«Me gustaría hacer resonar hoy con fuerza una palabra que a nosotros nos gusta mucho: paz», dijo este lunes 12 de enero el Papa Francisco, en el tradicional encuentro de comienzos de año, para el intercambio de felicitaciones, con los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. La paz – «don precioso de Dios, y al mismo tiempo, responsabilidad personal ysocial, que reclama nuestra solicitud y diligencia». Paz que anuncian los ángeles, en la noche de la Navidad anunciando el nacimiento del Niño Jesús.

«Pero junto con la paz, la Navidad nos habla también de otra dramática realidad: el rechazo», señaló el Papa, recordando el icono de la Natividad de de Andrei Rubliov, en el que «el Niño Jesús no aparece recostado en una cuna sino en un sepulcro». Imagen que «pretende unir las dos fiestas cristianas principales – la Navidad y la Pascua- y que indica junto con la acogida gozosa del recién nacido, todo el drama que sufre Jesús, despreciado y rechazado hasta la muerte de Cruz».

Alentando a la esperanza y al diálogo, con su corazón de pastor, el Papa Bergoglio reiteró su cercanía y atención a todo lo que concierne a la  familia humana, sus alegrías y dolores.

Con los relatos de Navidad que nos hablan también «del corazón endurecido de la humanidad, a la que le cuesta acoger al Niño», el Obispo de Roma destacó que también hoy «hay un tipo de rechazo que afecta a todos, que nos lleva a no ver al prójimo como a un hermano al que acoger». Una «mentalidad que genera la cultura del descarte, que no respeta nada ni a nadie: desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo».

En su amplio discurso abarcó diversos temas relacionados con la cultura del descarte. Como las esclavitudes modernas, el conflicto en Ucrania, Oriente Medio, Irak y Siria. El terrorismoque rechaza a los hombres y a Dios, los conflictos en los países africanos, así como otro horrible crimen que es la violación. Sin olvidar, la adecuada asistencia a los enfermos deébola, los prófugos y los migrantes, trabajo y familia, la necesidad de vencer la tentación del enfrentamiento ante una crisis económica que provoca desconfianza y favorece la conflictividad social. Su viaje a Sri Lanka y Filipinas y el que realizó a Corea y la importancia del diálogo.

Y haciendo hincapié en los frutos del diálogo, recordó sus viajes apostólicos en 2014. Tierra Santa, Corea, Albania, Estrasburgo y Turquía. Y destacó también los acuerdos entre Estados Unidos y Cuba, el cierre de la cárcel de Guantánamo y el 70 aniversario de Naciones Unidas, la Agencia del Desarrollo post-2015, con la adopción de los Objetivos del desarrollo sostenible y la elaboración de un nuevo Acuerdo sobre el clima.

El Papa Francisco quiso concluir su discurso con las palabras del Beato Pablo VI, en el palacio de cristal, con las que hace ya cincuenta años, «recordaba ‘la sangre de millones de hombres, que sufrimientos inauditos e innumerables, que masacres inútiles y ruinas espantosas sancionan el pacto que les une en un juramento que debe cambiar la historia futura del mundo. ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad» (Pablo VI, Discurso a las Naciones Unidas, Nueva York, 4 octubre 1965).

«También yo pido lo mismo para el nuevo año», enfatizó Francisco, recordando que la paz «proviene de la conversión del corazón, antes incluso que del final de las guerras».

(CdM – RV)