«Vino nuevo en odres nuevos». Acoger los nuevos dones con los que el Espíritu Santo sigue engalanando a la Iglesia su esposa, guiados por la originalidad evangélica de las opciones, la fidelidad a sus carismas, la primacía del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles, el respeto de la dignidad de toda persona.  A la luz de la Palabra de Dios y escuchando las necesidades de la Iglesia y del mundo de hoy, con el anhelo de que la Virgen María nos acompañe y obtenga un nuevo ardor de resucitados y la santa audacia de buscar nuevos caminos.

Son algunas de las exhortaciones del Papa Francisco, al acercarse la apertura del Año dedicado a la Vida Consagrada – convocado por él mismo -  y cuyo lema es «La Vida Consagrada en la Iglesia hoy: Evangelio, Profecía y Esperanza» y cuyo logo le fue presentado al Santo Padre, que recibió, este jueves, a los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica:

«Me parece bello y significativo el título que han elegido para esta sesión: «Vino nuevo en odres nuevos». A la luz de esta parábola evangélica han reflexionado sobre el hoy de la vida consagrada en la Iglesia, cincuenta años después de la Constitución Lumen gentium y del Decreto Perfectae caritatis. Después del Concilio Vaticano II. El viento del Espíritu Santo ha seguido soplando con fuerza, por una parte impulsando a los Institutos a actuar su renovación espiritual, carismática e institucional que el mismo Concilio pidió. Y, por otra, suscitando en el corazón de hombres y de mujeres modalidades nuevas de respuesta a la invitación de Jesús a dejarlo todo para dedicar su propia vida al seguimiento de Él y al anuncio del Evangelio».

Tras alentar a dejar sin temor los ‘odres viejos’, renovando costumbres y actitudes que no responden a lo que «Dios nos pide hoy» para hacer avanzar su Reino en el mundo, que condicionan el dinamismo de la caridad y nos impiden escuchar el grito de cuantos esperan la Buena Noticia de Jesucristo, el Papa se refirió también a los desafíos que afronta hoy la vida consagrada. Como el número no irrelevante de los que abandonan este camino, la fragilidad de algunos itinerarios formativos, el que prevalezcan las tareas institucionales y ministeriales en detrimento de la vida espiritual, las dificultades en la integración cultural e intergeneracional, un equilibrio problemático en el ejercicio de la autoridad y en el uso de los bienes. Y recordó la importancia de la pobreza, en la vida consagrada, evocando a San Ignacio.

En la exigente tarea que reunió a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para evaluar el vino nuevo y cotejar la calidad de los odres,  el Santo Padre alentó a seguir trabajando con generosidad en la Viña del Señor y destacó algunos criterios orientadores:

«La originalidad evangélica de las opciones, la fidelidad carismática, la primacía del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles, el respeto de la dignidad de toda persona. Los exhorto a seguir trabajando con generosidad e ingenio en la Viña del Señor, para favorecer el crecimiento y maduración de los racimos abundantes y copiosos, para obtener ese vino generoso que podrá dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y alegrar el corazón de tantos hermanos y hermanas necesitados de cuidados maternales… No se olviden de agradecer el Dueño de la viña que los ha llamado a esta entusiasmante tarea. Lleven adelante el camino de renovación puesto en marcha y en gran parte cumplido en esos cincuenta años, examinando todo lo nuevo a la luz de la Palabra de Dios, escuchando las necesidades de la Iglesia y del mundo contemporáneo y utilizando todos los medios que la sabiduría de la Iglesia pone a disposición para avanzar en el camino de la santidad personal y comunitaria.

Y entre estos medios el más importante es la oración, también la oración gratuita, la oración de alabanza y de adoración. Nosotros los consagrados, estamos consagrados para servir al Señor y servir a los otros con la Palabra del Señor ¿no? Díganles a los nuevos miembros, por favor, díganles que rezar no es perder tiempo, adorar a Dios no es perder tiempo, alabar a Dios no es perder tiempo. ¡Si nosotros los consagrados no nos detenemos cada día ante Dios en la gratuidad de la oración el vino se volverá vinagre!

La Plenaria de su Congregación se coloca en la víspera del Año de la Vida Consagrada ¡Oremos juntos al Señor para que nos ayude en este Año a poner ‘vino nuevo en odres nuevos’!»

(CdM – RV)