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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 01 de enero de 2015

La frase del día - 1 de enero

"María es el modelo de un amor sin fronteras". (San Juan Pablo II)

 


El papa Francisco

Francisco: 'No se puede entender a Jesús sin su Madre'
En la homilí­a del primer dí­a del año, el Papa destaca el vínculo inseparable entre Cristo y la Iglesia, un reflejo del que existe entre el Señor y la Santí­sima Virgen

Texto completo de la homilí­a del Papa en la fiesta de Marí­a Santí­sima, Madre de Dios
Francisco recuerda que 'sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento'

Francisco pide un compromiso común para derrotar la esclavitud moderna
Con motivo de la celebración de la 48 Jornada Mundial de la Paz, el Pontífice denuncia que todaví­a hay millones de personas privadas de su libertad y dignidad

El Papa en el primer ángelus de 2015: 'La oración es la raíz de la paz'
Texto completo. El Santo Padre invita a redescubrir el regalo recibido en el Bautismo y a saludar a la Virgen como Madre de Dios

Francisco a los brasileños: 'Abrid los brazos como el Cristo Redentor'
En un ví­deo mensaje, el Pontí­fice argentino invita al pueblo carioca al diálogo y la esperanza

Espiritualidad

Beata María Anna Blondin - 2 de enero
«Esta fundadora de las Hermanas de Santa Ana fue hartamente incomprendida en su labor apostólica por miembros de la Iglesia. Acogió los contratiempos de forma tan heroica que bien puede considerársela una mártir del silencio»


El papa Francisco


Francisco: 'No se puede entender a Jesús sin su Madre'
En la homilí­a del primer dí­a del año, el Papa destaca el vínculo inseparable entre Cristo y la Iglesia, un reflejo del que existe entre el Señor y la Santí­sima Virgen

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - Con motivo de la Solemnidad de María Madre de Dios y de la 48 Jornada Mundial de la Paz, que se celebran de forma conjunta el primer día del año, el papa Francisco ha presidido este jueves la Santa Misa en la basílica vaticana de San Pedro. 

En su homilía, el Santo Padre ha afirmado que "ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar". Así, ha indicado que "Cristo y su Madre son inseparables". 

El Pontífice ha explicado que "la Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación". Por eso, ha destacado que "no se puede entender a Jesús sin su Madre". 

También Cristo y la Iglesia son inseparables, ha señalado el Papa, y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Ya que, separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una "dicotomía absurda", como escribió el beato Pablo VI.

"Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros", ha enfatizado Francisco, y ha reiterado que "es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos".

De ahí que haya subrayado que "ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo". 

El Santo Padre ha deseado que "esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana". "De manera especial hoy, Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones", ha apuntado. 

"Todos --ha recordado el Pontífice-- estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor".

Tras relatar la historia del valiente pueblo de Éfeso, el Obispo de Roma ha concluido sus palabras invitando a los presentes a ponerse de pie, contemplar a María y repetir tres veces el hermoso saludo de la primera Iglesia: 'Santa Madre de Dios'. 

Leer también: Texto completo de la homilí­a del Papa en la fiesta de Marí­a Santí­sima, Madre de Dios

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Texto completo de la homilí­a del Papa en la fiesta de Marí­a Santí­sima, Madre de Dios
Francisco recuerda que 'sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento'

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco ha comenzado el año 2015 en la Basílica de San Pedro, pronunciando la siguiente homilía:

"Vuelven hoy a la mente las palabras con las que Isabel pronunció su bendición sobre la Virgen Santa: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43).

Esta bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Con la celebración de la solemnidad de María, Madre de Dios, la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar.

Además de contemplar el rostro de Dios, también podemos alabarlo y glorificarlo como los pastores, que volvieron de Belén con un canto de acción de gracias después de ver al niño y a su joven madre (cf. Lc 2,16). Ambos estaban juntos, como lo estuvieron en el Calvario, porque Cristo y su Madre son inseparables: entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre. La carne de Cristo, que es el eje de la salvación (Tertuliano), se ha tejido en el vientre de María (cf. Sal 139,13). Esa inseparabilidad encuentra también su expresión en el hecho de que María, elegida para ser la Madre del Redentor, ha compartido íntimamente toda su misión, permaneciendo junto a su hijo hasta el final, en el Calvario.

María está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna y el vínculo íntimo con su Hijo. La Santísima Virgen es la mujer de fe que dejó entrar a Dios en su corazón, en sus proyectos; es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), en el que Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación. Por eso no se puede entender a Jesús sin su Madre.

