Falsedades acerca de la Iglesia católica

Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

 

Se suele decir que:

 

La fe católica está manipulada por la jerarquía.

 

La fe católica no va con los tiempos.

 

La fe católica ve poco sus propios defectos.

 

La fe católica pretende adoctrinar al mundo.

 

La fe católica está alejada de la realidad.

 

La fe católica defiende siempre a los poderosos.

 

La fe católica quiere imponer sus principios.

 

La fe católica no sabe cómo van los tiempos.

 

La fe católica está anquilosada.

 

La Iglesia católica acumula riquezas inmensas.

 

La Iglesia católica busca el poder aunque sea de forma escondida.

 

La Iglesia católica no acepta cambios en sus doctrinas.

 

La Iglesia católica es gobernada por una jerarquía carca.

 

La Iglesia católica no comprende la política actual.

 

La Iglesia católica esconde sus propios defectos.

 

La Iglesia católica no actúa contra determinados delitos que ocurren en su seno.

 

La Iglesia católica tiene muchos privilegios (sociales, económicos, educativos…)

 

Y a esto, se podían añadir muchas cosas, muchas acusaciones que están en mente de cualquiera.

 

¿Qué les parece a ustedes?

 

Seguramente dirán que siempre se ha dicho eso de quien sólo pretende que la humanidad camine hacia el definitivo Reino de Dios y que lo haga con la seguridad de que llegará al mismo sin torcerse del camino o saliéndose del mismo por irse con el mundo.

 

Sin embargo, son afirmaciones que se sostienen de una forma un tanto ligera y aplicando esquemas que muestran muchos, demasiados, prejuicios.

 

¿De verdad, francamente lo digo, debemos responder a tales insidias?

 

Cualquiera diría que resulta, ya, demasiado pesado tener que estar siempre a la greña sobre cosas que no son verdad. Sin embargo, es más que cierto que quien pretenda evangelizar, en el ámbito que sea, no puede cansarse de decir la verdad y de sostener la Verdad.

 

Nosotros, por eso mismo, sabemos que la Iglesia católica no tiene nada contra la mujer, que la evolución la entiende no como adaptación al precio que sea, que lo que se considera reaccionario suele ser lo que defiende la verdad de las cosas y que el progreso, tal término, se utiliza casi siempre para tergiversar la vida social y para llevar por el camino del abismo al mundo, al siglo.

 

Además, que no puede callar ante lo que no es callable, que los ojos con los que mira son los ojos de Cristo y que, por tanto, ni el siglo XXI ni el XXX cuentan, por tiempo, sino por realidad basada en un pensar y un hacer del Maestro. Y que, en efecto, la Iglesia católica es radical: tiene una raíz a la que se sujeta con todas sus fuerzas y que tal raíz de Cristo y Dios y el Espíritu Santo. Y que eso no puede causarle vergüenza sino gozo, no alejamiento del mundo sino, muy al contrario, fijación exacta en el mismo para evangelizarlo y decirlo lo que vale la pena tener en cuenta.

 

No. A la Iglesia católica no se le puede imputar lo aquí traído a no ser que se sea ciego y sordo ante lo que pasa acerca de la misma. Y, aunque sabemos que las ideologías del mundo, las carnales, no tienen nada que ver con la Esposa de Cristo y que procuran malmeter contra ella, no por eso vamos a dejar de orar por todos aquellos que miran las cosas de la religión católica con asco y con prevención.

 

No. A nosotros, los católicos, los que profesamos la única religión que es verdadera y que formamos parte de una Iglesia que es santa (porque es santo su fundador, santos muchos de los suyos y estamos llamados, todos, a la santidad) defenderemos siempre (salvo gran y total apostasía) que Dios, cuando creó, vía Jesucristo, aquella que iba a evangelizar al mundo a través de sus apóstoles, sólo quería el bien para la humanidad toda. Y que entregó a su Hijo para que, quien quisiera, pudiera salvarse del fuego eterno y del rechinar de dientes.

 

Y, ante eso ¿aún hay quien cree lo que cree acerca de la Esposa de Cristo?

 

Oremos, por tanto, por todos aquellos que nos miran con animadversión cuando no con odio; incomprensible pero odio al fin y al cabo. Y recordemos que el martirio, el que sea y como sea, es una prenda de amor que debemos llevar en nuestro corazón como el mayor regalo que Dios pueda hacernos.

  

Eleuterio Fernández Guzmán