Un amigo de Lolo – El amor de Dios en el corazón del hombre

Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 Libro de oración

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 El amor de Dios en el corazón del hombre

El Amor es la huella de Dios y por eso, precisamente, es por lo que el corazón del hombre se ha hecho tan tierno y tan cálido, para que en él se puedan grabar fácilmente los surcos de las yemas de Dios y ya se nos queden puros, flamantes y vivos.

Los dedos de Dios -lo sabéis, amigos- son como los caudalosos ríos que vierten la ternura de su corazón. Las rosas a que huele el agua, la caricia a que sabe y la fiebre con que se bebe, no son de la rosa, del río o los labios, sino de la vida, que al curso y al hombre le vienen de la fuente.

Yo, hermanos, traigo el horizonte a mi contorno y reverencio el ardor que me vive dentro, porque también busco en mí la redondez de  una rosa; rompo mis fronteras y me siembro en los dulces ojos de una mujer; me hago pájaro del nido de un hogar y hoguera que prende en el bosque de los hombres.

Que ¿cómo pudo ocurrir esto, si nuestro corazón es tan breve? Sí, pero también, por él, el mundo entero se le encaja dentro. Y no es que nos lo achique el desencanto, sino que, precisamente, el encanto del Amor es el que nos lo ha dilatado de tal modo que envuelve el mundo”.

(Bien venido, amor. pp. 47-48)

En este texto,  de su “Bien venido, amor”,  Manuel Lozano Garrido abunda en algo que es muy importante y que no deberíamos olvidar nunca: qué es el Amor de Dios en el hombre, en su criatura; qué nos procura.

Lo que hace al hombre bueno (aún siendo pecador) es que Dios lo ha creado y, creándolo, le ha dado un corazón en el que ha puesto la semilla de Amor del Padre, la esperanza de estar con el Señor para siempre. Y ahí reside el gran encuentro del hombre con su Creador.

Si el ser humano puede escoger entre tener un corazón tierno o uno de piedra es porque Dios le da tal posibilidad. Si escoge lo primero reflejará maravillosamente la voluntad del Todopoderoso y llevará una vida acorde con la misma. No quiere decir eso que no se equivoque o que no peque sino que tendrá la posibilidad cierta de arrepentirse de sus errores y caminará hacia el definitivo Reino de Dios sobrenadando sobre aquello que lo lastra.

Si, por otra parte, escoge lo segundo (tener corazón de piedra) no sólo habrá perdido una oportunidad maravillosa de ser un hijo que ama a su Padre sino que, por eso, por tal decisión, habrá cerrado las puertas del Cielo donde entra quien ama a Dios y tiene el alma limpia. Y no es que, per se, quien no quiera tener un corazón tierno, vaya a pecar sino que la natural tendencia será, como lo es en todo ser humano, la de pecar pero sin el tan necesario arrepentimiento de quien ama al Padre.

Todo, así, está en el corazón del hombre como sembrado por Dios. Dejado allí a la espera de que fructifique y sea capaz de darse cuenta de lo bueno que hay en el mundo puesto por el Creador para gozo y disfrute del hombre, aquel ser que el crearlo hizo decir al Señor que el resultado había sido “muy bueno”.

En realidad, lo que nuestro corazón encierra, como templo que es del Espíritu Santo, es toda una potencialidad de amor y de servicio. En él están, como aletargadas a la espera de despertar, unas virtudes santas que contienen la esencia divina que parte de Dios. Si las despertamos, si las hacemos rendir en nuestra ordinaria vida, habremos perfeccionado su sentido y su realidad; si permanecen en potencia, dormidas, habremos perdido la oportunidad de dar gloria a Dios con ellas.

Es algo misterioso… es cierto, que en nuestro corazón, tan breve, como dice Lolo, quepa todo el mundo. Y lo es porque en muchas ocasiones no comprendemos (aún no estamos preparados para eso) los caminos que Dios tiene preparados para nosotros desde que somos creados y nos exhala el alma dándonos vida en el espíritu, vida espiritual, sustancia al componente intangible que nos conforma como seres vivos e hijos de Dios. Pero creemos, lo creemos.

Estamos seguros, sobre esta creencia que nos conforma como discípulos de Cristo, que, en todo caso, ha sido gracias al Amor de Dios que podemos recoger, en un músculo físico de tan reducidas dimensiones, todo lo que es el hombre, todo lo que el Creador tiene preparado para los que le sirvan. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán