Noticia de última hora: parece que fui miembro de la familia Monster

 

No raro, sino más raro que un perro azul marino con lunares de lentejuelas. Ese debo ser yo. Tuve y tengo la suerte de una familia amplia de esas de padres casados por la iglesia, creyentes y practicantes, hermanos con los que nos hemos peleado de chicos lo que nos dio la gana, abuelos, tíos, primos…

Familia de veinte, treinta… en nochebuena y cuando hiciera falta, donde nadie quedaba solo, la abuela, los tíos sin hijos, y el primo Manolo que había aparecido por el pueblo. Familia de bulla, jaleo, alboroto, risas, discrepancias, bromas.

Como es natural nos hemos ido disgregando, pero mira que nos sabemos familia, y cuando se casa el hijo del primo Fulanito a quinientos kilómetros, allí nos presentamos o se vienen los primos desde no sé dónde porque ha fallecido la tía.

Familias no perfectas, con sus dificultades, peleas, líos de herencias, envidiejas, palabras dichas a destiempo. Que perfectos no somos. Pero sí puedo decir que mantengo una cordialísima relación con mis hermanos, sobrinos, primos, con sus hijos y nietos, que nos sabemos cerca.

Hoy somos ya ni se sabe. Básicamente gente de fe, creyentes y practicantes, aunque de todo hay, nos llevamos bien, nos queremos. Vamos, lo normal en esas familias de pueblo que tuve la suerte de vivir y disfrutar.

Pues oigan, por lo visto éramos una desgracia pública. Porque resulta que lees cosas estos días y lo menos que sueltan de familias como la mía es que éramos retrógrados, patriarcales, machistas, fundamentalistas religiosos, alejados de la realidad, insolidarios y cerrados a la modernidad y la evolución. Si ellos lo dicen…

Desde luego un servidor no se había dado cuenta de eso. Si algo recuerdo de niño son risas, divertimentos, bromas, alguna zalagarda que se resolvía con un par de pescozones, y eso sí, respeto a los abuelos y a los mayores, que hasta ahí podíamos llegar. Mal que lo hicieras en casa, pero una mala contestación o un no me da la gana a los abuelos no se consentía.

Pues no, completamente equivocados todos mis recuerdos. Lo que yo viví, según oyes hablar a algunos ahora de la familia,  parece que fue amargura, mala voluntad, inquina, despotismo sin ilustrar, violencia de género, sometimiento a la Iglesia y ocultamiento de terribles oscuridades. Leche, pues o yo era muy tonto o es que ni por asomo.

Hay gente empeñada en demostrarnos lo terrible de vivir juntos papá, mamá, los niños y encima llevarse bien con los abuelos, mientras pretenden que nos traguemos la milonga del mundo feliz, el amor libre, el aborto indiscriminado, las parejas homo, la vida single y el haz lo que te pida el cuerpo como suprema expresión de madurez emocional. Basta fijarse en cualquier serie española de televisión para descubrir que ya no hay familias, solo vidas raras y si alguna familia de esas de siempre aparece, será para acabar ridiculizada, especialmente si es creyente.

Pues ellos se lo pierden. Pero ya ven, y yo que estaba convencido de formar parte de una familia normal, y por lo visto éramos la familia Monster. Qué cosas.