Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

¿Qué tiene de bueno que un sacerdote y jesuita escriba algo así? Dos cosas:

1- Demuestra hasta qué punto la Compañía de Jesús está desnortada. Estamos ante un jesuita que lleva años haciendo de su capa un sayo sin que sus superiores muevan un dedo por evitarlo. Y es bueno darse cuenta hasta qué grado una orden religiosa ha traicionado el carisma de su fundador, dado que ese es el paso previo para poder reformarle en el futuro… o cerrarla.

2- Demuestra que tenemos razón los que pensamos que lo que proponen el cardenal Kasper y su séquito es ni más ni menos que aceptar el divorcio. Así lo explica el propio Masiá:

En caso de fallo irreversible, tanto la ética como el Derecho y la Iglesia desempeñarían las respectivas funciones para confirmar el cese de la unión y la posibilidad de un comienzo nuevo tras un divorcio responsable. Si se exige responsabilidad en las uniones de hecho y en los matrimonios civiles o religiosos, también será necesaria en separaciones de hecho, y en los divorcios civiles o religiosos. Expresiones prudentemente cercanas a este último caso —aunque tímida y cuidadosamente diplomáticas en su expresión para evitar la persecución de los inquisidores— serían el camino de rehabilitación sugerido por el cardenal Kasper (El evangelio de la familia, 2014) antes de una posible bendición de segundas nupcias tras un divorcio.

La diplomacia engañosa de Kasper se convierte en cruda y frontal herejía en palabras de Masiá, pero son la misma cosa

Por supuesto, multitud de fieles asisten a este espectáculo atónitos. Es lo que tiene cuando se abre la puerta a la herejía. Da la cara con total descaro. Esto pasa cuando se fomenta la confusión en nombre de no se sabe bien qué libertad.

Bruno Moreno cita a Santo Tomás en el post mencionado:

Habiendo peligro próximo para la Fe, los prelados deben ser argüidos incluso públicamente por los súbditos”. 

Cabe quizás citar también a otro santo y doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino, que recordó que todos los Padres de la Iglesia, sin excepción “enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción“.

En estas estamos hoy en día. Pero tenemos esperanza. Cristo mismo en persona no permitirá que su Iglesia le traicione irremediablemente. Él profetizó que las puertas del Hades no prevalecerían. Y si, roguemos que no ocurra, para eso tiene que hacer visible el cisma que lleva siendo oculto desde hace décadas, de manera que queden claro los que permanecen fieles a Él y los que se entregan en manos del mundo y de Satanás, lo hará. No cabemos en la misma Iglesia los que defendemos una cosa y la contraria, sobre todo en algo que el mismo Señor dejó zanjado de forma clara y rotunda. Como dice la Escritura:

Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemiga de Dios? Quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios.

Stg 4,4

Nadie dude que seremos muchos los fieles, por no hablar de obispos y cardenales, que vamos a defender hasta donde sea necesario la fe de la Iglesia. Una Iglesia que en el Concilio Vaticano II dijo esto sobre la familia:

Sin embargo, la dignidad de esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación.

Gaudium et spes 47

Nos quieren infiltrar la epidemia del divorcio en el cuerpo de Cristo. Nos quieren contaminar con ese ébola herético. No lo vamos a consentir

¡Santidad o muerte!

Luis Fernando Pérez Bustamante