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Servicio diario - 08 de diciembre de 2014

El papa Francisco

Francisco a María: en esta Navidad 'enséñanos a ir contracorriente'
En la fiesta de la Inmaculada, el Santo Padre reza en el principal santuario mariano de Roma y poco después encabeza el homenaje a la Inmaculada en 'Piazza di Spagna'

Ángelus: 'El Espíritu Santo es don y debemos serlo para los demás'
Texto completo. El Papa en la fiesta de la Inmaculada Concepción recuerda que María es 'el rostro de Cristo que más le asemeja'

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San Juan Diego Cuauhtlatoatzin - 9 de diciembre
«Este indio pervive vinculado a la advocación de la Virgen de Guadalupe, que se le apareció haciéndole protagonista de una de las grandes escenas, cuajadas de lirismo, que marcan un hito en la historia de las apariciones marianas»


El papa Francisco


Francisco a María: en esta Navidad 'enséñanos a ir contracorriente'
En la fiesta de la Inmaculada, el Santo Padre reza en el principal santuario mariano de Roma y poco después encabeza el homenaje a la Inmaculada en 'Piazza di Spagna'

Por H. Sergio Mora

ROMA, 08 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - En este lunes, fiesta de la Inmaculada Concepción, el papa Francisco, tal como había anunciado en el ángelus, fue poco antes de las 16 horas a la basílica de Santa María la Mayor, el principal santuario mariano de Roma, en donde se encuentra un cuadro de 'María Salus Populi Romani'. Allí depositó un ramo de rosas blancas y amarillas a los pies de la imagen de la Virgen, acompañado del cardenal español Abril y Castelló. A continuación rezó algunos minutos y encendió un cirio.

Poco después fue a la plaza de España, para el tradicional acto de veneración de la Inmaculada concepción, en la Plaza de España. Allí llegó en un vehículo azul, no de lujo, y al descender del auto saludó al cardenal Agostino Vallini, y algunas pocas autoridades. 
Tras la lectura del Evangelio, el Papa recitó la siguiente oración:

«Oh María, Madre nuestra,
hoy el pueblo de Dios en fiesta te venera Inmaculada,
preservada desde siembre del contagio del pecado.

Recibe el homenaje que te ofrezco en nombre
de la Iglesia que está en Roma y en el mundo entero.
Saber que tú, que eres nuestra madre,
que eres totalmente libre del pecado nos conforta.
Saber que sobre ti el mal no tiene poder, nos llena de esperanza y de fortaleza
en la lucha cotidiana que debemos realizar
en la lucha contra las amenazas del maligno.

Pero en esta lucha no estamos solos, no somos huérfanos,
porque Jesús, antes de morir en la cruz, nos ha dado a ti como madre.
Nosotros por lo tanto, a pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada,
llamados a aquella santidad que en ti resplandece por la gracia de Dios desde el inicio.
Animados por esta esperanza,
nosotros hoy invocamos tu materna protección para nosotros,
para nuestras familias, para esta ciudad, para el mundo entero.

La potencia del amor de Dios, que te ha preservada del pecado original,
por tu intercesión libere a la humanidad de todo tipo de esclavitud espiritual y material,
y haga vencer, en los corazones y en los eventos, el designio de salvación de Dios.
Haced que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalga sobre el orgullo
y podamos volvernos misericordiosos como es misericordioso nuestro Padre Celeste.

En este tiempo que nos conduce a la fiesta de la Navidad de Jesús,
enséñanos a ir contracorriente:
a desvestirnos, abajarnos, donarnos, escuchar, hacer silencio,
a descentrarnos de nosotros mismos, para dejar espacio a la belleza de Dios,
fuente de la verdadera alegría.
¡Oh Madre nuestra Inmaculada, reza por nosotros!

A continuación el coro pontificio de la Capilla Sixtina entonó en italiano unas letanías en honor de María, y el latín el Ave María y el Tota pulcra est María.

El Santo Padre Francisco entonces se acercó para saludar a los enfermos en silla de rueda que estaban en primera fila.