Cristo y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María van siempre juntas, y no se puede entender la salvación realizada por Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia. Separar a Jesús de la Iglesia sería introducir una «dicotomía absurda», como escribió el beato Pablo VI (cf. Exhort. ap. N. Evangelii nuntiandi, 16). No se puede «amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, estar en Cristo pero al margen de la Iglesia» (ibíd.). En efecto, la Iglesia, la gran familia de Dios, es la que nos lleva a Cristo. Nuestra fe no es una idea abstracta o una filosofía, sino la relación vital y plena con una persona: Jesucristo, el Hijo único de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó para salvarnos y vive entre nosotros. ¿Dónde lo podemos encontrar? Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Es la Iglesia la que dice hoy: «Este es el Cordero de Dios»; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos.

Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.

Queridos hermanos y hermanas, Jesucristo es la bendición para todo hombre y para toda la humanidad. La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor. Esta es precisamente la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo. Y María, la primera y perfecta discípula de Jesús, la primera y perfecta creyente, modelo de la Iglesia en camino, es la que abre esta vía de la maternidad de la Iglesia y sostiene siempre su misión materna dirigida a todos los hombres. Su testimonio materno y discreto camina con la Iglesia desde el principio. Ella, la Madre de Dios, es también Madre de la Iglesia y, a través de la Iglesia, es Madre de todos los hombres y de todos los pueblos.

Que esta madre dulce y premurosa nos obtenga la bendición del Señor para toda la familia humana. De manera especial hoy, Jornada Mundial de la Paz, invocamos su intercesión para que el Señor nos de la paz en nuestros días: paz en nuestros corazones, paz en las familias, paz entre las naciones. Este año, en concreto, el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz lleva por título: «No más esclavos, sino hermanos». Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud. Desde todo pueblo, cultura y religión, unamos nuestras fuerzas. Que nos guíe y sostenga Aquel que para hacernos a todos hermanos se hizo nuestro servidor. 

Miramos a María, contemplamos a la Santa Madre de Dios. Quisiera proponeos que la saludemos juntos. Lo ha hecho el valiente pueblo de Éfeso, que gritaba a sus pastores cuando entraban en la iglesia: 'Santa Madre de Dios'. Que hermoso saludo para Nuestra Madre. 

Cuenta una historia, no sé si es verdadera, que algunas de estas personas tenían bastones en las manos. Quizás para hacer entender a los obispos lo que les sucedería si no tuviesen la valentía de proclamarla Madre de Dios. Os invito a todos, sin bastones, a levantaos y saludarla por tres veces, de pie, con este saludo de la primera Iglesia: Santa Madre de Dios. (Todos dicen con el Santo Padre: 'Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios')". 

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Francisco pide un compromiso común para derrotar la esclavitud moderna
Con motivo de la celebración de la 48 Jornada Mundial de la Paz, el Pontífice denuncia que todaví­a hay millones de personas privadas de su libertad y dignidad

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - El Mensaje del papa Francisco para la 48 Jornada Mundial de la Paz, que se celebra cada 1 de enero, se titula "No esclavos, sino hermanos". Al comienzo de un nuevo año, el Santo Padre dirige a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, sus mejores deseos de paz, que acompaña con sus oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales.

En el texto difundido el pasado 8 de diciembre, el Pontífice aboga también por abolir "el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre", que "pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad". Ya que, a pesar de que el derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable, "todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad". 

El Papa se refiere a "tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores". 

Además, Francisco piensa "en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente"; "en aquellos que son detenidos en condiciones a veces inhumanas"; "en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos"; "en aquellos que aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles"; "en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales"; "en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión"; "en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional"; "en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales". 

Entre las causas que ayudan a explicar las formas contemporáneas de esclavitud, el Santo Padre se refiere en primer lugar a "una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto". A continuación, cita a "la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes oportunidades de trabajo". Denuncia también "la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares". Y no se olvida de los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.

Así, el Pontífice pide un compromiso común para acabar con el "fenómeno abominable" de la esclavitud. "Debemos reconocer --indica-- que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación". "Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno", añade. 

Por esta razón, el papa Francisco hace "un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad".

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El Papa en el primer ángelus de 2015: 'La oración es la raíz de la paz'
Texto completo. El Santo Padre invita a redescubrir el regalo recibido en el Bautismo y a saludar a la Virgen como Madre de Dios

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - Al finalizar la Santa Misa en la Solemnidad de María Madre de Dios y la celebración de la 48 Jornada Mundial de la Paz, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:

"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz año!

