El cardenal Scola señala dos cosas fundamentales

El cardenal y arzobispo de Milán, S.E.R Angelo Scola, ha concedido una importante entrevista al Corriere della Sera, uno de los principales periódicos italianos. Como cabía esperar, el reciente sínodo extraordinario sobre la familia ha sido el tema más tratado .

Aunque obviamente el titular que damos la mayoría de los medios de información religiosa está centrado en lo que dice acerca de la postura del Papa sobre las tesis del cardenal Kasper acerca de los divorciados vueltos a casar, cabe señalar dos aspectos que me parecen esenciales. El cardenal italiano, tras afirmar que no está de acuerdo con lo que propone el purpurado alemán, añade:

Ciertamente, la posición del magisterio me ha parecido, decididamente, la más seguida en las relaciones de los «círculos menores».

Llama muchísimo la atención que el cardenal reconozca que había dos posturas en el Sínodo. Una, la del magisterio. Otra, obviamente, no es la de dicho magisterio. Eso, por sí solo, lleva a preguntarse cómo es siquiera posible que haya cardenales y obispos que sostienen unas tesis que no son acorden con la enseñanza de la Iglesia sobre esta materia. ¿Y qué es lo que dice el magisterio? Esto:

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

San Juan Pablo II, exhortación apostólica Familiaris Consortio, 84

Es lógico que el cardenal Scola crea que el papa Francisco no puede contradecir lo indicado por San Juan Pablo II, Papa, hace tan solo 33 años, en unión con otro sínodo de la Iglesia. Porque estamos hablando no solo de una cuestión pastoral, sino de algo que afecta ni más ni menos que a tres sacaramentos -matrimonio, eucaristía y confesión- cuya doctrina tiene carácter dogmático. Y como bien dijo Benedicto XVI siendo cardenal Prefecto de la Congregación para la Fe:

El Papa no es en ningún caso un monarca absoluto, cuya voluntad tenga valor de ley. Él es la voz de la Tradición; y sólo a partir de ella se funda su autoridad.
30 de septiembre de 1988, Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

Con todo, me parece aún más acertada la explicación que hace para apoyar su postura:

Sobre la cuestión de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, ¿cuál es su posición?

He discutido sobre ello intensamente, en especial con los cardenales Marx, Danneels y Schönborn, que estaban en mi «círculo menor», pero no consigo ver las razones adecuadas de una posición que por una parte afirma la indisolubilidad del matrimonio como algo que está fuera de toda discusión, pero por la otra parece negarla en los hechos, llevando a cabo casi una separación entre doctrina, pastoral y disciplina. Este modo de sostener la indisolubilidad la reduce a una especie de idea platónica, que está en el empíreo y no entra en lo concreto de la vida. Y plantea un problema educativo grave: ¿cómo les decimos a los jóvenes que se casan hoy, para los que el «para siempre» ya es muy difícil, que el matrimonio es indisoluble si saben que, de todas formas, habrá siempre una vía de salida? Es una cuestión que se plantea poco y esto me asombra mucho.

Noten ustedes lo siguiente. El cardenal Scola asegura haber DISCUTIDO INTENSAMENTE con otros tres cardenales sobre el asunto. Ya sabemos lo que significa discutir. Pero es que además, el sucesor de los apóstoles en la cátedra que ocupó el gran San Ambrosio, indica qué es en verdad lo que está en juego. A saber, si vamos a tener un catolicismo en el que las palabras de Cristo son un ideal alcanzable para unos pocos o en el que las palabras del Señor son mandato a seguir obligatoriamente, para lo cual contamos con la imprescindible ayuda de la gracia de Dios.

Es decir, de lo que se trata es de saber si un católico bautizado que vive en la fe debe hacer caso a nuestro Señor Jesucristo, que prohibe el divorcio y recasamiento -llama adúltero a quien hace tal cosa- o puede vivir como si tal cosa no fuera con él. Obviamente, eso vale tanto para el pecado del adulterio como para cualquier otro pecado mortal, a menos que alguien nos explique en base a qué teoría se puede vivir en pecado mortal constante, sea el que sea, y a la vez comulgar.

Como ven, no es poca cosa lo que la Iglesia tiene que tratar de nuevo, a pesar de que ya lo ha tratado y zanjado tiempo atrás. Esto va de ser santos, por gracia, o no serlo. Ni más ni menos.

¡Santidad o muerte!

Luis Fernando Pérez Bustamante