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Ángelus: 'El Espíritu Santo es don y debemos serlo para los demás'
Texto completo. El Papa en la fiesta de la Inmaculada Concepción recuerda que María es 'el rostro de Cristo que más le asemeja'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 08 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - En el día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el santo padre Francisco rezó el ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, en donde decenas de miles de fieles y peregrinos le esperaban. Y les dirigió las siguientes palabras.

«Queridos hermanas y hermanos, el mensaje de la fiesta fiesta de hoy, de la Inmaculada Concepción de la Virgen María se puede resumir con estas palabras: 'todo es gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor por nosotros'.

El ángel Gabriel llama a María 'llena de gracia', en ella no hay lugar para el pecado, porque Dios la ha elegido desde siempre madre de Jesús y la preservó de la culpa original. Y María corresponde a la gracia y se abandona diciéndole al Ángel: 'Hágase en mi según tu palabra'. No dice 'lo haré según tu palabra', sino 'Hágase en mi...' y el Verbo se hizo carne en su vientre. También a nosotros nos es pedido escuchar a Dios que nos habla y de acoger su voluntad: ¡según la lógica evangélica nada obra más y más es profundo que escuchar la Palabra del Señor! que viene del evangelio, de la Biblia, el Señor nos habla siempre

La actitud de María de Nazaret nos muestra que el ser está antes del hacer, y que es necesario dejar obrar a Dios para ser verdaderamente como Él nos quiere. Es Él quien hace en nosotros tantas maravillas.

María es receptiva, no pasiva. Así como a nivel físico recibe la potencia del Espíritu Santo, y después dona carne y sangre al Hijo de Dios que se forma en ella, así en el plano espiritual, acoge la gracia y corresponde a ella con la fe.

Por esto San Agustín afirma que la Virgen “ha concebido antes en el corazón que en su vientre”. Ha concebido primero la Fe y después al Señor. Este misterio de la acogida de la gracia, que en María por un privilegio único, no tenía el obstáculo del pecado, es una posibilidad para todos. San Pablo de hecho abre su carta a los Efesinos con estas palabras de alabanza: 'Bendito Dios, Padre del Señor nuestro Jesucristo, que nos ha bendecido con cada bendición espiritual en los cielos en Cristo”.

Así como María es saludada por santa Elisabeth como 'Bendita entre las mujeres', así también nosotros hemos sido 'bendecidos', o sea amados, y por lo tanto 'elegidos antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados.

María ha sido pre-servada, en cambio nosotros hemos sido salvados gracias al bautismo y a la fe. A todos entretanto, sea ella que nosotros, por medio de Cristo, “a alabanza del esplendor de su gracia', esa gracia de la cual la Inmaculada ha sido colma en plenitud'.

Delante del amor, delante de la misericordia, de la gracia divina derramada en nuestros corazones, la consecuencia que se impone es una sola: la gratuidad.

Nadie de nosotros puede comprar la Salvación, la Salvación es un don gratuito del Señor que viene del Señor, y habita dentro de nosotros. Así como hemos recibido gratuitamente, así gratuitamente estamos llamados a dar. A imitación de María que después de haber acogido el anuncio del Ángel, va a compartir el don de la fecundidad con su pariente Elisabeth.

Porque si todo nos ha sido donado, todo tienen que ser nuevamente donado. ¿De qué manera?Dejando que el Espíritu Santo haga de nosotros un don para los otros; que nos haga volver instrumentos de acogida.

El Espíritu Santo es don para nosotros y nosotros con la fuerza del Espíritu deberemos ser don para los demás; que nos haga volver instrumentos de reconciliación y de perdón. Si nuestra existencia se deja transformar por la gracia del Señor, porque la gracia del Señor nos transforma ¿Verdad?

No podemos retener la luz que viene de su rostro, pero la dejaremos pasar para que ilumine a los otros. Aprendamos de María, que ha tenido constantemente la mirada fija en el Hijo, y su rostro se ha vuelto 'el rostro de Cristo que más le asemeja'. Y a ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del Ángel».