En este primer día del año, en el clima gozoso, aunque frío, de la Navidad, la Iglesia nos invita a fijar nuestra mirada de fe y de amor en la Madre de Jesús. En Ella, humilde mujer de Nazaret, "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Por eso es imposible separar la contemplación de Jesús, la Palabra de la vida que se ha hecho visible y tangible (cfr. 1 Jn 1, 1), de la contemplación de María, que le ha dado su amor y su carne humana.

Hoy escuchamos las palabras del apóstol Pablo: "Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer"(Ga 4, 4). Aquel "nacido de una mujer" habla de manera esencial y por eso aún más fuerte de la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Como afirma un Padre de la Iglesia, san Atanasio: "Nuestro Salvador fue verdaderamente hombre y de él vino la salvación de toda la humanidad" (Carta a Epíteto: PG 26).

Pero San Pablo añade también: "nacido bajo la ley" (Ga 4, 4). Con esta expresión subraya que Cristo ha asumido la condición humana liberándola de la cerrada mentalidad legalista, insoportable. En efecto, la ley, privada de la gracia, se convierte en un yugo insoportable, y en lugar de hacernos bien, nos hace mal. Jesús decía: "El sábado ha sido  hecho para el hombre, no el hombre para el sábado". He aquí entonces la finalidad por la que Dios envía a su Hijo a la tierra a hacerse hombre: una finalidad de liberación, es más, de regeneración. De liberación "para rescatar a aquellos que estaban bajo la ley"  (v. 5); y el rescate se produjo con la muerte de Cristo en la cruz. Pero sobre todo de regeneración: "para que recibiéramos la adopción de hijos" (v. 5). Incorporados en Él, los hombres llegan a ser realmente hijos de Dios. Este pasaje estupendo se produce en nosotros con el Bautismo, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y nos introduce en su Iglesia.

Al inicio de un nuevo año nos hace bien recordar el día de nuestro Bautismo: redescubramos el regalo recibido en aquel Sacramento que nos ha regenerado a la vida nueva: la vida divina. Y esto a través de la Madre Iglesia, que tiene como modelo a la Madre María. Gracias al Bautismo hemos sido introducidos en la comunión con Dios y ya no estamos a merced del mal y del pecado, sino que recibimos el amor, la ternura, la misericordia del Padre celestial. Os pregunto nuevamente: ¿Quién de vosotros recuerda el día en que ha sido bautizado, recuerda la fecha de su bautismo? ¿Quién de vosotros la recuerda? Levantad la mano. ¡Hay muchos, pero no demasiados! Para quienes no la recuerdan les daré una tarea para hacer en casa. Buscar esa fecha y custodiarla bien en el corazón. También podéis pedir ayuda a los padres, al padrino, a la madrina, a los tíos, a los abuelos… Pero, ¿qué día he sido bautizado? ¡Ese es un día de fiesta! Recordad o buscad la fecha de vuestro Bautismo, será muy hermoso para agradecer a Dios por el don del Bautismo.

Esta cercanía de Dios a nuestra existencia nos da la verdadera paz, la paz, el don divino que queremos implorar especialmente hoy, Jornada Mundial de la Paz. Yo leo ahí: "La paz es siempre posible". ¡Siempre es posible la paz! Debemos buscarla. Y allá: "La oración, en la raíz de la paz". La oración es precisamente la raíz de la paz. La paz es siempre posible. Y nuestra oración, está en la raíz de la paz. La oración hace germinar la paz. Hoy, Jornada Mundial de la Paz, "No esclavos, sino hermanos": he aquí el Mensaje de esta Jornada. ¡Porque las guerras nos hacen esclavos, siempre! Un mensaje que nos implica a todos. Todos estamos llamados a combatir cualquier forma de esclavitud y a construir la fraternidad. Todos, cada uno según su propia responsabilidad. Y acordaos bien: ¡la paz es posible! Y en la raíz de la paz está siempre la oración. Recemos por la paz. También existen esas hermosas escuelas de paz, esas por la paz, debemos ir adelante con esta educación por la paz.

A María, Madre de Dios y Madre nuestra, le presentamos nuestros propósitos de bien. A Ella le pedimos que extienda sobre nosotros, y sobre todos los días del año nuevo, el manto de su materna protección: "Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas de nosotros, que estamos en la prueba, y líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita".

Y os invito a todos a saludar hoy a la Virgen como Madre de Dios. A saludarla con aquel saludo: 'Santa Madre de Dios', como ha sido aclamada por los fieles de la ciudad de Éfeso al inicio de la vida cristiana, del cristianismo, cuando desde la otra parte de la entrada de la iglesia gritaban a sus pastores este saludo dirigido a la Virgen: '¡Santa Madre de Dios!'. Todos juntos, tres veces, fuerte, repetimos: 'Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios'".

