Monseñor Javier Martínez está viviendo ahora mismo uno de los momentos más dolorosos de su vida como Arzobispo de la Diócesis de Granada. Durante estos días, ha saltado a la esfera pública el caso de supuestos abusos a una víctima por parte de sacerdotes de dicha diócesis. El Arzobispo se muestra profundamente dolorido y nos concede una entrevista a Agencia SIC en la que detalla aspectos sobre su actuación ante este hecho y el contacto que mantiene con la víctima actualmente, entre otras cuestiones.

P. Ante el caso de abusos que supuestamente ha acontecido en su diócesis ¿cómo vive personalmente estos hechos?

R. Con un dolor inmenso (llora). Si los hechos son verdad es una herida tremenda en el cuerpo de la Iglesia. Ese cuerpo es mi cuerpo, porque somos una sola cosa, mi diócesis y yo somos una familia. Yo quiero a esa Iglesia con toda mi alma, es mi familia, es El Señor; lo más grande que tengo y lo único que me importa.

“Esta confusión hiere al pueblo cristiano, hiere al mundo. Es una herida muy grande para todos”

Una herida de esta naturaleza, si ha sucedido, es dolorosísima, y si no ha sucedido, es igual de dolorosa porque el pueblo ahora mismo está desconcertado con sus sacerdotes, con su pastor… y la mayoría de sacerdotes están entregados a su pueblo, siguen al Señor con una devoción admirable. Y de repente toda esta confusión hiere al pueblo cristiano, hiere al mundo. Un sacerdote, para los cristianos, incluso para los no creyentes, es, por definición, alguien en quien las personas depositan su confianza. Es una herida muy grande para todos.

P. Se le acusa de no haber actuado según el protocolo establecido o de haber actuado tarde. ¿Actuó en todo momento según este protocolo establecido por la Santa Sede para estos casos? ¿Cuáles van a ser los próximos pasos según marca este protocolo?

R. Actué con el protocolo establecido con tanta celeridad que al día siguiente de entrevistarme con la víctima saqué mi billete para Roma. Si la Congregación encargada de estos casos me hubiera querido escribir, habrían tardado 15 días más en llegarme las cartas y yo me traje las cartas en mano para, precisamente, acelerar este paso, y tener las instrucciones de cómo actuar. Si luego la investigación previa se retrasó 15 días, fue por dificultades de la propia víctima.

Tan pronto como yo tuve conocimiento de que la investigación previa hacía pensar que la denuncia era verosímil, que es en la situación en la que se está ahora mismo, porque no ha habido ningún juicio formal de ninguna clase, yo puse las medidas cautelares a las tres personas acusadas directamente de los hechos, que es lo que estaba en mi mano hacer. Hasta tal punto que, dos días después de haberlas puesto, recibí una carta de la presunta víctima pidiéndome que no les aplicara las medidas ni hiciera nada para no interferir con las investigaciones en el ámbito civil que se pudieran estar llevando a cabo. Las medidas ya estaban puestas exactamente dos días antes.

Posteriormente yo recibí un auto del juez de instrucción, una providencia en la que parte del auto declara el secreto de sumario, que por lo visto no tiene mucha eficacia real, como estamos viendo. Era una providencia especial en la que se me pide que no haga más, para que no se genere distorsiones en la actuación y en las investigaciones que se están llevando a cabo. Inmediatamente yo comunico el auto a la Santa Sede, porque una vez terminada la fase de investigación traslado toda la documentación a la Santa Sede y es ella quien tiene que decidir cuál es procedimiento y cuál es el modo de actuar. Tengo la conciencia tranquila de haber seguido escrupulosamente y con toda la rapidez posible el procedimiento previsto por la Iglesia.

Este procedimiento en la Iglesia es más exigente y más duro que en la Ley Civil. Por ejemplo, la prescripción de los hechos de abusos a menores en la Ley Civil es de 10 años, los hechos considerados abusos son muchos menos que en la Ley Canónica, la prescripción es de 20 años, con la licencia de la Santa Sede de quitar esta prescripción. Es decir, si los hechos son graves, porque la Santa Sede juzga la naturaleza moral de los hechos, da lo mismo los años que hayan pasado, la Santa Sede actúa.

“He mantenido correspondencia con la víctima hasta dos días antes de venir a la Asamblea Plenaria”

 P. ¿Está en contacto con la víctima?

R. La víctima no está en Granada, pero yo he mantenido correspondencia con ella por diversos motivos hasta dos días antes de asistir a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal.

P. ¿Como Arzobispo de Granada tiene previsto dirigirse a sus fieles para aclarar los hechos?

R. Mi vida es pública, ha sido pública todo el tiempo y lo va a seguir siendo. No voy a cambiar mis modos de proceder, seguiré visitando las parroquias, encontrándome con los sacerdotes, participando en la vida de la diócesis, predicando en las Iglesias a las que voy.  Por supuesto, esto, ahora mismo, necesita una atención especial y será tema de reflexión.

Pero la llamada para quienes tenemos Fe, que es a los primeros a los que yo me dirijo, es una llamada a la conversión por parte de los sacerdotes a vivir nuestro sacerdocio, con toda la seriedad con la que el Señor nos conceda vivirlo, con mucha más entrega, y con nuestra misión al servicio de los hombres, en especial en el cuidado de los más frágiles, de los más pequeños, que nos son confiados por sus padres. Y a los fieles una llamada a la Santidad. Para que demos un testimonio más transparente de que la vida que el Señor nos da es preciosa y es cuando nos partamos de ella cuando nos hacemos daño a nosotros mismos y al mundo.

“La Iglesia ofrece, como yo he ofrecido a este chico, mi paternidad mi compañía y mi ayuda, y constantemente se lo he repetido”

P. Ante estos casos, ¿qué consuelo transmite la Iglesia?

R. Yo llevo toda mi vida trabajando con jóvenes y desde hace muchos años llevo atendiendo a personas que han sido víctimas de abusos, aunque es la primera vez que afronto un caso de presuntos abusos por parte de sacerdotes. Me ha tocado acompañar a estas personas, e incluso a algunas las llevo acompañando muchos años. Son heridas muy grandes, pero hay alivio en la búsqueda de Dios, en la certeza de que la misericordia de Dios es infinita, en la posibilidad en una vida nueva. Conozco a personas que gracias a su exquisitez a la hora de ayudar a personas necesitadas, las victimas  se han recuperado, y son para mi ejemplo y testimonio.

La Iglesia ofrece, como yo le he ofrecido a este chico, mi paternidad, mi compañía y mi ayuda, y constantemente se lo he repetido.

(Lourdes Artola – Agencia SIC)