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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 25 de diciembre de 2014

LA FRASE DEL DIA 25 DICIEMBRE

"Esta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera mucho?" (Papa Francisco)

 


El papa Francisco

El Santo Padre llama a un campo de refugiados en Irak
Les felicitó la Navidad y les recordó que son como Jesús la noche de su Nacimiento: sin sitio, expulsado y tuvo que huir

Francisco: 'Que la indiferencia se transforme en cercaní­a'
Bendición Urbi et Orbi en el dí­a de Navidad. Texto completo. El Papa desea que la Navidad traiga esperanza a los desplazados, prófugos, refugiados y los que sufren

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Santa Vicenta María López y Vicuña - 26 diciembre
«Esta fundadora de las religiosas de María Inmaculada tenía a sus pies cuanto podía desear dada la alta posición social a la que pertenecía. Pero se entregó a Cristo y fue un ángel protector para las empleadas del servicio doméstico»


El papa Francisco


El Santo Padre llama a un campo de refugiados en Irak
Les felicitó la Navidad y les recordó que son como Jesús la noche de su Nacimiento: sin sitio, expulsado y tuvo que huir

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 25 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco llamó este miércoles, víspera de Navidad, al campo de refugiados de Ankawa, cercano a Erbil, en Irak. Lo hizo a través de una conexión satelital con la televisión italiana Sat 2000. Las palabras del Papa, difundidas por la cadena, fueron traducidas al árabe por un sacerdote local.

Saludó a los presentes, que estaban preparados para celebrar la misa. “Os saludo a todos vosotros y os deseo una santa Navidad”, indicó el Papa.

De este modo, el Papa afirmó que son "como Jesús la noche de su Nacimiento: para él no había sitio y él fue expulsado y tuvo que huir a Egipto para salvarse. Sois como Jesús esta noche y yo os bendigo y estoy cerca de vosotros. Pensad que sois como Jesús en esta situación y esto a mí me hace rezar más por vosotros”.

Asimismo, el Papa indicó: “queridos hermanos y hermanas, estoy cerca de vosotros, muy cerca esta noche. Estoy cerca de vosotros con todo el corazón y pido a Jesús que os acaricie con su ternura y a la Virgen que os dé mucho amor”.

En ese momento se cayó la conexión y entonces el Papa siguió hablando con el estudio de TV2000 y después se resumió el mensaje a los refugiados. “Cercanía y ternura: pensad que la Navidad es la fiesta de la cercanía de Dios con nosotros y la ternura es lo que Dios hace para manifestar, la ternura de un niño y de una madre. Jesús ha dicho en dos pasajes del Evangelio donde está la vida cristiana: en las Bienaventuranzas y después en Mateo 25: Vas a visitar a los enfermos, los presos, los necesitados, cuidar de las viudas, de quien no tiene que comer o vestir, cuidar de los necesitados, que son la carne de Cristo. Esto se llama ternura”, explicó el Pontífice.

Al finalizar su mensaje, el Santo Padre recordó: “esta noche viene Jesús, viene como un niño, tierno, inocente. Los niños que están entre vosotros, los niños muertos y los niños explotados. Pensemos en los niños: Jesús Niño viene entre nosotros, es el amor y la ternura de Dios. Que el Señor nos dé la gracia de recibirlo con mucho amor. Y también pienso en los abuelos, que han vivido toda la vida y ahora sufren esta cruz. Que los ancianos nos den a todos nosotros la sabiduría de la vida. En mi corazón esta noche están los niños y los ancianos. Y ahora a todos vosotros, especialmente niños y ancianos, os bendigo de corazón”.

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Francisco: 'Que la indiferencia se transforme en cercaní­a'
Bendición Urbi et Orbi en el dí­a de Navidad. Texto completo. El Papa desea que la Navidad traiga esperanza a los desplazados, prófugos, refugiados y los que sufren

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 25 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco, en la Solemnidad de la Natividad del Señor, desde la Loggia Central de la Basílica Vaticana, ha impartido la bendición "Urbi et Orbi" y ha dirigido el tradicional mensaje navideño a los fieles presentes en la plaza de San Pedro, y a todos aquellos que lo han seguido a través de la radio, la televisión.

Estas son las palabras del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.
Son personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guió a los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador – exclama Simeón –, a quien has presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).
Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.
Para él, el Salvador del mundo, le pido que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, prófugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad. Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos.

Que Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.

Que Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.

Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados. Niño, tantos niños abusados. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario.

Jesús Niño. Mi pensamiento va a todos los niños hoy asesinados y maltratados. Tanto a los que antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y enterrados en el egoísmo de una cultura que no ama la vida; como los niños desplazados por causa de la guerra y las persecuciones, abusados y explotados bajo nuestros ojos y nuestro silencio cómplice. Y a los niños masacrados bajo los bombardeos, también allí donde el Hijo de Dios ha nacido. Aún hoy su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes. Sobre su sangre acampa hoy la sombra de los Herodes actuales. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpela dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».

Con estos pensamientos, Feliz Navidad a todos.