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:

Angelus Domini nuntiavit Mariae...

Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:

Palabras del Papa después de la oración del Ángelus:

"Queridos hermanos y hermanas,

dirijo a todos los aquí presentes mi cordial saludo, deseándoos un feliz y sereno año nuevo. Saludo en particular a los peregrinos de los Países Escandinavos y de Eslovaquia, a los fieles de Asola, Castiglione delle Stiviere, Saccolongo, Sotto il Monte, Bonate Sotto y Benevento, a los jóvenes de Andria y Castelnuovo del Garda. Un cordial saludo va a los Stersinger de Alemania, Austria y Suiza por su compromiso de ir casa por casa para anunciar el nacimiento del Señor y recoger donativos para los niños necesitados. Frohe Weihnachten und ein gutes neues Jahr! (¡Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo!)

Dirijo mi pensamiento a los que, en las diócesis del mundo entero, han promovido momentos de oración por la paz, porque la oración es la raíz de la paz, como dice la pancarta. Recuerdo en particular la marcha nacional que se ha desarrollado ayer en Venecia y la manifestación "Paz en todas las tierras", promovida en Roma y en numerosas ciudades del mundo.

En este momento estamos conectados con Rovereto, en Trentino, donde se encuentra la gran campana llamada "Maria Dolens", realizada en honor a los caídos de todas las guerras y bendecida por el beato Pablo VI en 1965. Dentro de poco escucharemos los retoques de aquella campana. Que nunca más haya guerras, ¡nunca más las guerras!, sino siempre el deseo y el empeño de paz y de fraternidad entre los pueblos.

Feliz año a todos. Que sea un año de paz, de paz, en el abrazo de ternura del Señor y con la protección materna de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Saludo a todos... y veo que hay muchos mexicanos allí. Les saludo... ¡Son ruidosos, los mexicanos!"

El papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

"Feliz año y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

Ahora esperamos el sonido de las campanas".

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Francisco a los brasileños: 'Abrid los brazos como el Cristo Redentor'
En un ví­deo mensaje, el Pontí­fice argentino invita al pueblo carioca al diálogo y la esperanza

Por Redacción

MADRID, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - El papa Francisco se ha dirigido a los brasileños a través de un vídeo mensaje transmitido durante la fiesta de Año Nuevo de Río de Janeiro, que ha marcado el inicio de las conmemoraciones por los 450 años de la fundación de esta metrópoli.

En el discurso en portugués, el Santo Padre ha elogiado los hermosos atributos de la ciudad carioca --que cumplirá tan importante efeméride el próximo 1 de marzo--, pero también ha criticado "las contradicciones que manchan esta belleza". 

"Por un lado, el contraste generado por las grandes desigualdades sociales: opulencia y miseria, injusticias, violencia... Por otro, tenemos lo que podríamos llamar de ciudades invisibles, grupos o territorios humanos que poseen registros culturales particulares. A veces parece que existen varias ciudades, cuya coexistencia no siempre es fácil en una realidad multicultural y compleja. Pero delante de este cuadro, no perdamos la esperanza", ha destacado el Pontífice argentino.

Durante su mensaje de más de siete minutos, el Papa ha asegurado que la luz de la fe "nunca ha faltado" en la ciudad de Río de Janeiro. La luz de Cristo es irradiada por la imponente estatua del Redentor que, desde el Corcovado, abraza a la metrópoli y reza para que todo el mundo actúe para eliminar los crímenes e injusticias. "¡Cristo Redentor no ignora las necesidades y sufrimientos de los que están en la tierra! Sus brazos abiertos nos invitan a superar estas divisiones y construir una ciudad unida por la solidaridad, la justicia y la paz", ha proseguido.

Ante las divisiones existentes, Francisco ha instado al pueblo brasileño a no quedarse de "brazos cruzados", sino a "abrir los brazos como el Cristo Redentor". Y ha indicado que el camino comienza con un "diálogo constructivo", que es la "opción siempre posible" entre "la indiferencia egoísta y la protesta violenta".

Así, el Santo Padre ha realizado un llamamiento "a la construcción de una civilización más justa y fraterna". "Creo que todos podemos aprender mucho del ejemplo de generosidad y solidaridad de las personas más simples; aquella sabiduría generosa de saber poner 'más agua en el fríjol'", ha apuntado.

Por último, el Pontífice argentino ha agradecido nuevamente al pueblo carioca la acogida dispensada durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2013. Y ha concluido sus palabras volviendo a pedir que recen por él.

