El asco de don Alberto

Estaba callado desde que dimitió como ministro de Justicia, pero ayer decididó abrir la boca. Y tanto lo que dijo como dónde lo dijo, en el Congreso de Católicos y Vida Pública, es altamente significativo.

Me refiero, obviamente, a don Alberto Ruiz Gallardón, ex-ministro de Justicia, que dejó su cargo cuando Mariano Rajoy decidió que su reforma de la ley del aborto, ciertamente insuficiente y por ello inaceptable para cualquier verdadero provida, no llegaría a ver la luz.

Así de claro habló el ex-ministro sobre las razones para esa retirada:

«Me da igual, no me importa que haya sido porque lo haya promovido un lobby económico o porque alguien haya podido pensar que es un beneficio electoral, es lo de menos. Por tanto, sea éste o sea otro, lo único que me da es asco, no me importa».

Y añadió:

«ni uno solo de los motivos que se pueden imaginar» que se pudiera anteponer al «deber moral de cualquier ser humano de defender la vida de sus semejantes».

Tiene toda la razón del mundo, pero esas mismas palabras se pueden usar contra su abortada reforma. La misma seguía contando con el coladero del supuesto de la salud psicológica de la madre. La misma dejaba a la mujer sin castigo penal aunque abortara en el octavo mes y medio de su embarazo. Si don Alberto dice que no hay un motivo imaginable que impida defender la vida de nuestros semejantes, comprenderá que le digamos que la única ley sobre el aborto aceptable es aquella que no cuente con ningún supuesto despenalizador.

Don Alberto, o se es es provida del todo o no se es provida. No hay providas a medias, que acepten que el no nacido tiene derecho a nacer en unos supuestos y no en otros.

Su reforma, por muchas alabanzas incomprensibles que recibiera de los provida “light”, dejaba el aborto en una situación muy similar a la que existía durante el gobierno del señor Aznar, cuando en este país se alcanzaron cien mil abortos anuales. Así que no se las dé usted de político provida, porque todavía no lo es.

Digo todavía porque no descarto que la gracia de Dios produzca en su alma el convencimiento real de que la única ley aborto posible es la del aborto cero. Parece que usted va por el buen camino, pero esa senda solo tiene sentido si se llega hasta el final de la misma. Para que me entienda, si yo quiero hacer el Camino de Santiago y, por las razones que sea, decido quedarme en León, no seré un verdadero peregrino.

Dicho eso, no puedo por menos que congratularme por sus palabras de ayer. Ha puesto usted el dedo en la llaga, demostrando lo que es este gobierno y, ojo, el partido que le apoya. Tiene usted mucha más dignidad que los católicos de misa diaria que se han quedado dentro como ministros. Usted al menos no ha querido ser cómplice de esa infamia. Ellos sí. Si además siguiera usted los pasos de los escasísimos católicos del PP que han decidido abandonar esa formación política, le haría un gran favor a España.

Luis Fernando Pérez Bustamante