Año nuevo, y nuevo elogio de la música de Valivan

Acabo de escuchar el nuevo disco que el grupo Valivan ha elaborado con música de Navidad. Y, al igual que en un artículo anterior, no he podido resistirme a animar a todos los lectores a que se hagan con él. Sobre todo a los que tengan niños a su cargo, sea en lo familiar, en lo académico o en lo catequético.

Las canciones de Valivan siempre suponen un verdadero lirio entre las espinas del desolado panorama musical del catolicismo hodierno. No es música litúrgica, cierto. No pretende serlo, ni falta que le hace. Es una estupenda música popular. Pero no populachera. Sencilla, pero no simple. Con un exquisito gusto musical variado e impregnado de las cosas buenas que hay en los estilos de la moderna música popular o popularizada: examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Y las letras, preciosas y ricas en contenido.

Realmente en la lengua castellana venimos teniendo muy mala suerte históricamente en lo que respecta a lo musical, tanto en el ámbito litúrgico como en el de la expresión más popular de los conceptos cristianos.

Ciñéndonos a lo navideño, la liturgia en lengua latina conservó toda la riqueza conceptual, simbólica y teológica de la Navidad. Pero por desgracia la paulatina caída en desuso del latín como lengua de comunicación habitual dejó muchos de estos tesoros ocultos a los ojos de mucha gente.

Hacia el siglo XV comenzó la costumbre de introducir en el oficio divino algunos villancicos en lengua castellana. Al principio la nueva práctica dio grandes resultados en la música navideña de tono popular. No hay más que ver las maravillosas villanescas de Francisco Guerrero (1528-1599), maestro de capilla que fue de la catedral de Sevilla, o la inexpugnable teología navideña que late en las vivaces y luminosas ensaladas de Mateo Flecha el Viejo (1481-1553).

Pero andando las décadas tanto la música como las letras fueron decayendo. Con la excusa de lo popular la música se fue volviendo tópica, bailona, atiborrada de acentos rítmicos y monótonas obviedades melódicas. Lo mismo las letras. Todo para acabar en los ratones que roen los calzones de San José, junto a las paráfrasis que semejante tonada suscita en sobremesas, y en publicistas con dificultades creativas.

En un lugar intermedio queda todo el imaginario centrado en el paisaje de las ovejas, el zurrón, la miel y el requesón, tan entrañable por otra parte. Que todo esto está muy bien, nadie lo duda. Pero ni de lejos agota lo navideño, y no debería tener gran recorrido mas allá de la infancia en su fase más tierna. Ahora bien, algunos que en nuestros ámbitos cristianos así lo perciben no tienen mejor idea que pasarse a la música navideña comercial. Ésa que habla de una navidad climatológica (nieve), sentimental (filantropía y amor pelagiano universal) y por supuesto económica (regalos), que es de lo que se trata. Pero en la que no queda ni rastro del nacimiento según la carne del Verbo eterno de Dios. Y por supuesto, con ese estilo musical inconfundible que nos transporta místicamente a la comunión transnacional de los grandes almacenes.

No ocurre lo mismo en otras lenguas, donde sí se ha creado una bella música popular, en lengua vernácula, cuya letra ilustra bien la Navidad en su dimensión verdadera y profunda. Abundan ejemplos en alemán, inglés y otras lenguas como el eslovaco. He podido recientemente conocer preciosas melodías populares navideñas en esta última lengua, tan lejana para nosotros.

A esta buena música popular de Navidad es a la que se unen las canciones de Valivan, continuando así su estupenda trayectoria, y brindando un enorme favor a los católicos hispanohablantes.

Son toda una bocanada de aire vivo y fresco en la cadavérica cultura católica de nuestros días. Inspirémosla.