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Espiritualidad


Beata María Anna Blondin - 2 de enero
«Esta fundadora de las Hermanas de Santa Ana fue hartamente incomprendida en su labor apostólica por miembros de la Iglesia. Acogió los contratiempos de forma tan heroica que bien puede considerársela una mártir del silencio»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 01 de enero de 2015 (Zenit.org) - Hoy día de san Basilio Magno y de san Gregorio Nacianzeno, celebramos la vida de Maria Esther Blondin Soureau que nació el 18 de abril de 1809 en Terrebonne, Québec, Canadá. Sus padres eran unos humildes agricultores, sin formación alguna, que sacaron adelante a sus doce hijos; ella fue la tercera y llegó a la edad adulta siendo iletrada como sus progenitores. Sin embargo, ante esta deficiencia que cerraba las puertas a quienes se hallaban en su situación, reaccionó positiva y activamente poniendo todo de su parte para erradicar esa exclusión que padecían tantas personas de su época sumidas en la ignorancia, como ella.

A los 20 años consiguió empleo para servicio doméstico de una familia, labor que realizó después con las religiosas de la Congregación de Notre-Dame. Fue una ocasión de oro, que no desaprovechó, para aprender a leer y escribir, como era su deseo. Yendo más lejos, se integró con la comunidad pero al caer enferma no pudo concluir su noviciado y dejó la Congregación, aunque poco tiempo después respondió a la invitación de otra antigua novicia que regentaba una escuela y solicitaba su ayuda. A partir de entonces se aplicó a los estudios con tanto afán que ella misma llegaría a asumir la dirección del centro. Después, sensibilizada por las carencias educativas que percibía en su entorno, en 1850 puso en marcha la Congregación de las Hermanas de Santa Ana y tomó el nombre de Marie Anna. Valiente y audaz, en el centro comenzó a dar clases simultáneamente a niños y niñas sin recursos reunidos en el mismo aula, decisión pionera esta educación mixta que no convenció a todos. Frente a las críticas, su fortaleza espiritual, emanada de la oración, era su más preciado tesoro: «Yo rezo después de largo tiempo y siento que es la oración sola que ha podido darme la fuerza de presentarme aquí hoy día».

La amargura llegó a su vida después de establecerse en Saint-Jacques-de-l'Achigan (actual Saint-Jacques-de-Montcalm) para dar acogida a la numerosa comunidad que se había acrecentado. Los contratiempos surgidos con el capellán del convento, padre Maréchal, fueron los causantes de su renuncia como superiora que se produjo a demanda del prelado Bourget. Pero el empecinamiento del joven sacerdote la perseguía, y de nuevo fue apartada de la dirección del pensionado de Sainte-Geneviève, misión que ostentó después de su cese como responsable de la comunidad.

En Saint Jacques, la fundadora fue sacristana y realizó las humildes tareas que iban encomendándole para dar respuesta puntual a las necesidades que se producían. No ocultó su situación que expuso en una carta a monseñor Bourget en 1859: «El año pasado, como su Grandeza lo sabe, yo no tuve ninguna función en los oficios, yo permanecí reducida a cero durante todo ese tiempo; este año fui suficientemente digna de confianza para que se me confiaran dos de ellos, dándoseme como ayuda a aquellas que habían trabajado en esos dos oficios el año pasado. Estos oficios son la sacristía de la parroquia y el guardarropa».

En esas condiciones, oculta y menospreciada, vivió durante tres décadas hasta que llegó su muerte. Humilde y paciente, supo vivir una heroica caridad. Cuando se le negó mantener correspondencia con el prelado acogió la indicación con visible espíritu de obediencia, llena de fortaleza. Sabía que estaba en manos de Dios. Fue una «mártir del silencio», título que su biógrafo, el padre Eugène Nadeau, dio al relato de su vida en 1956. Había abanderado un ambicioso y fecundo movimiento de solidaridad ejercido a través de la educación para devolver la dignidad a los excluidos por razones culturales y sociales. Ayudó a viudas, campesinos, los huérfanos supervivientes del tifus, los abandonados, etc., y puso a su alcance las herramientas para su formación. De ese modo ejercía su caridad con ellos, encarnaba la obra de misericordia: «enseñar al que no sabe». «Yo rezo después de largo tiempo y siento que es la oración sola que ha podido darme la fuerza de presentarme aquí hoy día», manifestaba. Lo confió todo a la divina Providencia y extrajo su fortaleza de la Eucaristía. Murió perdonando al padre Maréchal el 2 de enero de 1890, en Lachine, Canadá, cuando su Instituto estaba ya extendido a varios países americanos y había 428 religiosas dedicadas a la formación de los niños. Fue beatificada por Juan Pablo II el29 de abril de 2001.

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