El papa Francisco reza la oración del ángelus. Y después dirige las siguientes palabras:

«Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos con afecto, especialmente a las familias y los grupos parroquiales. Saludo a los fieles de Rocca di Papa, al parroco, a los maratones, los ciclistas, y bendigo su flama. Saludo a los grupos de Felline (Lecce), a la asociación 'Completamente tuoi' y a los jóvenes de Carugate.

En esta fiesta de la Acción Católica Italiana, vive la renovación de la adhesión. Dirijo un pensamiento especial a todas las asociaciones diocesanas y parroquiales. La Virgen Inmaculada bendiga a la Acción Católica y la vuelva cada vez más, una escuela de santidad y de generoso servicio a la Iglesia y al mundo.

Hoy por la tarde iré a Santa María la Mayor para saludar a la Salus Populi Romani, y después a la Plaza de España, para renovar el tradicional homenaje de oración a los pies del monumento a la Inmaculada; será una tarde toda dedicada a la Virgen. Les pido de unirse espiritualmente a mi, en esta peregrinación, que expresa la devoción filial a nuestra Madre celeste. Y no se olviden: la salvación es gratuita, nosotros hemos recibido esta gratuidad, esta gracia, y tenemos que darla. Hemos recibido el don y tenemos que volver a darlo a los otros.

A todos les deseo buena fiesta y un buen camino de Adviento bajo la guía de la Virgen María. Por favor, por favor no se olviden de rezar por mi».

Y concluyó con sus ya conocidas palabras de despedida: "¡Buon pranzo e arrivederci!"

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Rome Reports


Historia de una vocación: Sor Beatriz se encontró con Dios para ayudar a las mujeres (Vídeo)
Esta colombiana es la superiora de la Compañía de María

Por Redacción

ROMA, 08 de diciembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Papa Noel da una sorpresa en el último anuncio de Catholics Come Home (Vídeo)
Es el protagonista de su nueva campaña para Adviento y Navidad

Por Redacción

ROMA, 08 de diciembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Espiritualidad


San Juan Diego Cuauhtlatoatzin - 9 de diciembre
«Este indio pervive vinculado a la advocación de la Virgen de Guadalupe, que se le apareció haciéndole protagonista de una de las grandes escenas, cuajadas de lirismo, que marcan un hito en la historia de las apariciones marianas»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 08 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - En el entorno de la festividad de la Inmaculada Concepción, entre otros, la Iglesia celebra hoy la existencia de Juan Diego, que pervive para siempre vinculado a María, bajo su advocación de la Virgen de Guadalupe. Este santo indígena encarna en sí mismo una de las hermosísimas historias de amor que conmueven poderosamente. Inocencia y dulzura forman una perfecta simbiosis en su vida que instan ciertamente a perseguir la santidad y permiten comprender qué pudo ver en él la Reina del Cielo, excelso modelo de virtudes, para hacerle objeto de su dilección.

Nació en Cuauhtitlán perteneciente al reino de Texcoco, México, regido entonces por los aztecas, hacia el año 1474. Debía llevar escrito en su nombre, que significaba «águila que habla», la nobleza de esta majestuosa ave que vuela desafiando a las tempestades, de cara al infinito. Era un indio de la etnia chichimecas, sencillo, lleno de candor, sin doblez alguna, de robusta fe, dócil, humilde, obediente y generoso. Un hombre inocente que, cuando conoció a los franciscanos, recibió el agua del bautismo y se abrazó a la fe para siempre encarnando con total fidelidad las enseñanzas que recibía. Un digno hijo de Dios que no dudaba en recorrer 20 km. todos los sábados y domingos para ir profundizando en la doctrina de la Iglesia y asistir a la Santa Misa. Tuvo la gracia de que su esposa María Lucía compartiera con él su fe, y ambos, enamorados de la castidad, después de ser bautizados hacia 1524 o 1525 determinaron vivir en perfecta continencia. María Lucía murió en 1529, y Juan Diego se fue a vivir con su tío Juan Bernardino que residía en Tulpetlac, a 14 km. de la iglesia de Tlatelolco-Tenochtitlan, lo cual suponía acortar el largo camino que solía recorrer para llegar al templo.

