Que no te engañen

En la Misa de ayer se nos leyó el comienzo del evangelio de San Marcos

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.  Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para  que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén,  confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. 

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se  alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba : “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.  Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". 

Mc 1,1-8

Previamente se nos había leído el pasaje de Isaías al que hace referencia el evangelista, y también esta cita de la segunda epístola de San Pedro

Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan a arrepentirse

2 Ped, 3,8-9

Que no te engañen. Nadie puede anunciar a Cristo sin mencionar la necesidad de arrepentimiento, confesión y perdón de pecados.

Que no te engañen. La paciencia de Dios para contigo no es para que sigas viviendo en tus pecados, sino para que te arrepientas.

Que no te engañen. Si el bautismo de Juan era para perdón de pecados sin más, el de Cristo conlleva recibir el Espíritu Santo, que te lleva a vivir en santidad.

¿Te parece que es imposible vencer al pecado? ¿te han contado que debes conformarte con tu situación y no buscar la santidad plena? Que no te engañen:

no os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, dándoos el poder de resistirla.

1ª Cor 10,13

¿Te han dicho que no es necesario que confieses tus pecados, que Dios sabe que en el fondo eres bueno y te perdona sin más? O, por el contrario, ¿te han dicho que Dios está esperando que hagas la más mínima para condenarte sin remedio? Que no te engañen:

Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonarnos y limpiarnos de toda iniquidad. Si decimos que no hemos pecado, le desmentimos y su palabra no está en nosotros. Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo. El es la propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.

1ª Jn 1,8-12

¿Te han dicho que el pecado es un simple error, que en realidad no ofendes a Dios pecando, que una vez que pides perdón por determinados pecados -p.e, el adulterio-, puedes seguir cometiéndolos como si no existieran? Que no te engañen:

Hijitos, que nadie os extravíe: el que practica la justicia es justo, según que Él es justo; el que practica el pecado, ése es del diablo, porque el diablo desde el principio peca. Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo.

1ª Jn 3,7-8

Pero ahora, libres del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por fruto la santificación y por fin la vida eterna.  Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don de Dios es la vida eterna en nuestro Señor Jesucristo.

Rom 5,22-23

Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, obedeciendo a sus concupiscencias; ni deis vuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios, como quienes muertos han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios, como instrumento de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia.

¡Pues qué! ¿Pecaremos porque no estarnos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡Eso, no!

¿No sabéis que ofreciéndoos a uno para obedecerle os hacéis esclavos de aquel a quien os sujetáis, sea del pecado para la muerte, sea de la obediencia para la justicia?

Pero gracias sean dadas a Dios, porque siendo esclavos del pecado, obedecisteis de corazón a la norma de doctrina a la que habéis sido entregados, y libres ya del pecado, habéis venido a ser esclavos de la justicia.

Rom 6,12-18

¿Nos han contado que la Iglesia debe de soportar, sin más, el pecado de sus miembros, el error de los que se apartan de la sana doctrina? ¿nos han contado que la disciplina va contra la misericordia de Dios? Que no nos engañen:

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos

Ap 2,2

Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;  no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.  Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?  Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros.

1ª Cor 5,9-13

Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.

Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.
Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.

Heb 12,4-17

Avisados estamos:

Os recomiendo, hermanos, que tengáis los ojos sobre los que producen divisiones y escándalos en contra de la doctrina que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos, porque ésos no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a su vientre, y con discursos suaves y engañosos seducen los corazones de los incautos.

Rom 16,17-18

Me maravillo de que tan pronto, abandonando al que os llamó a la gracia de Cristo, os paséis a otro evangelio.  No es que haya otro; lo que hay es que algunos os turban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. Os lo hemos dicho antes, y ahora de nuevo os lo digo: Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema.

Gal 1,6-9

Mirad, hermanos, que no haya entre vosotros un corazón malo e incrédulo, que se aparte del Dios vivo; antes exhortaos mutuamente cada día, mientras perdura el “hoy,” a fin de que ninguno de vosotros se endurezca con el engaño del pecado.

Heb 3,12-13

Que no te engañen. Que no nos engañen. Que Dios nos guarde de todo mal y de todo engaño. Que la Virgen Inmaculada ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. De ella decimos:

¡Oh mujer llena y rebosante de gracia, con la redundancia de cuya plenitud rocías y haces reverdecer toda la creación! ¡Oh Virgen bendita y desbordante de bendiciones, por cuya bendición queda bendecida toda la naturaleza, no sólo la creatura por el Creador, sino también el Creador por la creatura!

De las Oraciones de san Anselmo, obispo

¡Santidad o muerte!

Luis Fernando Pérez Bustamante