Debate sobre los efectos civiles del matrimonio cristiano

 

Mi último post sobre la posibilidad de separar el matrimonio sacramental del llamado matrimonio estatal ha provocado reacciones críticas que quiero recoger, pues pienso que señalan un riesgo cierto. Las críticas hacen hincapié en que desligar el matrimonio por la Iglesia del “matrimonio” que reconoce el Estado significaría una huída de los católicos del espacio público, un encerrarnos en un gueto, en el que se nos reconoce un matrimonio especial, pero que supondría un reconocimiento implícito del derecho del Estado a redefinir el matrimonio civil a su antojo. Como me escribía un buen amigo, parecería que nos “desentendemos del problema de la redefinición estatal del matrimonio, salvaguardándonos en nuestra esfera privada, como si el hombre no fuera un animal social por naturaleza”.

Mi post se hacía eco del debate suscitado en Estados Unidos por First Things y por el Marriage Pledge que llama a los pastores cristianos a desligar las ceremonias religiosas del procedimiento para obtener una licencia matrimonial estatal. Ese debate también ha recogido la objeción antes señalada, que creo es de peso. Porque es cierto que el riesgo de un comunitarismo católico que se desentiende del bien común existe, y que sería muy pernicioso que los católicos abandonásemos ese combate por el bien común que incluye, en lugar prioritario, la lucha para que el Estado se limite a reconocer la institución natural y previa a la misma génesis del estado del matrimonio, que además es fundamento de una vida social sana.

A la objeción de que se estaría “abandonando la lucha por el matrimonio civil tradicional”, Mark McCall, responde lo siguiente: “La lucha por el matrimonio civil tradicional se basa en la ley natural y en la protección de la sociedad. No puede basarse en una identificación o confusión entre el matrimonio cristiano y el civil pues no son lo mismo. La lucha para preservar el matrimonio civil, no obstante, no es lo mismo que la lucha para proteger y fortalecer el matrimonio cristiano. Tal y como las encuestas públicas, las tasas de divorcio e incluso las respuestas a la propuesta del Marriage Pledge demuestran, demasiadas personas, tanto dentro como fuera de la Iglesia, equiparan el matrimonio cristiano con lo que las autoridades estatales determinan que es el matrimonio civil en un momento dado. El Marriage Pledge es un esfuerzo para cambiar esa idea errónea”.

La respuesta de los defensores de la separación viene a señalar que, aunque el riesgo de abandono de la lucha por el bien común existe, no se puede dar por descontado que sucederá así. La lucha por el matrimonio civil sólo puede ser eficaz, añaden, si los cristianos tenemos una idea clara de lo que es el matrimonio, institución como hemos dicho de ley natural, y que la Iglesia ha elevado a sacramento. Y por desgracia vemos que la amalgama entre matrimonio religioso y matrimonio civil está, de hecho, oscureciendo la comprensión del mismo

Russell D. Moore, por su parte, argumenta en contra del Marriage Pledge señalando que “Cuando una congregación certifica que una pareja se ha casado religiosamente también se ha casado civilmente, la congregación no está afirmando la definición del Estado de matrimonio. En lugar de ello, la Iglesia está dando testimonio del papel del Estado que reconoce que el matrimonio es algo que se erige como anterior y que es fundamental para la sociedad. Estamos dando testimonio del hecho de que estas uniones son un asunto de toda la sociedad de un modo que otras uniones no lo son”.

Esta reflexión me parece acertada, si bien no creo que invalide el argumento central de los defensores del Marriage Pledge: que continuar dando validez civil al matrimonio cristiano da la impresión de que lo que hace la Iglesia y lo que hace el Estado es lo mismo, cuando la realidad es que son dos cosas sustancialmente diferentes.