponen más que en duda la divinidad de Cristo y nada. Celebraciones litúrgicas convertidas en cuchipandas con payasos, barra libre de pan y vino y final con danza y es normal” ha escrito en esta misma casa el P. Jorge) y que no les pasa nada de nada… pues ya me dirán ustedes lo que pasa por el corazón de quien conoce que lo que dicen, escriben y defienden no está de acuerdo con lo que deberían decir, escribir y defender.

Dudas, demasiadas dudas son tales dudas.

De todas formas, recomiendo, como muchas veces hace el P. Iraburu, oración: primero por aquellos que llevan las riendas de la Iglesia católica; luego, por aquellos que se equivocan en lo que defienden y, para terminar, por cada uno de nosotros, para que Dios nos dé paciencia y sepamos comprender lo que debamos comprender y decir lo que debamos decir.

 

Amén.

  

Eleuterio Fernández Guzmán