La Madre de Dios se fijó en este virtuoso indígena para encomendarle una misión. Cuatro apariciones sellan las sublimes conversaciones que tuvieron lugar entre Ella y Juan Diego, que tenía entonces 57 años, edad avanzada para la época. El sábado 9 de diciembre de 1531 se dirigió a la Iglesia. Caminaba descalzo, como hacían los de su condición social, y se resguardaba del frío con una tilma, una sencilla manta. Cuando bordeaba el Tepeyac, la tierna voz de María llamó su atención dirigiéndose a él en su lengua náuhatl: «¡Juanito, Juan Dieguito!». Ascendió a la cumbre, y Ella le dijo que era «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». Además, le encomendó que rogase al obispo Juan de Zumárraga que erigiese allí mismo una iglesia. Juan Diego obedeció. Fue en busca del prelado y afrontó pacientemente todas las dificultades que le pusieron para hablar con él, que no fueron pocas. Al transmitirle el hecho sobrenatural y el mensaje recibido, el obispo reaccionó con total incredulidad. Juan Diego volvió al lugar al día siguiente, y expuso a la Virgen lo sucedido, sugiriéndole humildemente la elección de otra persona más notable que él, que se consideraba un pobre «hombrecillo». Pero María insistió. ¡Claro que podía elegir entre muchos otros! Pero tenía que ser él quien transmitiera al obispo su voluntad: «…Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».

El 12 de diciembre, diligentemente, una vez más fue a entrevistarse con el obispo. Éste le rogó que demostrase lo que estaba diciendo. Apenado, Juan Diego regresó a su casa y halló casi moribundo a su tío, quien le pedía que fuese a la capital para traer un sacerdote que le diese la última bendición. Sin detenerse, acudió presto a cumplir con este acto caritativo, saliendo hacia Tlatelolco. Pensó que no era momento para encontrarse con la Virgen y que Ella entendería su apremio; ya le daría cuenta de lo sucedido más tarde. Y así, tras esta brevísima resolución, tomó otro camino. Pero María le abordó en el sendero, y Juan Diego, impresionado y arrepentido, con toda sencillez expresó su angustia y el motivo que le indujo a actuar de ese modo. La Madre le consoló, le animó, y aseguró que su tío sanaría, como así fue. Por lo demás, enterada del empecinamiento del obispo y de su petición, indicó a Juan Diego que subiera a la colina para recoger flores y entregárselas a Ella.

En el lugar señalado no brotaban flores. Pero Juan Diego creyó, obedeció y bajó después con un frondoso ramo que portó en su tilma. La Virgen lo tomó entre sus manos y nuevamente depositó las flores en ella. Era la señal esperada, la respuesta que vencería la resistencia que acompaña a la incredulidad. Más tarde, cuando el candoroso indio logró ser recibido por el obispo, al desplegar la tilma se pudo comprobar que la imagen de la Virgen de Guadalupe había quedado impregnada en ella con bellísimos colores. A la vista del prodigio, el obispo creyó, se arrepintió y cumplió la voluntad de María.

Juan Diego legó sus pertenencias a su tío, y se trasladó a vivir en una humilde casa al lado del templo. Consagró su vida a la oración, a la penitencia y a difundir el milagro entre las gentes. Se ocupaba del mantenimiento de la capilla primigenia dedicada a la Virgen de Guadalupe y de recibir a los numerosos peregrinos que acudían a ella. Murió el 30 de mayo de 1548 con fama de santidad dejando plasmada la aureola de la misma no sólo en México sino en el mundo entero que sigue aclamando a este «confidente de la dulce Señora del Tepeyac», como lo denominó Juan Pablo II. Fue él precisamente quien confirmó su culto el 6 de mayo de 1990, y lo canonizó el 31 de julio de 2002.

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