© Copyright - Libreria Editrice Vaticana (Añadidos del Papa transcritos del audio por ZENIT)

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Santa Vicenta María López y Vicuña - 26 diciembre
«Esta fundadora de las religiosas de María Inmaculada tenía a sus pies cuanto podía desear dada la alta posición social a la que pertenecía. Pero se entregó a Cristo y fue un ángel protector para las empleadas del servicio doméstico»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 25 de diciembre de 2014 (Zenit.org) - Un santo contempla lo que le rodea imbuido por el amor a Dios y el anhelo de dar a los demás lo mejor de sí. Atento a cualquier atisbo en el que perciba la vía a seguir para encauzar el bien, como hizo Vicenta María, se pone en marcha sin dilación y la gracia de Cristo se derrama a raudales.

Nació en Cascante, Navarra, España, el 22 de marzo de 1847. Era hija de un prestigioso jurista que se ocupó personalmente de su educación al constatar las cualidades que poseía. Creció en una familia cristiana y comprometida, en la que cotidianamente florecía la caridad, ya que sus componentes dedicaban gran parte de su tiempo ayudando a los desfavorecidos. En ese clima discurrió su infancia, arropada por sus padres y otros familiares, apreciando en ellos rasgos de piedad y compartiendo la espiritualidad que emanaba de su entorno como algo natural. Visitaba al Santísimo, acudía a misa y se fijaba en las imágenes del templo, en particular la de Cristo atado a la columna; ésta suscitó en ella una gran devoción que mantuvo hasta el fin de su vida.

Una tía materna pertenecía a la aristocracia madrileña y dispensaba toda clase de atenciones a los necesitados. Sus rasgos de generosidad, junto a su privilegiada situación social, fueron tenidos en cuenta por los padres y los tíos de Vicenta cuando decidieron que prosiguiese la formación en Madrid. Bajo la custodia de este familiar, aprendió idiomas y piano, estudios que completó más tarde en el prestigioso colegio San Luís de los Franceses. Era una muchacha normal, con cierta coquetería –usual a esa edad–, inteligente, creativa, con muchos intereses culturales y muy comunicativa. Los primeros años de su juventud transcurrieron en un estado de búsqueda. Su tía estaba estrechamente vinculada a la Congregación de la Doctrina Cristiana, y ella solía acompañarla en algunas acciones que realizaba con jóvenes empleadas del servicio doméstico, lo cual le ayudó a discernir el camino a seguir.

La previsión de sus padres fue desposarla con alguien de su condición social, y había expectativas para que así sucediese. Pero tal futuro no entraba en los planes de la joven, y cuando su tía la tanteó haciendo de mediadora entre ella y sus progenitores, Vicenta María respondió: «tía, ni con un Rey ni con un santo»; es decir, que ya había elegido en su corazón. Olvidada de sí y centrada en las necesidades de estas jóvenes, comenzó a plantearse seriamente cómo podría ayudarlas mejor. La clave la recibió en 1853 al leer el anuncio de un piso en alquiler. En esa simple observación entrevió el signo que Dios le ponía para iniciar su obra. Y se hizo con la vivienda. Acogió en ella a tres muchachas convalecientes del hospital junto a una persona de mayor edad, seleccionada para asistirlas, y denominó «La Casita» a tan recoleto espacio en el que dio a las jóvenes un trato evangélico. Se ocupó de su formación y también de su trabajo eligiendo selectos domicilios para que pudieran servir en ellos.

Tras la realización de los ejercicios espirituales efectuados en el monasterio de la Visitación en 1868, las líneas que debía seguir se hicieron más nítidas. El siguiente gran paso fue comunicar a su padre por carta su negativa al matrimonio. Le informó de su vocación y proyecto de fundar un Instituto aprovechando la experiencia que había adquirido conviviendo con las jóvenes. No estaba vinculada con votos, pero se propuso cumplir lo que entendía como voluntad divina. El 11 de junio de 1876 puso en marcha el Instituto; con ella se comprometían en esta labor dos jóvenes.

Las vocaciones aumentaron y la fundación iba creciendo exponencialmente. Hacía a todas la siguiente advertencia: «A este fin consideren que han venido al Instituto a morar unánimes y conformes y a no tener sino un corazón y un alma en Dios». Puso la «Congregación del Servicio Doméstico» (actuales «Religiosas de María Inmaculada»)bajo el amparo de la Virgen María. Suplicaba de manera insistente: «Enséñame a obedecer, Dios mío». La caridad era el único horizonte para las componentes de la fundación: «Nada me agrada tanto como poder contemplaros abrasadas en el fuego de la caridad». En poco tiempo cinco nuevas casas dieron cuenta de la fecundidad apostólica.

En julio de 1890 hizo sus votos perpetuos. Poco después enfermó gravemente de tuberculosis. Viendo que iba a morir, y pensando en las jóvenes, manifestó: «Quiero recomendarles que por mi muerte no se suprima ninguna fiestecilla de las chicas, y ésto aunque estuviera de cuerpo presente». Su tránsito se produjo el 26 de diciembre de 1890. «Si vivimos bien, la muerte será el principio de la vida», había dicho. Fue beatificada por Pío XII el 19 de febrero de 1950, y canonizada por Pablo VI el 25 de mayo de 1975.

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